Recuerdo aquella noche. El viento caía templado.
La oscuridad parecía confusa. Básicamente nos desconcentraba.
Un grupo de indígenas y yo observábamos aquella noche recostados en el campo.
Se podía ver detalladamente la Vía Láctea. A los pocos segundos un indígena del Cauca colombiano comenzó a designar algunos planetas y constelaciones con sus nombres más comunes en el español.
Tomando confianza explicó la diferencia entre el orden de estrellas y su connotación desde la cultura andina: El Cinturón de Orión, la estrella de Vega, la constelación de Escorpio, la Osa Mayor, Osa Menor.
Durante el siglo II, Claudio Ptolomeo fue el responsable de profesionalizar la lectura del Cielo en el mundo occidental. Este astrónomo griego registró 48 constelaciones de las 88 que actualmente tiene inscrita la Unión Astronómica Internacional.
Desde una perspectiva contemporánea, los griegos utilizaban las estrellas para darle sentido a la mitología y al folclore de su época. Pero más allá de eso, se sabe que formaba parte fundamental de su religión.
Las estrellas y su organización en el cosmos eran descifradas por medio de personajes heroicos que muchas veces se representaban como bestias que daban sentido a lo que se conocía en la tierra.
Lo mismo sucede con los pueblos indígenas en la actualidad. Aunque antiguamente este pensamiento estaba más normalizado y difundido. La lectura del Cielo todavía influye en los usos y costumbres de las comunidades indígenas.
Los grupos étnicos Mayas y Andinos son un ejemplo evidente de este conocimiento.
Pues todavía tienen bastante clara la comprensión de dichos fenómenos y la tradición oral se ha encargado de prolongar estas ideas que van más allá de simples pensamientos arcaicos. La lectura de los astros aún se considera pertinente en la medida que influye en los procesos agrícolas, en el devenir de los hombres y su personalidad.
Incluso los pueblos Mayas determinan nombres alternos para caracterizar a las personas que nacen bajo ciertos fenómenos astronómicos y con la energía de sus entidades deificadas, según la temporada.
Lo que para Ptolomeo significó el orden específico de un grupo de estrellas, para los pueblos del mundo es posible demostrarse desde otra perspectiva.
Los pueblos andinos interpretaron e interpretan, a su manera y por sus propios medios, los astros y las constelaciones observadas, pero además son parte importante en su vida. Cada figura formada en el cielo tiene un significado calendárico y cosmogónico que va a consolidar la percepción del Espacio-Tiempo a partir de una dicotomía indisoluble y compleja.
Además de representar un aspecto concreto de la existencia misma. Desde una perspectiva menos filosófica, la lectura del Cielo determina medidas y orientación. Una brújula para viajeros y navegantes. Un detonante térmico para campesinos y agricultores. También augurios reconocibles por cualquier poblador de las comunidades más auténticas y menos perturbadas por el exterior.
Para los pueblos andinos la Vía Láctea es una guía. Observan la relación del ángulo de salida y puesta del Sol para determinar los solsticios de junio y de diciembre. Para las comunidades Aymaras y Quechwas las cuatro facetas del Sol se celebran por medio de festividades llamadas Raymi o Fiestas del Sol: Inti Raymi (Fiesta del Sol), Quilla Raymi (Fiesta de la Luna), Qapac Raymi (Fiesta del Inca) y Paukar Raymi (Fiesta del Florecimiento).
Dentro de estas comunidades existen personajes específicos que descodifican el movimiento de los astros para guiar a sus comunidades. Son llamados Amautas o maestros: astrónomos inéditos que siguen sus costumbres y tradiciones paralelamente con las actividades del Cielo. Así, las estrellas y las constelaciones sirven para guiar las ceremonias y actividades agrícolas relacionadas con sus calendarios (existentes) más subjetivos que antes, pero aún vigentes.
Es por eso que si no hay
Luna llena no es recomendable sembrar café. Se debe leer bien el Cielo para saber cuándo es buen tiempo para cosechar, se sabe específicamente cuándo es buen tiempo de riego y las fechas previamente determinadas indican los momentos adecuados para limpiar terreno. Se pronostican ciclos biológicos e incluso astronómicos.
Durante los eclipses de Luna se observa un puma comiéndose la Luna. Muchas veces la Luna se representa a través del conejo dibujado en ella.
Cuando conocí la nueva lectura de la noche desde la cosmovisión andina, aprendí a alimentarme, aprendí los procesos de siembra y cosecha. Los libros dejaron de servir aquella temporada. Las constelaciones Warawara Kjahua, Puma Yunta, Lajha Mantha, Kotu Sankha y la cruz del sur o Tawachakana eran fundamentales para tener buenas cosechas en la comunidad, saber cuándo tocar la tierra y el agua para obtener buenos resultados, e incluso, pronosticar el tiempo para los próximos viajes.
La suerte no existe, es el Cielo que también se lee.