Ayer, fue interesante ver cómo algunos columnistas y medios de comunicación locales intentaron lavarle la cara a la gestión del velador más caro del Ayuntamiento de Puebla, Adán Domínguez Sánchez, ante el quebranto financiero que dejará a la siguiente administración municipal. Hubo casos en que festinaron que no se contraría deuda, como si eso solucionara la crisis financiera.
A otros, por el contrario, les salió lo valiente y
despotricaron contra el gobierno panista, a pesar de
que durante tres años guardaron un silencio cómplice ante las múltiples irregularidades y sospechas de corrupción. Hoy que la gestión de Eduardo Rivera
Pérez está muerta, se atreven a darle un palazo.
Estos comportamientos, sin embargo, son el
mejor ejemplo de cómo el proceso de descomposición en el Ayuntamiento de Puebla ha tocado su clímax. La crisis financiera y administrativa es tan
grave que, sencillamente, no pudieron ocultarla. Y
es que no es nada fácil disimular que todo funciona
correctamente cuando se debe presentar el último
Estado de Origen y Aplicación de Recursos en el que
se debe explicar con claridad cuánto dinero hay en
caja y bancos, las partidas comprometidas por obras
o servicios en marcha que deben pagarse y los recursos disponibles para cerrar el año fiscal.
Ahí fue donde la puerca torció el rabo, sin importar que los jilgueros del panismo —los mismos que en la pasada campaña electoral en la mañana
eran aplaudidores de Alejandro Armenta Mier y
por la tarde se volcaban a favor de Eduardo Rivera
Pérez— aseguren que lo más importante es que no
se haya contratado una línea de crédito por 600 millones de pesos para corregir el quebranto.
Esta crisis financiera, que ahora también es política,
debe entenderse como la coronación de un gobierno
plagado de ocurrencias y fuertes sospechas de corrupción. Demostró que Eduardo Rivera es el peor político que la ciudad pudo tener como gobernante y que sus
decisiones resultaron nefastas para los ciudadanos.
¿O acaso no fue él quien decidió que Adán Domínguez fuera quien lo sustituyera en el cargo?
Si a eso le agregamos que otra característica del gobierno del PAN fue la evasión total de su responsabilidad para enfrentar problemas como la inseguridad o
que convirtieron a la ciudad en la cantina más grande del estado, se cae en cuenta que estamos ante un modus operandi inédito en la historia de Puebla.
Pero, bueno, ahora también nos enteramos que
los come hostias que despachan en el Palacio Municipal decidieron otorgarse un bono económico de fin de trienio. El cheque llegará a secretarios, subsecretarios, directores y coordinadores. En otras palabras, a la burocracia parásita que fueron incapaces
de hacer algo bueno por el municipio.
Hacia afuera y hacia adentro del Ayuntamiento
de Puebla, Eduardo Rivera impulsó una praxis política caracterizada por el sectarismo, la persecución y erradicar a la disidencia. El resultado que obtuvo,
al igual que las finanzas municipales, fue una crisis
política y la peor derrota en los últimos 25 años.
La crisis financiera, el quebranto que se heredará y
la intención se endeudar el municipio a cinco días de
que lo dejen anuló cualquier posibilidad de que Adán
Domínguez llegue a la dirigencia estatal del PAN.
Es más, la crisis también puso en caída libre a Eduardo Rivera Pérez, quien amagó con dejar el Comité Ejecutivo Nacional del PAN —ya que seguramente
ganará la planilla del diputado federal Jorge Romero
Herrera— para ser ungido como dirigente estatal.
¿Con qué calidad moral y política este par de vivales pueden aspirar a dirigir al PAN con el cochinero que dejan en el Ayuntamiento de Puebla?
Es más, la crisis financiera y política en la Comuna es la mejor arma que tiene la oposición al interior del PAN para echar a los riveristas o, por lo menos, hacerles frente en una contienda interna.
La situación se tornó más grave para Rivera Pérez.
Su sueño era convertirse en el líder del PAN.
Terminó siendo el dictadorzuelo de un país bananero.