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viernes, julio 26, 2024

Sí, la nueva historia política de Puebla ha comenzado

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Sí, desde hace más de 30 años, Alejandro Armenta Mier comenzó su camino rumbo a la gubernatura.  

Sí, desde que fue el presidente municipal más joven en la entidad ya había dado el primer paso que le abriría camino.  

Sí, en cada escalón que subía en su carrera política, siempre tuvo en mente y corazón un objetivo mayor. 

Sí, en cada paso de su azarosa vida en el servicio público buscó cuidar su buena fama. 

Sí, fue de los pocos, muy pocos que el marinismo no manchó su trayectoria ni su futuro. 

Sí, a diferencia de muchos de sus excompañeros, supo labrar su propia carrera y por eso siguió sin necesidad de reinventarse. 

Sí, Armenta no se reinventó, sencillamente maduró poco a poco su oficio político. (¿Para que reinventarse sí siempre supo hacia dónde caminaba?). 

Sí, ante la adversidad no se arrugó. 

Sí, ante cualquier freno, buscó la alternativa. 

Sí, cuando el PRI perdió tras 80 años en el poder, hizo lo que muy pocos: ser oposición. 

Sí, cuando todos en el morenovallismo callaban, Armenta alzó la voz. 

Sí, su valor le costó la persecución y la fabricación de un expediente hechizo que nunca fue capaz de pasar la prueba de una mínima revisión jurídica. 

Sí, cuando la sucesión en 2018 se acercaba, ya tenía las maletas listas para incorporarse a Morena.  

Sí, nunca fue un salto a ciegas ni de fe. Un político profesional no puede darse ese lujo. 

Sí, desde años antes contaba con el respaldo de cuadros de la izquierda poblana que lo veían como una muy buena opción para el nuevo partido que se estrenaría en la lucha presidencial en 2018. 

Sí, el año de la ola lopezobradorista supo que el mejor camino era la senaduría. Y la consiguió con una votación superior a los 1.5 millones de votos. 

Sí, en 2019 supo de primera mano que, contrario a lo que todos afirmaban, había juego libre en Morena para la elección extraordinaria.  

Sí, esa jugada también le provocó ser marginado en Puebla. 

Sí, contra todos los pronósticos, el epicentro del poder no vio en él a un político rencoroso o maniqueo.  

Sí, fue de los pocos que respetaron a Miguel Barbosa Huerta y a su investidura cuando en 2021 quisieron imponer a todos los candidatos posibles. ¿Cómo olvidar que Ignacio Mier Velazco, Claudia Rivera Vivanco, Mario Delgado Carrillo y sus correspondientes empleados, festejaban que controlarían el Congreso del estado y someterían a Barbosa a la defenestración? 

Sí, al día siguiente de la elección de 2021, el primero en aparecer junto al entonces mandatario estatal fue Alejandro Armenta Mier. 

Sí, Armenta sabía que la sucesión había comenzado, pero no podía arrancar sin antes reconocer al gobernador como el jefe político de la entidad.  

Sí, con la imagen junto a Barbosa, el senador daba muestra de su altura de miras y que otros serían los que buscaran la sangre. 

Sí, aunque no lo dijo, Armenta se enfocó en lo importante: la construcción del perfil que Morena iba a someter al escrutinio público para elegir a su candidato a la gubernatura en Puebla. 

Sí, es verdad, nunca dejó de estar en el primer lugar de conocimiento en las encuestas, pero justo eso era lo que quería que todos supieran. En el fondo quería que sus adversarios se engancharan en esa vía, mientras él seguía sus recorridos y fortalecía otros atributos que necesitaba para ganar la contienda interna. 

Sí, cuando murió Miguel Barbosa, Alejandro Armenta fue de los pocos que no participaban en su círculo cercano que lo despidieron con la tranquilidad de no dejar agravios ni sangre regada. 

Sí, con la llegada de Sergio Salomón Céspedes Peregrina, el senador se sumó a la construcción de un clima de concordia. Fue el encuentro de dos animales políticos que saben de qué va tener un estado en paz. 

Sí, Armenta sabía que el piso parejo que garantizó el gobernador era el momento propicio para echar toda la carne al asador. Y así lo hizo.  

