Uno sabe que las cosas realmente están muy mal cuando hasta los tuyos te abandonan. Eduardo Rivera Pérez está justo en ese momento. Sus antiguos matraqueros, a los que untó la mano a golpe de convenios de publicidad desde el Ayuntamiento de Puebla, decidieron marcar su distancia. El que antes era el candidato consentido -aunque en la misma elección constitucional también echaban porras a favor de Alejandro Armenta Mier-, el político incólume, el líder que la oposición necesitaba, hoy apesta a muerto fresco y su futuro es tan negro como el dinero que Pacto Social de Integración prometió inyectar a la campaña. Hace apenas una semana, con el triunfo de Jorge Romero Herrera, los mismos matraqueros afirmaban que todo estaba planchado para que el exalcalde oriundo de Toluca retuviera la dirigencia estatal del PAN. Es solo el primer paso, muestra de su músculo político, decían. Hoy es todo lo contrario. Felipillo Velázquez Gutiérrez, el candidato de Rivera Pérez, es el ejemplo del político insípido que no podrá ganar ni la elección de la mesa directiva de su colonia. Hace todavía un mes, los aplaudidores del Yunque burocrático aseguraban que había Lalo Rivera para mucho tiempo. Hoy la dupla de Mario Riestra Piña y Genoveva Huerta Villegas serán los que ganen la contienda interna porque han sumado a más consejeros. ¿Qué pasó en tan poco tiempo para que los sesudos comentarios cambiaran tan radicalmente? Ya sabe, muerto el convenio, apareció la rabia.
PROTAGONISMO Y ESTULTICIA
El mundo periodístico de la aldea poblana está lleno de especímenes singulares, pero una cosa atraviesa a casi todos los máximos representantes de esos casos de la picaresca poblana: el ego. Narcisistas siempre han existido, pero desde hace unos años al periodismo local arribó una generación de reporteros que piensan que el mundo gira a su alrededor. Cuando se conoce más a detalle su vida es imposible no caer en cuenta que ese ego es la ausencia de un abrazo y una buena nalgada a tiempo por parte de sus progenitores. Con el paso del tiempo, el problema se radicalizó y hoy estamos frente a reporteros que han llevado las cosas al límite. No dejan escapar la mínima oportunidad para sentirse el muerto en el funeral, el feto en el aborto, el estafado en un fraude ocurrido en China. El asunto se complica porque esta nueva generación tiene otras dos cualidades: Ignorancia supina sobre el periodismo y la proactividad de los ingenuos. Y, para no fallarle a don Umberto Eco, son la máxima representación de las redes sociales: “Les dan espacio a legiones de idiotas”. En estos días es muy común encontrarlos y hasta entrevistas conceden a columnistas que buscan la forma de conseguir un convenio.