Desde hace más de 25 años, el PAN no ha había tenido a una dirigencia estatal tan mala como la actual. Lo más irónico o más revelador, según se vea, es que justo el último Comité Directivo Estatal que representó el fracaso electoral azul fue encabezado por Eduardo Rivera Pérez, cuando el priista Mario Marín Torres masacró en las urnas al Yunque, representado por su cachorro y por el pastor de toda esa generación, Francisco Fraile García. En 2024, cuando Acción Nacional, junto con el PRI, el PRD y Pacto Social de Integración fueron puestos al borde de la extinción, quien controla el partido es justamente Eduardo Rivera, quien se ufana de ser el líder político de la oposición (risas grabadas de fondo). El 2 de junio salió a la luz la podredumbre de la política aplicada por el yunquista y eso provocó que todo estallara en mil pedazos que ahora es el objeto de disputa al interior de ese partido. Al ponerse en el camino de su desaparición, el PAN requiere una refundación como fuerza política y para eso es indispensable que haya un análisis objetivo y certero de las causas que provocaron la derrota y los pasos a seguir. Alguien que se diga demócrata sería el primero en presentar su renuncia tras los resultados de la pasada elección, pero no es el caso del grupo político del exalcalde de Puebla, quienes ya cocinan la estrategia para mantenerse con el control del instituto político y hasta candidato único. Ayer, el PAN dio a conocer que la dirigencia estatal, encabezada por dos políticos que odian a muerte, Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández y Marcos Castro Martínez, “presentó ante el Consejo Estatal el estudio sobre el resultado electoral, a partir del cual se propuso la creación de un Comité para la Reestructuración del partido que permita aterrizar las recomendaciones de dicho ejercicio”. ¿Sabe cuáles son las conclusiones? Nosotros tampoco, ya que en el comunicado que difundieron no desglosaron los puntos torales. Lo que sí hizo la dirigencia fue echar la culpa a todos sin reconocer que ellos fueron parte del estrepitoso fracaso. Fieles a la cultura cortesana y de peonaje, la dirigencia le lavó la cara a su jefe político, al reconocer su “excepcional campaña y su liderazgo”. Para justificar la derrota se valieron hasta del ataque contra el INE, pese a que durante mese lucraron políticamente con una campaña de defensa que terminó en un gran mitin a favor de los candidatos del PRIAN. Vea usted lo que dijeron: “(reconocemos) a todos los candidatos y las candidatas, a los equipos operativos de los diferentes Comités Directivos Municipales y del Comité Directivo Estatal del PAN Puebla, que salieron a pelear en un campo no solo disparejo, sino minado por la violencia y los desmedidos recursos del estado mexicano volcados en Morena y sus aliados, además de lo que definió como el triste contubernio de los órganos electorales”. “El contubernio de los órganos electorales”, pues no que el INE era independiente y una institución que debía defenderse hasta la muerte. Toda esta suerte de maromas, simulación y falsa humildad ante la derrota solo lleva a la conclusión, por demás evidente, que la camarilla de Eduardo Rivera Pérez está decidida a poner el último clavo en el ataúd. Todavía no saben ni qué hacer para recomponer la marca y ya están pensando en retener la dirigencia para vivir a expensas de las prerrogativas y agandallarse todas las pluris disponibles en la elección de 2027.