Hay muchas posibilidades de que Morena y sus aliados ganen los dieciséis distritos federales en Puebla.
De eso se trata esta elección.
La idea es quedarse con las dos terceras partes de la siguiente legislatura federal para reformar la Corte, el INE y todo lo que sea posible.
Con las dos terceras partes, Morena no tendrá necesidad de recurrir a nadie.
Ése es el verdadero gobierno.
Cuando dependes de alguien, no hay gobierno.
O sí, pero supeditado a los cañonazos de dinero —en el mejor estilo de Obregón— o a otros inconvenientes políticos.
La guerra en el Poder Judicial revela lo que siempre supimos: hace falta una reforma a fondo que le otorgue credibilidad a los jueces y a los magistrados.
Las dos terceras partes en San Lázaro generarían las condiciones para hacer una reforma del Estado a fondo.
El presidente López Obrador tiene esa prioridad antes de irse.
Lo demás ya está ganado.
¿Qué es lo demás?
La Presidencia de la República, por ejemplo.
Claudia Sheinbaum es inalcanzable.
Nada se moverá de aquí al 2 de junio.
Como en los viejos tiempos del PRI, la candidata del partido oficial ganó la Presidencia desde el momento de su postulación.
Teníamos décadas de no ver este escenario.
Los principales estados de la República donde habrá elecciones de gobernador ya están también en la bolsa de Morena.
Puebla es un buen ejemplo de ello.
Alejandro Armenta supera por dos dígitos a Eduardo Rivera, quien sólo hace campaña en la zona metropolitana.
El triunfo de Armenta es como el de la doctora Sheinbaum: un arroz cocido a fuego lento.
Pero este arroz ya se coció.
Pepe Chedraui va arriba de Mario Riestra en las encuestas serias.
Y no se ve cómo los panistas le puedan dar la vuelta a esa elección.
(Las encuestas que tienen otros números son mera propaganda).
La desesperación es mala consejera.
En su dualidad esquizofrénica ahora ya denunciaron a Eukid Castañón, quien es producto de un gobierno panista.
Marko Cortés lo tuvo como mano derecha en San Lázaro cuando fueron compañeros de ruta, pero también le sirvió como puente para negociar con el gobernador Rafael Moreno Valle.
Jesús Zambrano, presidente de lo que queda del PRD (que ya es muy poco), también lo conoce bien.
Ambos fueron operadores de Moreno Valle durante varias guerras electorales.
Denunciar a uno de los suyos es esquizofrenia pura.
¿A quién denunciarán mañana?
Con esa acción, el PAN vulnera la narrativa de campaña, esa que reza que gobiernan mejor que Morena.
Sin Moreno Valle en la ecuación —o con un Moreno Valle devaluado a partir de la denuncia contra Eukid—, no hay narrativa posible.
¿Qué gobierno panista presumirán?
¿El microgobierno de Tony Gali?
Tampoco.
Él también es detestado.
El único gobierno que podrían presumir sería el de Eduardo Rivera, pero éste es un azul que se cae de morado.
La guerra saca lo peor de la gente, dice Oskar Schinlder en una película de culto filmada por Steven Spielberg.
Ya vemos que así es.
En esta guerra por la Presidencia —que en realidad es una guerra por las 2/3 partes—, Xóchitl Gálvez ha sacado lo peor de sí misma.
Se ha superado ampliamente.
Sus promotores o patrocinadores saben que no tiene la menor posibilidad para ganarle a la doctora Sheinbaum.
Lo que ellos quieren es evitar que Morena alcance las 2/3 partes en San Lázaro.
Ésa es la verdadera guerra.
Puebla les interesa para evitar que Morena gane los 16 distritos federales en disputa.
La gubernatura y algunas de las principales alcaldías saben que las tienen perdidas.
(Y así lo admiten por debajo de la mesa).
En consecuencia, la verdadera elección para ellos está en el Congreso de los diputados.
La única que ignora esta trama es la señora Gálvez.
Que alguien le avise antes de apagar la luz.
Todas las mañanas vemos a un presidente feliz, pleno, contento.
“¿De qué se ríe el licenciado?” es el título de una de las mejores crónicas escritas por Carlos Monsiváis, pero también es una pregunta que se impone al ver la risa cotidiana del licenciado López Obrador.
¿De qué se ríe?
¿Qué sabe él que nosotros no sabemos?