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jueves, noviembre 21, 2024

La falsedad del segundo debate

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Eduardo Rivera Pérez olvidó que ya no es presidente municipal para organizar los actos públicos que quiera para posicionar su alicaída imagen.

En su segundo periodo como alcalde de la capital, por ejemplo, realizó cuantos informes de labores se le ocurrieron -todo a costa del erario, por supuestodebido a que su posicionamiento no crecía por más billetiza que soltara entre los medios de comunicación. (Eso sin contar la inversión fija en la difusión de sus actividades).

Al final, el resultado del multimillonario despilfarro en su imagen fue un rotundo fracaso. Parece chiste, pero es anécdota.

La gravedad del asunto es que Eduardo Rivera viene de ocupar en dos ocasiones la silla del Ayuntamiento de Puebla, con todo el impacto mediático, político y social que eso implica, y su posicionamiento nunca creció, al grado de arrancar la campaña electoral con una diferencia de hasta 22 puntos respecto al morenista Alejandro Armenta Mier.

Esa diferencia en las preferencias electorales -que arrastra como una pesada loza por doquier- ha llevado al empleado de los jefazos de la Organización Nacional del Yunque a preocuparse porque los días pasan, los números no se mueven y sus propuestas nomás no cuajan entre los electores.

Dicho escenario terminó por generar una profunda incertidumbre en su equipo de campaña, seguida de la desesperación. Y ya se sabe que cuando uno anda desesperado lo que más abunda son las ocurrencias. Fue así que surgió la “ideota” de pedir al Instituto Electoral del Estado la realización de dos debates entre los candidatos a la gubernatura.

En días recientes, el organismo aclaró que solo realizará un encuentro entre los abanderados. El panista y sus “asesores” creyeron encontrar en esa postura la mejor veta para vender una falsa narrativa de que Alejandro Armenta no quiere debatir, cuando en realidad lo que pretenden es forzar a las instituciones a cumplirles el capricho de tener los reflectores que les hacen falta y concretar una estrategia electoral plenamente conocida: Pegarle al puntero para restarle puntos a como dé lugar.

Es sorprendente que Eduardo Rivera olvide una máxima de la política: quien pide un segundo debate es el que está derrotado.

La historia no miente.

Francisco Fraile, su mentor y pastor en la política, tuvo que recurrir desesperado a sus amigos del Consejo Coordinador Empresarial -en ese tiempo secuestrado por la nefasta cúpula del Yunque- para que le organizara otro debate porque se sabía derrotado.

Seis años antes, Ana Teresa Aranda también solicitaba desesperada la realización de varios debates.

Su campaña nunca logró despuntar y fue barrida en las urnas por Melquiades Morales Flores, quien nunca se olvidó de tratarla respetuosamente, pese a los continuos exabruptos de la ultraderechista.

Hoy, el escenario es peor: A cuatro días del inicio del periodo de campañas, es decir, a menos de una semana, Eduardo Rivera pide un segundo debate (risas grabadas de fondo).

Los debates siempre serán una herramienta importantísima en el ámbito público para que los ciudadanos tengan un mayor contraste de propuestas para razonar su voto, pero en la actualidad esa discusión se encuentra en otras esferas y no en los actos oficiales que organiza la institución electoral. Es ahí, en donde el panista tiene perdida la discusión y, por ende, sus números no mejoran.

Al no mejorar en la simpatía ciudadana, su estrategia es forzar al puntero a que entre en una dinámica para robarle los votos porque a través de sus propuestas y plan electoral, no puede.

Otro punto que no debe olvidarse es que los debates son muy pocos vistos por la ciudadanía. No vivimos en Europa o Estados Unidos en que esos foros son fundamentales para inclinar la balanza.

Vivimos en México y aquí, el triunfador no surge en el acto en sí mismo sino en el posdebate.

En ese sentido está orientada la estrategia de Eduardo Rivera: entre más debates, más oportunidad de vender una falsa idea de triunfo. ¿Así o más patético?

A estas alturas, Eduardo Rivera debería entender que para tener una campaña exitosa sencillamente no debe hacer caso a lo que sabe y, por el contrario, debe ponerse en manos de asesores que realmente conozcan de estrategia política.

El panista es su propio enemigo y sus actuales asesores el peor lastre que pueda tener.

Ahí es donde realmente se encuentra el verdadero debate de Eduardo Rivera.

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