La semana transcurre políticamente correcta.
Domingo:
En el país de las formas, en el Estado de la represión y la
constante vigilancia, los sentimientos están separados del
lenguaje, los cuerpos despersonalizados y transformados
en rebaño. Para Ella resulta imposible no naufragar el
océano azul de la mirada de K. Y es que en esa corporeidad de Ella eternamente en sequía, en esa alma aún doliente, pesada y a veces incómoda, K se anuncia como una
promesa. Es decir, la Diosa Soledad declara también su
partida, pero lo hace con sus atinadas pausas.
Ella va a la iglesia con la única esperanza de verlo. Sí del
encuentro furtivo con K. Le pide a su amiga Fernanda que
la acompañe y como niña le tome muchas fotos, disimuladamente, así como si nadie las viera.
¡Qué carnaval en el cuerpo de Ella cuando ve bajar a
K de su auto! Ella corre y se esconde en la cafetería y lo
sigue con la mirada. Él entra al enorme auditorio. Ella
va detrás, pero no lo acosa. Se sienta al otro extremo del
lugar y le pide a Fernanda que atisbe detalladamente,
cada uno de sus movimientos, de sus procederes. ¡Qué
extrañamiento relacional!, se han bañado juntos, han
pasado la noche juntos, han escuchado música juntos,
toman clases juntos, pero no se llaman, no se hablan, no
se “textean”, no quedan en nada. Arrojados están a los
caprichos del destino. A las incertidumbres. A la nada.
Al salir de la iglesia Ella lo espera, cómo si no supiera
que allí ha estado toda una vida, un domingo de siempre
que son en total 48 domingos seguidos a las 11:30 de
la mañana. En la cuarta fila de la zona A, en la butaca
número 5. Donde metódicamente K se sienta, como si su
existencia no la inquietara lo suficiente al grado de desajustarla, de descolocarla TODA. No obstante, el frío Ella
suda copiosamente.
Ella lo saluda. No hay beso en el país del No beso:
–¡Hola qué gusto verte K!
–¿Cómo ha estado tu semana Ella?
–Bien. –con ansia de tí le susurra a Ella una de esas voces internas, es la voz de Natalia, indómita como el deseo– ¿Oye ya leíste por fin la lectura que les envié a todos
los de la clase?.
–Claro, de inmediato me dispuse a leerla, pensé que si la
mandaste tú seguramente estaría buena, tengo a las niñas
en casa y llevo apenas la mitad. Para el miércoles seguramente la termino y la comentamos en clase.
–Hasta el miércoles entonces.
Ella se queda feliz con el encuentro. Muellemente hidratada. Esa felicidad confortable, simple y pasajera. Levemente
viva. Y ¿para qué más discurso y más palabrerío? si precisamente lo que Ella no pretende es que el discurso se convierta
en el objeto de deseo. “El medio es el mensaje”, piensa Ella
rumbo a su coche. Ella conduce a casa. Esa domesticidad
apacible. Tom Petty entona A Face in the Crowd:
Before all of this ever went down
In another place, another town,
You were just a face in the crowd
Out in t he street walking around
A face in the crowd
Out of a dream, out of the sky
Into my heart, into my life
And you were just a face in the crowd
Out in the street, thinking out loud
A face in the crowd
Y Ella se detiene en este hecho simple. Existe en los ojos
de K y es a través de ese azul que puede perpetuarse un
poco quizá.
Lunes:
Ella recibe un correo de su amigo Charles E:
–Ella querida ¿Cómo te va con la K? Se ha encarnado
ya en tu trama o acaso también es imaginaria. Permite
ya que se encuentren los cuerpos Ella querida recuerda
lo que dice Roland Barthes: “Lo que el lenguaje oculta es
dicho a través de mi cuerpo. Mi cuerpo es un niño rebelde, mi lenguaje un adulto muy civilizado” ya estás lista
ahora sí. Lo sé yo que soy el dueño de tus cuitas. Beso tu
manos Charles E.
Martes:
El pasado se ha desdibujado casi del todo. Parece una historia ajena. Tan ajena que nunca sucedió. Los marranos se
presentan en la vida de todos, casi siempre disfrazados algunos de sapos y otros de poetas y otros de casi príncipes
con el don de la inteligencia y la voz. Hay que aprender
a distinguir las señales del travestismo. Aunque les tires
perlas se atascan y luego las defecan o simplemente las
escupen. No tienen aparato digestivo para tan preciadas
joyas. Los fantasmas del pasado de Ella se han ido a otras
tierras. Esas sombras que constantemente la engullían están de juerga en otros lares. Los apegos dormitan pálidos,
ahí quietos permanecen.
