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jueves, noviembre 21, 2024

La comida de los gobernadores (y el exilio de los derrotados)

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Tras la batalla del 2 de junio, los contendientes perdedores no sólo dejaron las armas: abandonaron a sus ejércitos.

Hoy vemos, en consecuencia, a soldados sangrantes doblemente abatidos:

Abatidos por la derrota y abatidos por la tristeza.

¿Tristeza de qué?

Tristeza de que su general se refugió en sus habitaciones sin decir palabra alguna.

Esos soldados —hombres y mujeres— no sólo perdieron la oportunidad del trabajo prometido, sino la dignidad reconfortante de la victoria sobre el otro.

¿Dónde quedaron, por ejemplo, Eduardo Rivera y Mario Riestra?

¿A qué lugar del infierno fueron a dar sus encuestas y sus propagandistas?

¿Qué premios de consolación les tocarán a sus generales más beligerantes?

Muchas son las viudas de la derrota, pocos son los padres de la victoria.

En la película Napoleón, de Ridley Scott, el célebre corzo pierde la batalla de Waterloo ante un comandante en jefe del ejército británico que tiene nombre de filete: el duque de Wellington.

Abatido, Napoleón regresa a Francia y es defenestrado.

Es decir: fue lanzado casi literalmente al exilio a través de una ventana del palacio de las Tullerías.

Ya en la isla de Elba, Napoleón —ya sin corona— se entera que su exmujer —Josephine— era asediada por moros, cristianos y nobles prusianos.

Es entonces que, dolido en su amor propio —formado por la la pasión sexual y el ego infinitamente lesionado—, regresa a Francia para buscar a su amada y, a la vez, la corona perdida.

Sobra decir que fracasa en el intento y es enviado a un nuevo exilio ubicado en la isla de Santa Helena, donde moriría deprimido y enfermo antes de cumplir 52 años.

Qué dura es la vida de los perdedores.

Volvamos a Puebla con nuestros napoleones.

¿Qué se fizieron?

Nadie sabe.

Lo que sí se comenta en las Tullerías poblanas es que muchos de sus incondicionales ya están buscando trabajo del lado de los ganadores.

Es la naturaleza del poder.

Alejandro Armenta y Pepe Chedraui viven la gracia de la victoria a unos pocos días del día D.

Pepe, por ejemplo, tomará unos días para vacacionar, en tanto que Alejandro compartirá mesa con el gobernador Sergio Salomón en uno de los sitios más emblemáticos del poder local: Casa Puebla.

El viernes que viene, ambos encabezarán una comida de una manera inédita: compartiendo la cabecera en sus condiciones de gobernador constitucional y gobernador electo.

¿Cuál será el menú?

Un filete Wellington no sería mala idea.

Es cuanto.

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