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jueves, marzo 28, 2024

Las Almas Muertas

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Le huyó a la historia.

Eso tendrá que leerse en algún momento sobre el nobilísimo trabajo de Arturo Fernando Zaldívar Lelo de Larrea como presidente del máximo tribunal de Justicia en México.

O imagínese que en una de esas togas que desfilan en cada sesión apareciera bordado con hilo de oro la palabra mediocre.

O la de apático.

O la de cobarde.

O, peor, la de traidor.

La candidez de la nota principal de Milenio, del jueves 16 de diciembre, un día después que el ministro presidente presentó su tercer informe de labores al frente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación resultó conmovedora.

Vea si no: “Zaldívar ‘categórico’: ya no hay corrupción en el Poder Judicial¨.

Categórico, así, entre comillas.

Es decir, casi categórico.

O nomás un poquito categórico.

O que no se cree que sea muy categórico que digamos.

O igual sí es categórico, pero le gana la timidez.

El arrepentimiento.

O es un categórico pero con hartas dudas.

No crean que fue un desliz del editor.

El reportero José Antonio Belmont hizo lo suyo, su parte.

Al inicio de su nota uno descubre un matiz con respecto el titular: “El ministro Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte, afirmó ‘categóricamente’ que en el Poder Judicial ya no hay corrupción ni nepotismo, ‘salvo casos aislados’”.

Afirmó “categóricamente”.

Otra vez entrecomillado.

Vamos, que casi fue categórico.

Que por poco es gol pero que pegó en el poste.

O que fue gol pero lo anuló el VAR.

Que lo que importa en realidad fue el tono en que lo dijo no lo que dijo.

Y otra.

Belmont, como muchos otros periodistas en México, no puede escapar de ese vicio chicloso: afirmar para negar.

Afirmación y negación, siempre de la manita.

Así es nuestro periodismo.

Le encanta afirmar que no hay, que no sabe, que no puede pero con el sí por delante.

Para qué negar.

Negar se les hace una horrible palabra.

Ni se diga si es algo más que una palabra, si es una costumbre o una forma de vida.

Con todo respeto, ¿Zaldívar y Milenio nos quieren o nos quisieron ver la cara de imbéciles?

¿Creen que somos imbéciles de manera categórica o categóricamente imbéciles?

Lo delicado del tema es que el presidente de la Corte lo dijo ante Andrés Manuel López Obrador, el titular de otro de los Poderes de la Unión: El Ejecutivo.

¿En qué quedamos?

¿Ya no hay corrupción ni nepotismo en el Poder Judicial?

¿A qué se refiere con “salvo casos aislados?

¿Hay o no hay?

¿Qué tan aislados son esos casos?

¿Sos muchos, poquitos, casi ninguno, a qué isla se fueron a vivir los aislados, quién los conoce?

Por qué la manía, obsesión, de los dos presidentes, el del Ejecutivo y el del Poder Judicial, de anunciarnos todos los días que se acabó la corrupción en México si sabemos que goza de cabal salud.

¿En serio creen que les creemos?

¿Se puede acabar con la corrupción a decretazo limpio?

La necia realidad, perra como es, nos recuerda todos los días que la corrupción está vivita y coleando en todos o casi todos los ámbitos públicos y hasta en los privados.

Sería bonito que se acabara, sí.

Pero llevará años, quizá décadas, desterrarla como López Obrador y Zaldívar Lelo de Larrea quieren, sueñan, imaginan.

Para acabar con la corrupción hay que acabar con la impunidad.

Y a ese toro no le entran. No quieren. O no pueden.

¿Les da miedo?

López Obrador no se quedó el miércoles a la comida tradicional con los once integrantes del pleno y esperó, prudente, para no manchar el festejo de su consentido.

Al día siguiente, en La Mañanera, AMLO calificó al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como un hombre “honesto e íntegro”.

Pero admitió que no podía decir lo mismo de otros ministros ni de jueces y magistrados.

Vamos. Lo reprobó en su tarea.

Porque, ¿cómo acabar con la corrupción si quienes deben perseguirla y castigarla no son ni honestos ni íntegros?

¿Por dónde empezar entonces?

¿Por qué López Obrador confía tanto en Zaldívar Lelo de Larrea, cuya carrera en la Corte se la debe a Felipe Calderón?

¿Se acuerdan incluso cuando López Obrador buscó extender el mandato de Zaldívar al frente de la SCJN al menos dos años más?

¿Se acuerdan lo feliz que estaba Zaldívar con la mera posibilidad?

¿Se acuerdan que esa felicidad y ese gozo pletórico se rompió con una foto?

Cuando quedó al descubierto su Street style:camisa naranja de vestir, bermudas negras, calcetas blancas y tenis negros, cargado una enorme bolsa por la Quinta Avenida de Nueva York.

Dicen que a las almas muertas, cuando se le cierran las puertas del infierno, les toca hospedarse en la Corte.

Que ahí ellas y la justicia en México duermen, se sienten tranquilas, serenas.

Que nadie las molesta, nada las perturba.

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