Eduardo Rivera Pérez sufre el extraño síndrome de creer que a todos les puede ver la cara de tontos. Está convencido. Cada una de sus acciones así lo manifiestan. Piensa que nadie se da cuenta de que no quería ser el candidato del PRIAN a la gubernatura. Cree que los ciudadanos no son capaces de discernir que su paso por el Ayuntamiento de Puebla fue un fracaso: sin obras, sin mejoría en los servicios, sin gobernabilidad y, peor, sin seguridad pública. Por el contrario, de lo que piensa que no nos dimos cuenta, es decir, de la corrupción de su administración, de su incapacidad para gobernar o de sus excesos, es lo que más evidente es para el electorado. Todo esto, aparte de su desidia para hacer una campaña digna, lo han llevado a un camino sin retorno: Tirar el arpa de una vez y medio administrar la derrota o meterse de lleno para salir lo mejor librado y con mucha dignidad. El equipo de Alejandro Armenta Mier, el político que se ve a todas luces que quiere ser gobernador y ganar la elección, dio a conocer un estudio en el que evalúan los resultados de encuestas realizadas por diferentes empresas. El resultado es demoledor y más cómo fue traducido cruda y llanamente: Para que Eduardo Rivera gane la elección necesita convencer a un promedio de ¡28 mil electores! cada uno de los días que faltan para la jornada de votación. Usted entenderá que la tarea no solo es imposible, sino que resulta una tarea fuera de serie para un candidato que ya demostró que lo suyo hacer creer que medio gobierna o medio hace campaña, para utilizar el tiempo para concretar los negocios que se puedan a costa del erario o los financiadores del proyecto político. A estas alturas al equipo más cercano del candidato ya les quedó claro que lo mejor es ir mandar su currículum a otros estados donde el PAN si quiere ganar y lo va a conseguir.
¿Y DON MARCO QUE SE FIZO?
Hace unos días le platicábamos que Marco Antonio Adame, jefe nacional del Yunque y supuestamente coordinador de la campaña del malogrado candidato Eduardo Rivera Pérez, andaba tan desaparecido que sus allegados presumían que padecía del Síndrome del Chupacabras: todos dicen que existe, pero nadie lo ha visto. Pues resulta que el exgobernador de Morelos ya fue enterado de que le están endilgado el sambenito del invento salinista por lo que decidió hacerse presente en los actos que realiza su gallito a la gubernatura. Ah, pero eso sí, solo escoge los actos de campaña donde se puede desayunar bien o donde sabe que el menú vale la pena, como son las reuniones con empresarios o sectores pudientes. El resto de los mortales solo pueden observarlo de lejitos en algún momento extraordinario que sale a que le dé el sol.