Lunes
Ese amor secreto, está tan distante que ya casi no figura en los mapas amorosos de Ella. La última vez que supo de él fue por un mensaje en el que la invitaba a la playa. Ella entiende que ese amor secreto la ama en manso silencio, así él le haya escrito: “no es que te ame mansamente, te amo con mansedumbre y con servidumbre”. Pero a Ella el silencio invariablemente la asusta. Y lo echa de menos.
Ella ha declarado un receso con todo y con todes. Ha decidido dar descanso a esos furores uterinos; “Gimme a fuckin’ break”, habría aullado durante la última luna llena a los cuatro vientos. Esa mañana, en su mente, una sola idea iba y venía: “si el apego nos puede llevar a un escenario IN-FER-NAL, el desapego necesariamente nos debe conducir a una danza con ángeles en un performance celestial”. Y Ella se entrega toda, completa, sin reservas, al desapego.
Lo más erótico que Ella experimentó en días recientes fue cuando eligió vestir una primaveral minifalda. Ese día, al verla, su ex le dijo:
–¡Ahora sí ya hasta usas falda!.
Barato el sarcasmo, pero atinadísimo.
Martes
El Kili le insiste, mejor dicho, la persuade, o mejor dicho aún, la convence de ir al D. F. para presentarle a unos amigos: “Están muy prendidos porque te van a conocer”, remata. Un poco para mostrar el trofeito. Pero acude. Un tanto atribulada quizás por su renovado affair con el alcohol que se ha intensificado recientemente. Cada vez siente que se enreda más. A la menor y más cándida insinuación emerge raudo un pretexto para beber. Hasta la nada merece ser celebrada. Incluso, a veces, sobre todo la nada merece ser celebrada.
En punto de encuentro es el Tikis, en el corazón de la Condesa. Llegan los amigos, el Kili presenta a Ella, conversan y beben. Antes de retirarse del restaurant el Kilimanjaro le pide a Ella:
–Señora quiero amarla a rabiar.
En los labios de Ella se asoma la sonrisa del desencanto:
–No –responde Ella –mi deseo está roído ante su furia.
Fin del encuentro.
Miércoles
Ella reflexiona acerca de las recientes etiquetaciones de las que ha sido objeto. “Desequilibrada, pagada de sus caderas”, han diagnosticado los más eruditos. “El problema lo tiene bien marcado en sus caderas, inquietas y con moral distraída”, han sentenciado los más legos. Lo que no saben, ni unos ni otros, es que el equilibrio se origina precisamente ahí, en las caderas. Son ellas, esas caderas, las que dotan de equilibrio al conjunto. El resultado: balance en armonía. Pero no todos lo saben apreciar; y más aún, no todos son lo suficientemente hábiles de mente para comprenderlo. Gagos son de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Ella le escribe al amigo de sus cuitas Charles E. un e-mail en el que adjunta un poema que se encontró de equis poeta que se dice periodista o viceversa. Charles de inmediato le responde:
–La neta está padre el poema. Me gustó muchísimo. Respecto de la presentación, qué te parece si esperamos a que primero esté el libro, y ya con el texto en la mano… Oye, ¿sabes?, mañana tengo un evento muy curioso. Me invitaron a presentarme en el gran hotel de la ciudad de México (en la terraza) y al calor del vino charlar con la concurrencia. No debí haber aceptado, pero ni modo. A ver qué acontece. Ojalá vivieras en el DF para que me acompañaras a estas mamadas. Me gusta tu estilo. Charles E.
Ella contesta al momento:
“No sé a qué estilo te refieres soy una desequilibrada ilógica, en eterna fuga. Me encantaría acompañarte al numerito mañana, neta, pero ya ves las pinches distancias. Pero imagino que voy contigo….. mira voy disfrazada de súper mujer elegante, hasta con sombrero y todo el numerito. El porte muy erguido, los modales muy estudiados, el cuello largo, estiradísimo. Llego y entro contigo cogida del brazo y tú con actitud de presumir vieja. Entonces saludas. Me miran y musitan: “Ay Charles está estrenando vieja otra vez” y yo, en sus gestos, adivino lo que dicen. En ese momento interrumpo:
–Hola mucho gusto me llamo Ella soy la hermana menor de Charles, vivo en San Miguel Allende.
Luego te digo al oído:
–Qué bonito Hotel Charles preséntame a alguien, brother.
Y tú me presentas a un güey endemoniadamente feo como me atraen pero su belleza reposa y se esconde en la palabra y me quedo conversando con él, tomando mucho vino, y tiene una voz chingona, y resulta que hasta es poeta y escribe y yo lo escucho que me habla y mientras. Y. Imagino que me coge sin violencia, me lame todo, todo, todo el cuerpo y cada uno de sus intersticios, de sus pliegues, me lame toda, y se detiene en la punta de los dedos y se eterniza en los pies……y se prende a la inclemencia de mis caderas…
–Imagino ¿ves Charles?, ¿qué más nos queda?
De regreso a la vida real, ya me voy a dormir Charles. Mira estoy bien pacheca Charles, acaba de venir el “Ruffiano” y me estoy tirando un churro de mota con él. En fin, pachequeces. Que disfrutes tu hotelazo de México, tan lindo lugar. Yo iba ahí seguido con mi Andresito del alma en mis andanzas defeñas. Beso tus manos, Ella”
Fin de la epístola.
Y como la realidad es gris, Ella navega entonces en su relatos imaginarios que rezuman vida.
