Mario Riestra Piña tenía la oportunidad de mostrar altura política como un candidato bragado, con oficio e inteligente.
También tuvo la oportunidad de convertirse en la voz de una franja importante del electorado que busca una opción diferente a Morena.
Pudo, además, plantear una campaña fresca, innovadora que sedujera al elector indeciso, el voto switcher, los únicos sectores en donde realmente puede influir y sumarlos a su proyecto.
Desde la madrugada del lunes 21 de abril, el candidato del PRIAN decidió tirar todas esas oportunidades y optó por algo que detesta el electorado que pretende ganarse: El escándalo, el encono, la mentira.
No se sabe a ciencia cierta a quién se le ocurrió el despropósito de fingir un atentado.
El que lo propuso es un inepto; quien convenció al abanderado de montarse en la farsa es doblemente inepto; pero el encargado de hacer realidad todo es el inepto mayor.
Una vez que Alejandro N, a quien Riestra responsabilizó de amenazarlo de muerte –“tu cabeza vale 15 mil pesos”-, apareció en un video ofreciendo una versión adicional, todo se fue a la borda porque nos enteramos que el inculpado es, nada más ni nada menos, que un vendedor de tortas de San Francisco Totimehacan, quien decidió echarse varias cervezas -las suficientes para ponerse ebrio- y acudir a un mitin, acompañado de su esposa, para sacarse la foto con el candidato Eduardo Rivera Pérez y el candidato Mario Riestra.
Llevamos tres días del escándalo y hasta la fecha no hay un solo video en el que aparezca Mario Riestra sometido por el cuello a manos de Alejandro -tal y como aseguró el panista que pasaron las cosas- y presenciar el momento en que se pronuncia la siciliana frase: “tu cabeza vale 15 mil pesos”.
Entre cientos de asistentes -o miles como aseguran los panistas que acudieron ese día al zócalo de la junta auxiliar- no hubo uno solo que captara el momento preciso, lo que es ridículo. En 1994, cuando no había celulares ni redes sociales, todos pudimos ver el momento justo en que Aburto colocó una pistola en la sien de Colosio y atentó contra el candidato presidencial del PRI.
“Yo en ningún momento, te lo digo Mario, en ningún momento te amenacé como tú lo dices y si quieres podemos encarar esto, frente a frente”, retó el inculpado con una voz cortada y a punto del llanto.
Ese era el momento preciso para que Riestra Piña saliera a mostrar el arsenal de pruebas no solo para defender su palabra sino taparle la boca a todos los que dudan de su denuncia.
Pero no fue así. El panista optó por esconderse y enviar a 15 personas, algunos de ellos auténticos pendencieros de la política como José Juan Espinosa Torres o Ana Teresa Aranda, para limpiarle la cara.
A falta de videos, fotografías, decidieron reproducir un audio de ¡2018! para justificar una narrativa que ya no se concentra solo en la amenaza al candidato sino en que hay una “elección de Estado”. En tres días, el PRIAN pasó del “me quieren matar” al “se quieren robar la elección”.
La pandilla que Riestra Piña mandó para defenderlo también es muy significativa: Un vendedor de cables, cuyo hijo es beneficiario del negociazo de los parquímetros, lo mismo que uno de sus amigos con el que gobernó a sus anchas el Consejo Coordinador Empresarial, hasta que los afiliados se cansaron de sus excesos y les dieron una patada en su muy conservador trasero político.
Por ahí anduvo un empleado de Ignacio Mier Velazco del que ya no se sabe si responde a los intereses de su jefe o nomás anda en busca de una chamba; los pendencieros Espinosa Torres -quien tuvo que huir un par de años porque estaba siendo investigado por un multimillonario desfalco cuando fue alcalde de San Pedro Cholula-, Ana Teresa Aranda -que en 2016 renunció al PAN para ser candidata independiente y presentó un caudal de registros falsos de supuestos respaldo. Había muertos y hasta el entonces secretario ejecutivo del IFE.
Uno más fue un empresario que durante años gozó de un prestigio que decidió echarlo al bote de la basura por una chamba como diputado local, pese a que es postulado por un partido que apesta a gasolina robada.
También dio la cara una parte de los abanderados a regidores que son producto de cuotas de nepotismo, pactos entre la cúpula y hasta un regidor que pretende repetir en el cargo, aunque se haya comprobado que durante una gira por Estados Unidos se le hizo fácil presentar facturas de un table dance.
Esos son algunos de los soldados en la guerra de Mario Riestra, una guerra que ha dejado un solo damnificado: el candidato del PRIAN a la alcaldía de Puebla.
(Por cierto, también escondieron a Susana Riestra Piña, candidata a diputada local por la vía plurinominal, porque entre panistas también hay diferencias y, si no lo cree, le recomendamos leer la información en esta edición sobre la campaña clasista que desplegaron para desvirtuar el testimonio de Alejandro N y que el regidor Leobardo Rodríguez tuvo a bien en definir con una frase magistral: “Cómo le creen a un borrachito y no al güero de ojo verde”).