Los resultados del supuesto ejercicio de análisis de los factores que llevaron al PAN a sufrir su peor derrota electoral en el último cuarto de siglo fueron lo que ya se esperaba: una vil tomadura de pelo con la finalidad de exonerar al padrote de la marca, Eduardo Rivera Pérez. Al presentar el documento final, la dirigencia estatal, encabezada por los enemigos a muerte Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández y Marcos Castro Martínez, dejaron que fueran empresa privadas, así como lo lee, las responsables de explicar las conclusiones. Creyeron que eso los libraría de los reproches y reclamos, pero en realidad les fue peor porque muchos consejeros panistas montaron en cólera por el cinismo al que ha llegado la camarilla del peor expresidente municipal que Puebla ha tenido —y mire que ganarle a Claudia Rivera Vivanco es cosa mayúscula—. Entre las lindezas que incluyeron en el mamotreto estuvieron, por ejemplo, echarle la culpa a la excandidata presidencial Xóchitl Gálvez Ruiz ¡por su falta de posicionamiento! Lo que el informe no dijo es que Eduardo Rivera y los inútiles que lo rodean secuestraron la campaña de la senadora, pretendieron montarse en su imagen y hasta querían parecerse a ella. Otro culpable fue el PRI —y eso que el exalcalde panista ha demostrado ser el mejor priista— porque no promocionó lo suficiente las candidaturas de Acción Nacional. Eso resulta patético porque fue el propio Rivera Pérez el responsable de entregarle al tricolor cuantos caprichos quiso. Les dio prácticamente todo: el sacrificio del mejor aliado, Jorge Estefan Chidiac, diputaciones locales y federales y hasta gestionó un lugar privilegiado para Nadia Navarro Acevedo para que el tricolor la incluyera en la lista de plurinominales a San Lázaro. Pero la aberración mayor fue cuando tocaron el tema de Mario Riestra Piña, excandidato a la alcaldía de Puebla. Lo acusaron de tener un conocimiento “muy bajo” en las encuestas y “hacerse la víctima para generar un chisme de que su vida estaba en peligro”. Los integrantes de esta H. Redacción no somos panistas, pero cuando leímos esas acusaciones fue inevitable que se nos saliera un “qué poca madre”. Sobre todo, porque en el círculo rojo sabemos que el PAN tuvo un solo candidato competitivo, que luchó al final, asumió su papel de opositor, no le temblaron las corvas y jugó a ganar. Y ese fue Mario Riestra. En efecto, cometió errores garrafales que le atrajeron enemigos innecesarios, pero al final Eduardo Rivera se colgó de su imagen y posicionamiento para crecer en las encuestas. Lo que es peor, el exedil yunquista representó en la campaña al anticandidato: fue obligado a ir a la campaña, sabía que iba a perder y mientras hacía proselitismo prefirió armar la estrategia para después del 2 de junio, la cual está en marcha y consiste en mantener el control del partido a costa de lo que sea. El actuar del equipo del exmunícipe solo es el reflejo de su jefe político: timorato, patético, cobarde, sin oficio político y plagado de cinismo. Ese el PAN que quedó después del 2 de junio. Ese es el PAN que Eduardo Rivera puede ofrecer. No le pidan más.