Las desesperadas declaraciones de Enrique Guevara Montiel en las que niega cualquier vinculación con casos de extorsión y corruptelas en contra de bares, antros y congales en el municipio solo demuestran una cosa: Que se está amarrando el dedo para evitar ser el chivo expiatorio que pague por todas las irregularidades cometidas en la gestión de Eduardo Rivera Perez y el velador más caro e inútil en la historia del Ayuntamiento de Puebla, Adán Domínguez Sánchez. El asunto para el funcionario yunquista, conocido entre sus amigos como El Huevo Guevara, está peliagudo porque ha cobrado más fuerza la versión de que dejó la Unidad de Normatividad y Regulación Comercial sumida en el caos y apestando a corrupción que la estrategia inicial de culpar al extesorero Omar Coyopol Solís del quebranto financiero de 680 millones de pesos heredado a Pepe Chedraui Budib. Una aclaración: Nosotros no afirmamos que don Huevo esté involucrado en una fechoría. Lo que afirmamos es que las denuncias mediáticas que han surgido en su contra han jalado los reflectores a tal grado que ya lo pusieron en una situación de peligro y podría convertirse en el objetivo para hacer pagar a todos los riveristas. El exfuncionario de ultraderecha es uno de los hombres más cercanos a Eduardo Rivera y si la coyuntura de enojo contra la gestión panista municipal se alinea con la mala suerte, el escenario no pinta nada bien para su pellejo. Lo que es un hecho es que la administración morenista no dejará pasar la oportunidad de ir contra alguno de los riveristas para que pague por las anomalías que se encuentren y que hasta el momento han sorprendido a propios y extraños. La porqueriza que se encontró en la Comuna hace imposible que Rivera Pérez y sus empleados salgan bien librados, incluso en caso de que retengan la dirigencia estatal del PAN. Es más, hasta a Morena le conviene que el grupo riverista continúe al frente del partido para así exhibir que la oposición no solo es pequeña sino muy corrupta.