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viernes, noviembre 22, 2024

La Tercera Voz 15

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La semana se asoma monástica.

 

Lunes

11:00 am. Ella saca la tortuga al sol.

18:00 horas. Ella mete la tortuga.

Las cosas que hace Ella para no caer en la rutina son en verdad admirables.

 

Martes

Suspendida en el aire flota como una veleta ingrávida, Ella. Recibe una llamada de su jefe, aquel checo educado en las costas cantábricas. Él le informa que el Consorcio de Universidades de los Países Bajos para el que ella trabaja ha decidido cerrar sus puertas en México hasta el semestre de otoño. –No es para menos– informa él –la pandemia cobra vidas a pasos agigantados, los alumnos han partido ya al viejo continente– asevera contundente. Ella se queda sin habla, vamos, sólo la mudez le hace compañía; y ahora también el desempleo y los apuros económicos se recrudecen.

“El ocio hace lentas las horas y veloces los años” decía Cesar Pavese. En el preciso instante que Ella recibe la desafortunada noticia, la noción de tiempo permanece extraviada. Por así decirlo, mutilada.

De pronto todos los planes se han venido estrepitosamente al suelo.

 

Miércoles

Ella trata de hacer hasta lo imposible por apegarse a pequeñas rutinas que le den un poco de sentido a esa existencia nebulosa, a ese spleen que la abraza.

11:00 am. Ella saca a asolear la tortuga.

Ella es una mujer que huye. Empieza entonces a dilucidar ese plan de escape, esa al parecer inexorable fuga geográfica a otras latitudes. El retorno a la semilla. El regreso al origen. Y empieza a cavilar sobre su vida en otra parte. Tal vez en un país del sur. Pero como dice aquel amigo paisano del espurio, “después de Chiapas todo es SUB-A-MÉ-RI-CA”. No cesa de repetirse a ella misma: “La vida está en otra parte, la vida está en otra parte…en otra parte”. Ya lo había anunciado años antes Kundera. Entonces Ella se dispone a recrear esa historia y hace todos los llamados pertinentes a la familia, en ese país del sur, para que se preparen dada su inminente llegada con los críos. La primera migración forzada del siglo para Ella ha comenzado.

18:00 horas Ella mete la tortuga.

 

Jueves

A veces Ella escucha la voz de un hombre y se sabe perdida. Los amores del pasado reposan en el olvido. Casi. No hay tiempo para detenerse en esas voces. O mejor dicho: hay tiempo de sobra, pero Ella decide encauzar sus energías hacia otras miras. Fugitivo está de Ella el deseo. Sólo la bruma la habita estos días eternos. Alienada está Ella por las noticias. –¡No me contaminen ya más!– grita, vocifera, histriónica que le gusta aparecer ante los ojos del mundo.

Ella recibe una llamada a su celular. Es el amor en turno desde Amatlán.

–Vente a pasar estos días de obligado enclaustramiento al “lugar del hacha de cobre”.

–Estoy tan alicaída que no me da la vida para emprender el vuelo.

–Lo que necesitas es un fin de semana holístico en un hostal luminoso para reestablecer los desajustes energéticos. La vida proveerá, no te angusties, déjala fluir. ¿Vienes o voy?

Ella Piensa detenidamente la propuesta. Ellos solían estar disponibles el uno para el otro y eso le daba cierta certeza a esta recién estrenada relación. Pero la certeza en exceso, lo sabe bien Ella, inevitablemente sofoca el deseo, lo sabotea.

–No vengas– le dice tajante, adustamente.

Fin de la conversación.

 

Viernes

Los críos son invitados a pasar unos días a una hacienda cafetalera en Coatepec. Ella se queda sola íngrima en la villa en actitud contemplativa y reflexiva. Percibe que hasta su sombra la ha abandonado. Se transmuta entonces en ese pájaro del poema La rama, de Octavio Paz:

Canta en la punta del pino
un pájaro detenido,
trémulo, sobre su trino.
Se yergue, flecha, en la rama,
se desvanece entre alas
y en música se derrama.
El pájaro es una astilla
que canta y se quema viva
en una nota amarilla.
Alzo los ojos: no hay nada.
Silencio sobre la rama,
sobre la rama quebrada.

