I. Bjørnstjerne Bjørnson (1903)
En la biblioteca de mi prepa (el CUM, en la CDMX) estaba —supongo que allí sigue— la magnífica colección Los Premios Nobel de Literatura, editada por Plaza y Janés. Tomos de 2000 páginas en los que se aglutinaban diversos autores con tal de dar el ancho jeje. Los devoré. No recuerdo haber leído, sin embargo, a este autor. Su primera novela Synnove Solbakken, fue publicada en 1857, año de la aparición de Las flores del mal de Baudelaire y Madame Bovary de Flaubert. La novela del noruego, en vez de avanzar por ese camino de vanguardia, se inscribe en las novelas naturalistas, tan en boga en la segunda mitad del siglo XIX.
II. Sigrid Undset (1928)
De ella leí su novela más famosa, Kristina Lavransdatter. Me gustó muchísimo. La volví a leer años después, con el mismo placer. Se ubica en la Edad Media noruega —el padre de la autora era historiador medieval—. Kristina es una mujer del siglo XIV que, en contra de su familia y de la sociedad, se enreda con Erlend por amor —cuando estaba prometida a otro hombre—. Las consecuencias de esa decisión la atormentan, toda vez que es cristiana. Los temas principales de la novela son la culpa, el deber y la cercanía de la muerte, lo que se describe ante la próxima muerte de Lavrans, padre de Kristina: “Se mataron animales, se preparó la cerveza, se amasó para la comida de funerales… Oír estos preparativos reanimaba a Lavrans: el último festín que iba a ofrecer no sería en modo alguno el peor de Joerungaard; el puesto de amo de casa debía abandonarlo con honor y dignidad. Un día quiso ver las dos vacas que deberían seguir su entierro…”.
III. John Fosse (2023)
Acaba de ganar hace unos días. Leí su obra Trilogía y me gustó mucho. Narra la historia de una pareja, Asle y Alida, que abandonan su ciudad natal para entregarse al amor. Lo que ella no sabe es que, antes de partir, Asle mató a la madre de ella, a un muchacho dueño de una barca —en la que navegan a otros lares— y a una comadrona. Viven en otro espacio, siempre mirándose a los ojos como eternos enamorados, hasta que él hace un viaje fatídico, en el que es atrapado por la justicia y colgado. Alida se vuelve viuda con su hijo Sigvald —que toca el violín como su padre y su abuelo—. Se le acerca un hombre maduro, Ásleik, que la invita a servir en su casa y ser su mujer. Ella acepta —tampoco tiene mucho de donde escoger—. Así pasan los años, tiene dos hijas con él —una fallece— y un día se sumerge en el mar, como Alfonsina Storni y Virginia Woolf. Lo hace porque nunca ha dejado de pensar y amar a Alse y es, quizá, una forma de encontrarse con él en otro espacio.
“Y Alida piensa que ella y Asle siguen siendo novios, que están juntos, él con ella, ella con él, ella en él, él en ella, piensa Alida, y mira el mar y en el cielo ve a Asle, ve que el cielo es Asle, y siente el viento, y el viento es Asle, Asle está ahí, Asle es el viento, si no existe, de todos modos está ahí y entonces oye a Asle decir que está ahí, que ella lo está viendo, si mira el mar, verá que él es el cielo que ella ve por encima del mar”.
La traductora y experta en literatura noruega Ana Flecha Marco explica: “Cuando el premio recae en una persona que escribe en una lengua tan pequeñita, la alegría es aún mayor. John Fosse escribe en nynorsk, uno de los dos estándares oficiales del noruego escrito, minoritario en la producción literaria en un idioma con apenas cinco millones y medio de hablantes nativos”.
A leer a John Fosse, flamante Premio Nobel de Literatura.