Los políticos profesionales saben que sus familiares deben abstenerse de ingresar a la hoguera de las vanidades.
(Ahí donde el diablo sopla tu nuca).
Moraleja: todo lo que hagan (incluyendo ciertas inmoralidades) no debe ser registrado por el ojo público.
(El ojo público, en México, es el equivalente de los servicios de inteligencia o espionaje. Hacer cosas impropias no es malo. Que te sorprendan es lo que jode).
Los hijos, las hijas, de los políticos pueden ir a esquiar a Vail.
La hoguera de las vanidades tiene, como toda hoguera, sus malditas excepciones.
Lo que deben evitar es que el ojo público los vea metiéndose cocaína por la nariz en cantidades industriales.
Esquiar sobre la nieve no es malo.
Incluso es un tema que ennoblece.
Lo que jode al erario es que el maldito dinero que usas para meterte nieve por la nariz provenga de alguna secretaría de despacho.
Con el dinero que algunos juniors nutren el espíritu —meterse coca, por ejemplo— podrían construirse mil aulas rurales o tres hospitales al estilo Dinamarca.
Por eso es que papi Caca Grande hace bien en evitar que el ojo público se entere.
(Atención: no se trata de que el junior deje de hacer lo que le nutre, se trata de que nadie se entere).
No está nada mal que la esposa del político tenga un amante de verano.
(Hay señoras que los tienen todo el año).
Lo malo no es que el dinero para coger y esquiar en Pal Arinsal, Andorra, salga del erario de alguna dependencia de gobierno.
Lo que jode es que el ojo público se entere.
Y no por el qué dirán sino porque en las campañas electorales toda la caca flota.
(La coca siempre flota, pero la caca proveniente del dinero público flota más en esta época del año).
Lo bonito de las campañas es que nos enteramos de lo que el hoy candidato —o su familia— hizo, por ejemplo, el sexenio pasado.
(Que nunca se pierda esta tradición).
El hipócrita lector se preguntará sobre la trama de esta columna habiendo temas de mayor trascendencia como el segundo debate presidencial.
Cierto.
Lo que sucede es que hacer la crónica de un par de señoras hablando de sus exmaridos no suena tan interesante.
Una amiga que suele ir a los salones de belleza me ha contado que en esos ámbitos suceden cosas parecidas.
Nunca falta la señora que suelte el veneno sobre el ‘ex’ de otra señora, lo que provoca la ira inevitable de la susodicha.
A los dos minutos, ambas ya se están gritando cosas similares a las que escuchamos la noche de este domingo: “¡Corrupta!”, “¡Narca!”, y otras lindezas.
¡Terrible!
¡Bebamos!
Citlali hundió a Lozano (No sean ordinarios). Durante una de las mesas para comentar el debate, Javier Lozano, exvocero del PRIAN —¿o sigue siendo vocero?—, no pudo con la senadora Citlali Hernández.
Durante meses enteros, Lozano la ha descalificado con toda clase de vulgaridades.
Ahora que la tuvo enfrente no fue capaz de hacerle el mínimo rasguño.
Cada vez que pudo —y pudo mucho—, la senadora lo tundió con elegancia, sin llegar a lo ordinario.
Y hasta cuando lo injurió lo hizo con guante blanco.
Lozano se salió de sus casillas y lanzó un pastelazo.
Citlali arremetió.
Y lo dejó callado.
Si acaso, balbuciente.
Y así transcurrió la mesa.
Qué paliza.