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jueves, abril 25, 2024

Un intento de robo, un cacomixtle y unas vecinas muy activas

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Qué extraños son los días del volcán en un grupo de WhatsApp denominado “Vecinos. Alertas Seguras”.

Y es que los usuarios se la pasan subiendo todo tipo de cosas.

Una señora, por ejemplo, inauguró ese chat —creado por mis vecinos hace un mes— para reclamar el robo de un mate: una infusión hecha de hierbas que se coloca en un recipiente que puede llegar a ser lo que se dice bonito.

“Vecinos. Alguien robó mi mate. Lo puse encima de mi auto en lo que abría mi casa”, escribió una tarde de estío.

Otra vecina le dijo que eso era algo muy grave que no podía suceder en el fraccionamiento.

Una tercera vecina estuvo de acuerdo en que eso era un síntoma visible de inseguridad.

Esa inseguridad por la que fue creado ese grupo de WhatsApp.

Todo empezó porque una noche dos hombres y una mujer se saltaron una barda, entraron en grupo a una casa y tomaron algunos objetos.

(Es claro que estaban enterados que el dueño había salido de fin de semana).

Alertado por los ruidos, un vecino alertó a su vez a los vigilantes, y el chisme circuló a la velocidad de un tuit en contra de los ministros de la Corte.

Los ladrones corrieron y se escondieron entonces en la única casa vacía del fraccionamiento.

(Qué extraño que supieron que estaba deshabitada).

En eso llegó la policía, y los ladrones huyeron entre piernas.

Todo iba bien para éstos de no ser porque la chica que los acompañaba —a ese acto bañado de una muy evidente delincuencia organizada— cayó al piso a la hora de saltar la barda por la que habían entrado.

Varios huesos se le rompieron en ese brutal acto de fuga fallido.

Sus acompañantes, como buenos masculinos, la dejaron a su suerte.

A partir de ese día, los vecinos que encabezan la mesa directiva del fraccionamiento tuvieron a bien organizar un grupo de WhatsApp con el fin de utilizarlo únicamente en casos de emergencia en el tema de seguridad.

Y todo iba bien hasta que la vecina denunció el robo —muy extraño— de su mate.

Alguien más, al paso de los días, dijo que había un cacomixtle —igualmente sospechoso— subiéndose a un árbol.

Y el colmo fue cuando otra vecina invitó al grupo a hacer una tanda.

Hoy por hoy, el tema es nuestro volcán y la ceniza que genera.

Cada cinco minutos alguien sube una foto o un video trucado.

El fin es claro: generar la falsa alarma de que todos nos vamos a morir.

Y es cierto.

Pero no en grupo.

Uno a uno, cada quien por su lado, nos iremos muriendo.

Unos, dentro del fraccionamiento.

Otros, a muchos kilómetros de distancia.

Pero ése francamente no es tema que tenga que importarle al grupo de WhatsApp que fue creado una de esas noches de estío.

 

 

 

 

Pompeya. José Emilio Pacheco escribió un poema con ese nombre que ahora, más que nunca, está vigente.

Se lo dejo al hipócrita lector:

La tempestad de fuego nos sorprendió en el acto
De la fornicación.
No fuimos muertos por el río de la lava.
Nos ahogaron los gases.

La ceniza se convirtió en sudario.

Nuestros cuerpos
Continuaron unidos en la piedra:
Petrificado espasmo interminable.

 

 

Las Mentiras de la Tropa. Hasta un niño de seis años sabe que el valor catastral de un predio no es lo mismo que el valor comercial.

Como gobernador, Rafael Moreno Valle estaba decidido a quedarse con el polémico terreno donde hoy se construirá la nueva sede del Congreso del Estado.

Hizo todo para presionar.

Incluso incidió al interior del ayuntamiento de Puebla para cambiar dicho uso de suelo.

Y vaya que lo logró.

De tener el multicitado terreno un uso de suelo mixto —con posibilidades de construcción, equipamiento y servicios— pasó a tener, por órdenes superiores, un uso de suelo para parques y jardines.

Eso evidentemente abarató el predio —generando una minusvalía—, y abrió el camino para generarles un daño patrimonial a los dueños.

Por eso precisamente éstos interpusieron un juicio y se negaron caer en la red tejida por Moreno Valle.

Una red armada, entre otras lindezas, con los ingredientes clásicos y épicos del poder: acoso, amenazas y torceduras de la ley.

Al recuperar el uso de suelo original, que permite construcciones de uso comercial y de equipamiento, el terreno recuperó su valor real.

No obstante, pese a que el Banco Estatal de Tierras ubicó el metro cuadrado en esa Zona de Monumentos por arriba de los 14 mil pesos el metro cuadrado, el gobierno del estado, en tiempos de don Miguel Barbosa, lo pagó a la mitad de su precio.

Hay que decir que el valor catastral que hoy ha empezado a circular en algunos medios tiene como base el anterior uso de suelo.

(El de parques y jardines).

Habrá que ver a cuánto asciende dicho valor catastral ahora que sea edificada la nueva sede del Congreso.

Quienes insisten en que el terreno se vendió por encima de su precio real le dan juego a una versión interesada y mentirosa.

Un abogado podría aclararles todo.

O el mismísimo Banco de Tierras.

No se hagan bolas, señores.

La historia es más clara que un día de verano… sin actividad del Popo.

Por cierto: ¿a los autores de los reportajes y columnas sobre el tema les gustaría que les compraran sus propiedades a valor catastral, y que el uso de suelo de las mismas fuese clasificada como parque y/o jardín?

¿Quiénes dijeron yo?

 

 

Nota Bene: nadie vende una propiedad a valor catastral por una razón:

Este valor es ínfimo frente al valor comercial.

Y no se pueden comparar peras con manzanas ni chícalas con hormigas de ciudad.

Decir que “el precio por metro cuadrado es de mil 544 pesos, muy inferior a los 7 mil 269 pesos a como vendió la empresa al Gobierno de Puebla” es precisamente eso.

Es cuanto, señores del jurado.

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