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jueves, noviembre 21, 2024

Libros robados 2

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Como lo prometí, aquí dejo los testimonios de libros robados que recibí en [email protected] y que, por petición de los hipócritas lectores, quedaran en el anonimato. 

 

En mi adolescencia (ahora que lo pienso con muchísima vergüenza y arrepentimiento, no fue en absoluto correcto), se encuentra El joven Lennon, del catalán Jordi Sierra I Fabra. Era 1995 y recién se había transmitido por el Canal 5 la Antología de los Beatles. En aquella biblioteca modesta de la mixteca poblana, descubrir el libro y leer las narraciones de cómo John Lennon aguardaba a los marinos de Liverpool que retornaban de América con los discos de Elvis o Chuck Berry, era adentrarse en un mundo musical fascinante. Así que se me pasó el tiempo de retornar el libro en el tiempo establecido del préstamo y se quedó conmigo. A la fecha lo guardo como un tesoro, tal vez poco honroso de mi pubertad. 

 

Debí tener ocho años, cuando mi hermana mayor me llevó por primera vez a una biblioteca. Ella buscaba una enciclopedia para una tarea y yo encontré un libro cuyo nombre jamás olvidaré: Polvo de oro. 

La historia era de dos niños cavando un túnel y no recuerdo para qué o por qué, lo que sí tengo presente es que me entró la idea de llevármelo a casa para seguir leyendo. Era tan pequeño que desconocía el servicio de préstamo y la verdad es que, de haberlo sabido, igual me lo quería robar. 

A esa edad, juraba que los adultos podían leer la mente, yo veía como mi jefa cachaba siempre las mentiras de mis hermanas, por eso creí que la bibliotecaria no me quitaba los ojos de encima, porque sabía mis intenciones, entonces me asusté y lo tuve que devolver una vez que mi hermana acabó la tarea. 

 

3 

Hice mi servicio social en una biblioteca municipal de Querétaro. En el primer mes nadie la visitó, tampoco en el segundo. Yo aprovechaba ese tiempo para leer y la idea de que los libros estaban mejor en mi casa que donde nadie los consultaba, me orilló a cometer el delito varias veces. 

No fueron muchos, solo los que no estaban catalogados en inventario y todos fueron de la colección Sepan Cuántos de Porrúa que, además de vieja, es horrible, sin embargo, yo soñaba con una biblioteca personal y en casa no había dinero para eso. Ahora compro libros y los regalo para resarcir mi época de delincuente puberta. 

Este fin de semana presente mi libro El pan de la vergüenza en la Librería del Fondo de Cultura Económica, Rosario Castellanos, la charla estuvo tan buena que la librería cerró y yo seguía firmando libros y tomándome fotos llenas de amor con mis lectores. 

Acostumbro a llevar uno, dos o hasta tres libros conmigo. Me pasa que, al saberme escritora, preguntan dónde pueden comprar mi libro y yo, por supuesto, lo saco de mi bolsa y se arma la vendimia en la reunión, en el autobús, en el aeropuerto, en la fila del banco. 

Es por eso que el viernes pasado estuve a punto de robarme a mí misma, si no es porque revisé mi bolsa antes de salir y noté que llevaba un Pan de más. Imaginé la Vergüenza del bipip en la puerta y la vigilante revisando mis pertenencias. 

¿Karma? 

 

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