Viernes
Charles le envía un mail a Ella sobre el “showcito” en El Gran Hotel de la Ciudad de México:
–¿Sabes que la susodicha presentación valió la pena únicamente y nada más por tus líneas, por estas palabras que me acabas de mandar? neta, que líneas tan jefas, no dejes de escribir, podrías ser una de las escritoras jefas del momento. Entonces me enamoraría de tu literatura y le haría el amor a tu cuerpo. Por cierto, hoy leí una entrevista que le hizo una mujer a un periodista adicto a la adrenalina, me pareció padre la entrevista. Fluyó con frescura y envidiable naturalidad, como si existiera (que existe) un código invisible entre ellos. Charles E. pd. anoche estuvo el Kilimanjaro en la presentación.
Lo que Charles no sabe, es que fue Ella quien escribió la entrevista bajo seudónimo. Y que en efecto entre ella y este resbaloso personaje hay un código invisible entre ellos. La maldición del código. El orín del Sapo. Sí, ella entrevistó al Sa-po-eta o también conocido como “hombre-sin-rostro-y-con-sensibilidad-de-pato-de-plástico” para una prestigiada sección cultural de un connotado periódico nacional. A lo largo de toda la entrevista, el Sapo habló de Sí mismo y de su SAPA existencia, de que “Sapo que sabe latín sale del clóset, … más vale Sapo en mano que ranas croando, cuando el sapo come y mea el diablo que se lo crea, con quien sapos se junta a croar aprende etc”. Y, además, declamó completito de memoria el cuento de Juan José Arreola El Sapo, que insistió Arreola le había dedicado. Hasta daba brinquitos y todo el numerito. Y eructaba. Y la chisgueteaba a ella con sus orines mientras lo contaba. Así como marcando territorio.
“Salta de vez en cuando, sólo para comprobar su radical estático. El salto tiene algo de latido: viéndolo bien, el sapo es todo corazón.
Prensado en un bloque de lodo frío, el sapo se sumerge en el invierno como una lamentable crisálida. Se despierta en primavera, consciente de que ninguna metamorfosis se ha operado en él. Es más sapo que nunca, en su profunda desecación. Aguarda en silencio las primeras lluvias.
Y un buen día surge de la tierra blanda, pesado de humedad, henchido de savia rencorosa, como un corazón tirado al suelo. En su actitud de esfinge hay una secreta proposición de canje, y la fealdad del sapo aparece ante nosotros con una abrumadora cualidad de espejo”.
Fin del cuento.
Charles no acaba de convencerse que Ella está ensapada con el Sa-po-eta maldito. Tampoco entiende Charles que ella es fiel al sentimiento de la amistad, aunque él insista en que no hay amistad posible entre un hombre y una mujer. Ella es la excepción a esta constreñida regla.
Sábado
A Ella la invitan a Tepoztlán. Y se dispone a tomar el sol.
“Tómame solecito” piensa mientras se entrega a los iridiscentes rayos. Delicada que es al sol y a sabiendas de esto, escucha una voz muy dentro que le grita EXCÉDETE. Horas completas abandona su cuerpo al sol y a la piscina. Aunque esa misma noche habría de pagar las consecuencias de los ardores de su piel.
Caída la tarde se reúnen en la Casa de los Violines en Amatlán amigos varios. La intelectualidad de la zona y uno que otro hipster. Llama la atención de Ella la voz de un hombre. Esa voz que la seduce y la sitúa en un estado de pérdida. Y entre una y otra copa, los pies de Ella ya inquietos buscan el tacto del hombre.
Pero.
Él no los toca.
El amigo Estrógeno-dependiente le dice a Ella: “no todos reaccionan de la misma manera ante la perversión del pie”. Cuando los pies están a punto de desistir, el hombre de la voz, coloca entre los dedos del pie de ella, púrpura-candela, un papelito doblado en cuatro, sobre el que ha escrito a puño y letra:
–Mujer impalpable: soy un hombre cualquiera que vive como cualquiera desmadejando dudas y quehaceres, y este hombre cualquiera se sume en el tedio de una vida común. Y este hombre cualquiera a veces sueña que se enreda en la vida de una mujer como tú y la escucha en las noches. Y visita su mundo al borde de un escándalo lógico hasta que se alimenta por fin en la sed de su escote. Y en la locura de esas caderas se sueña entonces feliz. Y…
Ella lee la nota y mira esas manos prominentes y hermosas. No hay mujer sensible que resista esa escritura, esas “malditas palabras”, ese “opio literario” y esa voz vendaval y veneno. Y Ella, consciente de que el deseo es indómito y que el erotismo brota ante lo impredecible, toma la mano del hombre, cruzan el jardín, suben la terraza. Dire Straits entona “Tunnel of Love”:
And the big wheel keep on turning neon burning up above
And I’m just high on the world
Come on and take a low with me girl
On the tunnel of love
Its just the danger when you’re riding at your own risk
She said you are the perfect stranger she said baby lets
keep it like this
Its just a cakewalk twisting baby step right up and say
Hey mister give me two give me two cos two can play
–Se la esclava de mi imaginación– le susurra él a Ella mientras recorre con las manos sus caderas inauditas, vertiginosas y se detiene precisamente ahí, en esa zona franca, tibia, crapulosa, donde se anida el misterio. Océanos de ebulliciones. CAN-DE-LA.
Y se anuncia entonces el inicio de algo. Una historia sin adjetivos, sin promesa, sin proyecto.
…¿Amor? ese delicioso simulacro. El cuerpo obsceno. La fiera mente erótica. Tu asombro nutre mi deseo.