ENTREGA VI
Todos los nombres de los personajes son reales.
Todos los enredos de los personajes son ficticios.
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De las cosas horribles que se dicen de Enrique Krauze es que es sietemesino, y que entre él y Christopher Domínguez envenenaron a Octavio Paz. Otra de las cosas horribles que se dicen de él es que Isabel Turrent, su ex mujer, no soportaba que todo el tiempo estuviera hablando como si diera una charla, por ejemplo, del liberalismo en los distintos gobiernos de Porfirio Díaz.
Hay testigos presenciales que aseguran que ésta fue una de las causas del divorcio. Otra causa de peso fue que últimamente él prefería dormir abrazado a su klōn.
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Diego Osorno odia encontrarse en la FIL de Guadalajara con Julián Herbert porque la panza de uno es más grande que la del otro. De hecho, cuando ambos se encuentran, inmediatamente, como por instinto, sumen las panzas. En esas condiciones transcurren los saludos al estilo Cártel de Sinaloa.
—¿Qué pedo, bato?
—¿Qué pedo, morro?
—¿Hay pedo al rato?
—Si hay yo te aviso, ése.
Cuando se despiden, los dos sueltan las panzas y se sienten descansados.
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Los vampiros son muy predecibles. Los primeros días están a la caza de víctimas y hacen planes para llevarlos al hotel Sexus, que es conocido porque en su seno se
reúnen parejas swingers. Todos los días hacen planes y van descartando a sus posibles presas. El problema es cuando éstas prefieren quedarse en la FIL porque Villoro dará una charla sobre Messi o Ronaldo o Nacho Trelles.
Entonces los vampiros, terriblemente solos, terminan por irse al Sexus acompañados de sus sombras, que son como klōnes rupestres.
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José Agustín ya no va a la FIL aunque lo inviten. Dejó de ir desde que se cayó de espaldas de una distancia de tres metros y medio. Cayó en el foso de la orquesta. Esto ocurrió en la ciudad de Puebla en 2009.
José Agustín había terminado de dar una conferencia cuando los fans se subieron al escenario del Teatro de la Ciudad para abrazarlo y besarlo. El escritor fue dando
pasitos leves hacia atrás. Pasos prudentes, pero disasociados. El vulgo avanzaba en su embestida. Uno quería una foto, otro quería un autógrafo. Una señora parecida a Angélica María quería todo: foto, beso y autógrafo. Hay quienes juran que la señora era la mismísima Angélica María, quien fue su novia en la primera juventud. El caso es que esa señora no lo dejaba en paz, y paso a pasito lo llevó al límite del escenario. El golpe fue espantoso. Cayó literalmente de cabeza junto a un piano de cola.
El cuerpo del escritor de la onda quedó como un guiñapo. José Agustín lloraba del dolor. Lo levantaron y lo llevaron a la Beneficencia Española. El parte médico fue elocuente: seis costillas fracturadas y una lesión en el oído izquierdo. Entró a terapia intensiva. Le hicieron una resonancia magnética. Ahí detectaron una pequeña fractura en el piso medio del lado izquierdo del cráneo. No volvió a ser el mismo. Se fatigaba muy rápido. Su habla y sus movimientos se volvieron excesivamente lentos.
Ya no va a la FIL. Sale de su casa de Cuautla cada vez menos.
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Efraín Huerta tiene un hijo lampiño: David Huerta. Eso decían en todos lados Roberto Bolaño y Mario Santiago. Se burlaban de la poesía intelectual de David Huerta frente al propio Efraín, en la calle Lope de Vega, en Polanco. Éste no podía hablar. O sí: hablaba por el estómago. Los Delicados sin filtro se volvieron cáncer y los médicos le tuvieron que hacer una traqueotomía. Un hoyo en la garganta. Mataron al cáncer de momento, por eso Efraín Huerta hablaba por el estómago. Como un robot amoroso.
Hasta a su casa llegaban los infrarrealistas y se bebían su alcohol. Bolaño, incluso, se acostaba con su hija. Él se sentía el hijo que no tuvo Efraín. Se dicen cosas horribles de Bolaño.