Los escupitajos que se dan a diario en la barra de esa gran cantina llamada Twitter (nunca, jamás, X) son cada día más agresivos.
De entrada, hay un club de tertulianos cuyos dilectos miembros no sólo critican todo lo que en el pasado reciente alabaron, sino que con togas y birretes metafóricos juzgan a quienes se salen de su órbita o de su base por altura entre 2.
Si fuesen jueces, serían implacables… hasta que un sobre amarillo los alcance.
(He conocido cada hijo de familia).
Si fuesen ministros, andarían entre Yasmín Esquivel y Lenia Batres, hijas naturales de ese huevo pasado por agua apellidado Zaldívar Lelo de Larrea.
Estos personajes son durísimos desde su virtual anonimato.
(Sólo se dan “likes” entre ellos).
Su tendencia a crucificar es la de un influencer.
Con una diferencia: en nada influyen y nada aportan en el debate diario.
Una vez consumidos sus tres whiskies sospechosos de rigor, salen vociferando en contra de los tertulianos que, en torno de una mesa de cantina, beben su escocés de una sola malta.
Y una vez fuera del lugar, escupen y descalifican entre vómitos y otras lindezas.
Un caso: la trama Riestra.
Un modesto vendedor de tortas —con unas cervezas de más— fue a un mitin panista en San Francisco Totimehuacán a tomarse unas fotos con los candidatos Eduardo Rivera y Mario Riestra.
No iba solo.
Lo acompañaba su esposa.
(Alejandro, así se llama, es muy conocido en el rumbo).
Primero se acercó a Eduardo Rivera y se tomó una foto con él.
Luego se acercó a Mario Riestra y le pidió la selfie.
Gente de seguridad del candidato panista a la alcaldía lo zarandeó de pronto, sin que viniera al caso el sospechosismo.
Riestra dijo horas después —en un video— que Alejandro lo había amenazado con la siguiente frase repetida dos veces: “Tu cabeza vale quince mil pesos”.
Nuestros togados de Twitter se le fueron encima al vendedor de tortas y lo crucificaron, sin rezos de por medio.
(Las murmuraciones acompañaron el ritual de extremaunción).
El hombre subió un video horas después argumentando su inocencia.
Los togados reiteraron el veredicto en su contra.
(La bilis negra, para entonces, ya se había mezclado con la bilis amarilla).
Hagamos un alto en esta trama.
Cuando Mario Aburto mató a Colosio no llevaba ni esposa ni borrachera.
Tampoco se tomó una foto con el candidato
Él fue a lo que fue.
Sacó su revólver Taurus —calibre 38— entre la multitud, y disparó.
José León Toral no llevó a la Madre Conchita a la hora en que mató a Álvaro Obregón en el restaurante La Bombilla, justo cuando éste se acaba de comer unas albóndigas en salsa de chile morita.
Cierto: se acercó a él con el pretexto para hacerle un retrato y luego disparó la Star calibre 32.
Los asesinos suelen ir solos a ejecutar a sus víctimas.
Nadie va acompañado de su esposa, y menos aún se toma fotos con los candidatos.
El modesto vendedor de tortas ya recibió la solidaridad de sus vecinos.
Todos lo conocen como un hombre muy trabajador.
Nadie en su sano juicio se pone a amenazar candidatos en su propio barrio.
Los matones no suelen vivir en los rumbos por donde cometen sus fechorías.
La mentira ha sido descubierta.
Mario Riestra no recibió amenaza alguna.
Una mente siniestra armó la trama para enrarecer las campañas electorales.
Sólo los jueces de Twitter insisten en darle credibilidad a este bulo.
No es sano mezclar la bilis amarilla con la bilis negra.
O una o la otra.
Nunca las dos juntas.
Una precisión de Fernando Manzanilla. No es común que quienes se dedican a la política en México respondan a la crítica con gestos nobles y civilizados.
Una buena mayoría opta por la diatriba o el ninguneo.
En mi más reciente columna hablé, entre otros, de Fernando Manzanilla.
Con palabras amables, me hizo algunas puntualizaciones.
Y aclaró que no es asesor de Morena —como escribí— sino de Alejandro Armenta, candidato de Morena y aliados a la gubernatura de Puebla.
Me permito transcribir algunas de las líneas enviadas por Fernando, abusando de su generosidad:
“He estado ayudando en algunos temas que me han pedido, sobre todo ligados a bases de datos y sistemas de información que manejamos de tiempo atrás. Mi contacto es con José Luis García. Trato de ayudar en la medida que lo necesitan, pero no de hacer bola. De por sí creo que la campaña va bien y la ventaja es cómoda mi buen Mario”.