 

Sábado

Ella recibe la sorpresiva visita de dos de sus amigas, Dalila y Yanina. La primera, según sus propios discursis, ha optado desde hace un lustro por el más recalcitrante de los feminismos. ¡Vaya que tenían tiempo sin reunirse! Dalila recientemente regresó de un viaje largo a Huautla, la tierra de María Sabina, donde junto con un equipo de producción graba un documental. Siempre que Dalila visita a Ella llega con algo en las manos y también entre manos. En esta ocasión el regalo es un singular e interesante kit de recreación vaginal. Consiste éste en un par de bolitas chinas con pictogramas que auguran alegría ilimitada, aceites aromáticos con propiedades para distender y contraer rítmicamente las regiones epidérmicas más privadas y un dildo bicéfalo, musical, de color fluorescente, capaz de ser visto hasta por las retinas más legañosas, lo que sigue a lo kitsch.

Con un tequila en mano Dalila se dirige a Ella:

–Te he traído el mejor de los regalos, guapa: estas bolitas chinas. Son una delicia para mantener fortalecida la musculatura vaginal.

–Gracias– dice Ella ante el inesperado obsequio.

–No olvides tu gimnasia vaginal chula. Nada como la disciplina en estos tiempos de abstención. Te recomiendo los ejercicios del Doctor Kegel para mejorar el tono muscular de esas cavidades carnosas del suelo pélvico. Mira, te dejan las puertas del paraíso en su punto, en su punto turrón, vigorizadas, casi virginales, a punto de la ebullición.

De pronto, tras las euforias del tequila, lo que prometía ser una agradable reunión empezó a tomar tintes álgidos. Franz Zappa entona The crew slut:

Hey, you’ll love it
Be a crew slut
Its a way of life
Be a crew slut
See the world
Don’t make a fuss, just get on the bus
Crew slut
Add water makes its own sauce
Be a crew slut

Y Dalila imbuida en su ira, apaga el I phone. “No tolero al misógino de Zappa”, escupe – por fin una reunión en tu villa en la que estamos solas nosotras, disfrutemos la magia sin las saturantes presencias masculinas– enfatiza. A lo que Yanina responde enérgicamente:

–Ahora más que nunca corroboro que no eres una feminista, lo tuyo es más bien un feminazismo enraizado, no tienes remedio, eres una feminazi.

Dalila hace como que no la escucha y prende un Marlboro Light, entonces se levanta y baila, pero sin música.

Ella no da crédito a lo que acaba de escuchar. El término feminazi le ha parecido un tanto estricto. Sin embargo, va muy acorde a los tiempos políticos fascistoides que nos envuelven. Para amainar las aguas y hermanar esas euforias femeninas, al grado de hacerlas cómplices, Ella coloca, de Sinead O’Connor, Nothing Compares to you. Tras ya muchos tequilas en los cuerpos, las tres cantan vigorosas:

It’s been seven hours and fifteen days
Since you took your love away
I go out every night and sleep all day
Since you took your love away
Since you been gone I can do whatever I want
I can see whomever I choose
I can eat my dinner in a fancy restaurant
But nothing
I said nothing can take away these blues
`Cause nothing compares to you

It’s been so lonely without you here
Like a bird without a song
Nothing can stop these lonely tears from falling
Tell me baby where did I go wrong
I could put my arms around every boy I see
But they’d only remind me of you
I went to the doctor n’guess what he told me
Guess what he told me
He said girl u better try to have fun
No matter what you’ll do
But he’s a fool
`Cause nothing compares to you

Brindan. ¡Y con qué vehemencia! Por los amores que se han ido y por los que acaso vendrán. Antes de que la botella quede vacía, escuchan también a Tony Childs y, ya en el debraye etílico, hasta inventan y creen que lloran.

Can’t stop, stop the hurting
Can’t stop, stop the breathing
Can’t stop, stop these tears for you my dear
Don’t know why its so bad
This life’s been so bad

I sometimes run and chase the moon
I just can
I sometimes run and chase the views
and dream of you

En algo coinciden Dalila y Yanina. No obstante las abismales posturas respecto del feminismo que las separan, ellas tienen un punto de encuentro. Dalila manifiesta: –los mejores orgasmos me los he provocado yo sola– afirma. Yanina la mira, casi con compasión, pero sin inmutarse y sin siquiera intentar el más mínimo reparo asiente. No es el caso de Ella, que una vez asomada el alba, escribe con pulso tembloroso en una servilleta: “el amor es un acto solitario o una conversación sin fin”.

…El peligro desconoce mi mirada
de color escarlata es mi deseo coagulado
huelo mi olor en ti.

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