Miércoles:
Ella se disfraza de fiesta para su dichoso curso de los
miércoles. En esta ocasión decide llevar un termo de litro
y medio de café recién molido y preparado de la Isla de
Kona, junto con galletas recién horneadas para compartir
con sus compañeros de clase. Se viste de rojo en honor al
comentario que alguna vez K le hiciera: “el rojo te queda
muy bien”. Y se pone un vestido rojísimo y altísimos tacones rojos. Rojo es el indisciplinado deseo. Y llega al salón
en punto de las 7:00 pm. El café y sus aromas de la seducción. K nunca se asoma al curso. ¡Y Ella que se creía etérea
en esa su azul mirada!. Ella respira con calma. El curso
acaba. Ella sube al coche y regresa a casa. Las dudas, pobres dudas. ¡Cuánta sed!. Toda la sed. Toda la incertidumbre. La no certeza. La espera.
Jueves:
El accidente.
Ella despierta muy temprano a sus rutinas de siempre.
Los críos emprenden felices su día de colegio. Ella sale a
trotar. Los ánimos se arrastran. Ella es solicitada para un
servicio de traducción simultánea en la corte. Se alista.
Va. Regresa. Llegan los críos del colegio. El más pequeño
el “sapodrilo” le grita:
–Mamá Dalila está correteando un conejo en el jardín
se lo va a comer.
Ella corre con premura a la ventana para gritarle a la
bendita perra que se esté en paz. La nana Chave recién
ha limpiado las ventanas, están claras, impecables, no se
asoma en los vidrios el paño del polvo y el tiempo. Ella,
distraída y presurosa cree que la ventana está abierta y
con qué ímpetu trata de sacar la cabeza para gritarle al
condenado can. ¡Crash! El ruido estrepitoso. Ella cae al
piso y toma la cabeza entre sus manos. No entiende qué
ha sucedido. Se pone las manos en la frente, confusa.
Brota el sangrerío. No quiere ensuciar la alfombra ajena
de casa ajena. Se dirige mareadísima al baño. Le grita
a Chave para que suba a socorrerla. En el espejo mira
su rostro húmedo y enrojecido por la sangre que brota
como manantial. No puede distinguir de dónde emana
tanta vida. Alguna vez Ella estuvo demasiado viva. Chave la sienta y busca la herida. Arriba de la ceja del ojo
derecho aparece una cortada de más de dos pulgadas.
Chave insiste en llevarla al hospital a que le hagan unos
puntos. Ella se niega rotundamente, su umbral de dolor
es frágil. Opta mejor por los vendoletes y los poderes cicatrizantes de la árnica.
La frente de Ella, de por sí prominente se inflama, se hincha y palpita. Tras una labor de parto de más de 36 horas el
cuerno que anuncia su pronta salida es un neonato.
Dalila atrapa al desafortunado conejo y lo destaza todo.
Viernes:
Ella recibe un mail de
K es que cuando uno no espera, la
vida sucede. Así que a Ella en estas tierras de lo políticamente correcto le funciona el desapego, la pasión sojuzgada, el sentir controlado, el contagioso silencio, el recato
hipócrita etc..etc..etc.. Él le escribe:
-No pude ir al curso porque tengo a las niñas en casa y
una de ellas está enferma. Te extrañé. ¿Cuándo vienes a
escuchar música conmigo nuevamente?. Besos K.
Ella no responde de inmediato. Espera. Espera. Espera.
Y es que K es sencillo y amable, es un hombre desprovisto de artificios y estrategias. Espontáneo y simple es K, dulce como sus ojos. Para él la seducción no descansa en la palabra, reposa en su mirada, esa zona franca y
transparente.
Sábado:
No cesa la lluvia. Arrecia el frío del otoño, Ella sale a jugar
frisbee con los críos. Suben todos al brincolín y se cargan
de energía. Entran a casa. Toman chocolate caliente con
bombones derretidos.
Ella se anima y responde el correo electrónico a
K:
“La música contigo la escucho siempre a través de tus
hermosos ojos azules y de tu mirada. Besos todos, Ella”
…Los arrecifes de la ansiedad y la inhibición. El amor y
sus contingencias. La fantasía y sus rutas de navegación
de lo oculto. La fantasía, el descubrimiento de nuestras
oquedades. La fantasía, ese instante del no tiempo. La
fantasía, la transformación del miedo en erotismo. Los
cuerpos, almacenes de memorias de los deleites sensuales de la epidermis. Escribe el maestro Juan.
Domingo
Arguelles: “A veces es bueno aprender del árbol el escaso
dolor que siente por sus ramas cercenadas. La imaginación tendría que servirnos para algo más que para atizar el fuego de la angustia”.