Sí, mientras sus adversarios, sobre todo Ignacio Mier, iban por la guerra sucia y hasta poner en duda la eficiencia del nuevo gobierno del estado, Armenta se enfocó a lo suyo. 

Sí, es verdad, Armenta no se quedó a escuchar los bramidos de la aldea. Se fue a los pueblos, a las calles. Desde su posición como presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República hizo lo que debía hacer cualquier político inteligente y con oficio: tendió puentes, construyó lazos, tocó puertas, se sentó con todos los que debía y fue tras aquellos que todavía no lo habían escuchado. 

Sí, mientras en la aldea todos presumían la cercanía de Ignacio Mier con el presidente de la República y juraban que sería el candidato —por diosito santo que sí—, el senador caminaba y caminaba; y buscaba a los factótums de la 4T.  

Sí, mientras en Puebla muchos ya se sentían parte del equipo ganador, Armenta veían prudentemente el acomodo de todo. 

Sí, un día antes de la selección del candidato de Morena, todos vaticinaban la estrepitosa derrota de Armenta. Una comida que el senador ofreció fue “su clave”: Como no apareció con ánimo festivo a ese encuentro dieron por hecho que había perdido. Nunca entendieron que detrás de la actitud zen de Armenta estaba la seguridad de quien sabía que había hecho todo para llegar a la final.  

Sí, la mayoría nunca quiso escuchar a Armenta. 

Sí, muchos, muchísimos prefirieron escuchar a Nacho Mier. 

Sí, el triunfo del senador no fue lo que esperaban, así como tampoco el ánimo conciliador e inclusión que propuso. 

Sí, nuevamente, muchos se negaron a escucharlo y entenderlo. 

Sí, muchos quisieron que todo fuera igual y no entendieron que el diálogo era el único camino. El diálogo y el cumplimiento de la palabra. 

Sí, Armenta se erigió como el líder político que necesitaba el partido. El comandante del Ejército morenista que iba a la cruzada contra el PRIAN. 

Sí, muchos nuevamente quedaron en el camino por su incongruencia. 

Sí, muchos en la elección constitucional tampoco quisieron jugársela por completo con el morenista y vieron la oportunidad de cobrarle el favor a Dios y el Diablo, al mismo tiempo. 

Sí, muchos aplaudían a Armenta y en la misma medida aplaudían a Eduardo Rivera Pérez. 

Sí, otros pensaron que pegando era como iban a ser escuchados. Se quedaron gritando al vacío. 

Sí, otros más abonaron a la discordia al interior de Morena porque pensaban que por su linda cara merecían todo.  

Sí, esos mismos creyeron que era todo como antes, que el respaldo debía tener un altísimo costo. 

Sí, el principal perdedor de la contienda interna de Morena pensó que podía hacer lo mismo de 2021: agandallarse todas las candidaturas para sus amigos y familiares. 

Sí, Armenta demostró que no estaba dispuesto a permitir el chantaje y menos la sublevación del oportunista. Por eso puso un freno que desconcertó a muchos a lo que se les había olvidado cómo se ejerce el poder. 

Sí, Armenta se comprometió a cumplir metas electorales y las cumplió. 

Sí, la mejor dupla en las calles fueron Claudia Sheinbaum y Alejandro Armenta. 

Sí, Armenta levantó las campañas de muchos. Hubo un momento que sabía que el triunfo era inminente y, en lugar de bajar la guardia, se fue a levantarle la mano a sus candidatos, a recordarle al interior del estado y a la capital que eran él y sus candidatos; él, Claudia Sheinbaum, Morena, el Verde, el PT, Nueva Alianza y Fuerza por México. 

Sí, es verdad que ahora muchos creen ilusamente que ganaron por ellos mismos. 

Sí, Armenta masacró al PRIAN y destazó al Yunque.  

Sí, es necesario una limpieza profunda y no encubrir a nadie. 

Sí, Armenta ya tiene su constancia como gobernador electo. 

Sí, Armenta sabe lo que quiere, lo que busca y sabe cómo conseguirlo. 

Sí, ese camino que comenzó desde hace más de 30 años, hoy lo ha puesto en el lugar que deseaba. 

Sí, Armenta tiene en sus manos la oportunidad de ser el mejor gobernador que Puebla haya tenido.  

Sí, la nueva historia política de Puebla, ha comenzado.  

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