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jueves, noviembre 21, 2024

Engorrosa reflexión sobre el ensayo de la Revolución al Revés de David Graeber (Primera Parte)

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“Aunque conservemos y descubramos nuevos archipiélagos de certidumbre, debemos saber que navegamos en un océano de incertidumbre” Morin (2006).

Como sugiere la frase de Edgar Morin, resulta complicado pensar en la incertidumbre como la base de lo que lo que pudiera considerarse real.

David Graeber trata de asentar en La Revolución al revés, las bases terminológicas atribuidas a conceptos que se convierten en parte fundamental del paradigma contemporáneo.

Los conceptos que en este ensayo se confrontan son: el realismo, la imaginación, la alienación, la burocracia y la revolución.

La problematización de su trabajo cuestiona ¿por qué dichos términos desentierran debates surgidos en los años sesenta? y por qué la idea de las rebeliones radicales que surge desde ciertas sociedades resultaría poco realista o incluso utópica.

Uno de los principales argumentos del autor, con respecto a su experiencia en movimientos y corrientes teóricas pertinentes, radica en que la violencia es la raíz de la ontología política de la derecha donde la realidad está supeditada en la fuerza de destrucción.

Por su parte, la izquierda está basada en la ontología política de la imaginación. Partiendo de realidades constituidas por una fuerza imprescindible que surge desde aspectos creativos.

Otro argumento presupone que la violencia, que ya es estructural, podría presentarse como un problema siendo que las desigualdades sistemáticas que son generadas a partir de la violencia estructural producen a su vez, estructuras sesgadas y fracturadas de la propia -imaginación-.

Y en este sentido trae a colación el término alienación, el cual define como: “la experiencia de vivir dentro de estructuras fracturadas” (Graeber) que son respaldadas por la violencia estructural de desigualdades sistemáticas, llámese: Individualismo y competencia, que pueden asumirse como base fundamental de la educación de derecha o en sistemas estructurados desde la violencia.

Algunos actos de insurrección que surgen a partir de la lógica de formular, desde la práctica, un resurgimiento de la tradición de acción directa, y como señala el autor, la propagación de movilizaciones masivas, activistas y sus tintes populares de festejo, así como la creación de nuevas instituciones democráticas que muchas veces se ven reflejados en festivales de resistencia, es importante considerar que los movimientos indígenas que han surgido en las últimas décadas, por lo menos en América Latina, se contraponen con modelos que surgen desde fracturas estructurales de pensamiento.

Es importante señalar que la lógica de existencia de muchos pueblos indígenas, parte desde lo colectivo. Esto se puede ver reflejado en la lengua. Si analizamos la morfología de la mayoría de las lenguas indígenas. Varias tienen en su estructura sintáctica un morfema que marca colectividad, incluso hay prefijos que marcan lo colectivo en nominales, lo incluyente o excluyente. Como es el caso de la lengua Ch’ol que marca un “nosotros inclusivo” y uno “exclusivo”.

Es una realidad para las comunidades relacionarse con el contexto, esto se ve manifestado en las prácticas culturales diarias.  Dichas relaciones involucran dinámicas específicas con las entidades anímicas que, tomados desde el punto de vista del autor, podrían interpretarse como procesos violentos, pero en este caso no necesariamente desde la construcción de la democracia del Estado, sino desde la misma relación con la naturaleza.

Con estos ejemplos se puede poner en evidencia la noción de propiedad privada que el autor describe ejemplificando con un auto que puede ser poseído por un individuo o por corporaciones que se presentan como individuos ficticios, pero para una red que se asume desde un pensamiento colectivo anárquico no podría adjudicarse como parte de una ideología descentralizada, ya que está sustentada desde principios igualitarios.

Algo similar sucede en comunidades con fundamentos plenamente colectivos, que a diferencia de comunidades que mantienen sus prácticas colectivas dentro de un sistema capitalista, existen aquellas que después de llevar a cabo movimientos subversivos o de resistencia lograron trasgredir algunas características de la propiedad privada.

Un ejemplo es la comunidad de Tunibamba en Ecuador, donde después de una lucha constante con los hacendados de su territorio, optaron por comprar las tierras y repartirlas. De modo que los terrenos comunitarios pertenecen a la comunidad y son trabajados por todos los miembros.

Algunos días el trabajo comunitario requiere al menos dos representantes por familia para llevar a cabo las Mingas o trabajos colectivos para siembra y cosecha.  Reparten equitativamente la producción del año (Registro personal, 2010. Tunibamba, Cotacachi, Ecuador).

Pude ser testigo de esta experiencia durante mis viajes por Ecuador. En Tunibamba coseché papa durante una Minga comunitaria o trabajo mano-vuelta.

La experiencia recorrió las entrañas del entendimiento colectivo sobre nociones indispensables de propiedad. Ahí las tierras pertenecían a un grupo. Entonces el compromiso podía ser repartido y los beneficios igualitarios.

Existían tierras que tenían dueños propios de manera simbólica y la propiedad radicaba no en la extensión o división del terreno, sino en cómo prefería trabajar cada quién la porción de tierra.

En varias ocasiones la oz acompañó mis mañanas casi nocturnas de caminatas entre siembra y lodo. Los volcanes Cotacachi e Imbabura derretían los Andes con los primeros rayos de sol. Deshierbamos, sembramos maíz, frijol y calabaza, cosechamos las papas de los Khuzu, orugas delirantes. Repletas de nutrientes.

Otro ejemplo característico para reflexionar este punto es el caso de los Zapatistas del Caracol La Garrucha. En este sitio los animales que existen en algunas comunidades no son propiedad de alguien. La comunidad se hace cargo de sus cuidados. Pero sucede algo más curioso. Desde la lengua tzotzil no se puede poseer un animal (Registro personal, 2012. Caracol La Garrucha, Comunidad N).

Pero, ¿Cómo se podría reflexionar el concepto democracia en estos contextos? Donde, desde bases alienadas, se busca una democratización social.

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