La cuatro T es una fuerza social.
Y toda fuerza social tiene un líder.
Ese líder es Andrés Manuel López Obrador, quien dejará de ser el presidente de la república en el primer minuto del martes 1 de octubre, Día Internacional de las Personas de Edad.
(El 1 de octubre es feriado desde 2021).
Ese día, pues, el presidente dejará de ser el presidente, pero seguirá siendo el líder social del movimiento más grande que se ha generado en México desde los tiempos del cardenismo.
Y aunque pida permiso para dejar de ser militante de Morena, y aunque se vaya a vivir a su Quinta de Palenque, el liderazgo se lo llevará a ese exilio interior.
¿Los líderes sociales pueden retirarse de la vida pública?
Ésa es la duda que mata.
Martin Luther King sólo dejó de ser líder de su movimiento cuando fue asesinado.
El propio Cárdenas se llevó el liderazgo del cardenismo a una modesta casa situada cerca del Lago de Pátzcuaro, Michoacán, una vez que se retiró de la vida pública.
López Obrador, pues, le entregará la banda presidencial a la doctora Claudia Sheinbaum Pardo el martes 1 de octubre.
¿Pero qué ocurrirá con el movimiento?
Es evidente que el bastón de mando incluye todo.
Pero hay liderazgos que son eternos.
¿Cómo se traslada el mando abstracto de una fuerza social?
Si hacemos una encuesta, la mayoría de los ciudadanos piensa que el presidente no se irá del todo.
Técnicamente, nadie nunca se va del todo.
Ni aunque venga la muerte en calcetines.
El presidente jura que se retirará a sus habitaciones en Palenque.
¿Le creemos?
La tentación del regreso es una fuerza oculta.
Nadie renuncia al poder.
La historia de este país es pródiga en ejemplos.
Plutarco Elías Calles no se fue.
Lázaro Cárdenas lo echó del país.
Echeverría fue enviado por López Portillo a un exilio forzado.
Salinas no se fue por gusto.
Zedillo le cerró la puerta.
Muchos mexicanos piensan que el presidente no se irá del todo y que siempre tendrá un pie en Palacio Nacional.
La virtual presidenta electa le tiene respeto, cariño y consideración, pero después del 1 de octubre las cosas cambiarán.
Eso significa que no compartirá el poder.
Cuando Villa invitó a Zapata a sentarse en la Silla del Águila, en Palacio Nacional, el caudillo del sur dijo un no brutalmente enfático.
“Esta silla está maldita”, dijo.
Y se sentó en otra silla.
Dos cosas cambian a los hombres de poder: la banda presidencial y la Silla del Águila.
Nadie vuelve a ser el mismo.
Quien se despoja de ambos objetos de culto, pierde 21 gramos de peso en ese instante.
Es lo que pesa el alma, dicen, pero es también lo que pesa el poder.
La doctora Sheinbaum subirá 21 gramos el martes 1 de octubre, día en que se celebra a Santa Teresa del Niño Jesús, de la orden de las Carmelitas Descalzas.
Una santa milagrosa entre las milagrosas.
Veintiún gramos marcarán la diferencia entre el que se va y la que llega.
Ufff.
Brutal historia.