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jueves, noviembre 21, 2024

Tercera voz 05

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Lunes:

Ella recibe una invitación para una exposición pictórica del pintor Armando García de Fernando, ganador de la Bienal de pintura Rufino Tamayo. “Detrás del Umbral” se llama la exposición. En la invitación se lee:

“Escenarios diáfanos, luminosos. Seres que transitan las taciturnas soledades, la necrópolis de los recuerdos, las cenizas de la existencia. Homenaje al silencio quebrantado, al descanso perpetuo; mas no al fin ni a las sombras, a la transmutación, al trashumar de la existencia, al curso de las aguas. Trazos sinuosos, serpenteados, resultados de obstinados insomnios en los que el artista se deleita en el hallazgo y creación de la imagen. Rito al ocaso, a la hora suprema, al óbito. Detrás del umbral, seres trashumantes”.

Ella va a la exposición y ahí lo encuentra, tras quince años de olvido. Bellísimo, el pintor. Intensísima, su obra. Ella decide adquirir la “Pesadilla en Calcuta”. Luego se marchan juntos y se entregan a una narración mutua de toda una vida de desencuentros.

 

Martes:

Ella le envía un texto a aquel hombre a quien alguna vez le dijera “Tu voz, esa cascada dulce”.

–¿Cuándo podremos platicar. Yo me pregunto?– escribe Ella.

Él responde casi de inmediato.

–Mañana mismo te hablo.

–Cuando estés en disposición, yo también– finaliza Ella.

 

Miércoles:

Esperando a que florezca el alma, Ella espera esa llamada…espera esa llamada…espera esa llamada…

–Cuando hay paz, no hay prisa.

Escribe en su diario, serena, a la espera de un futuro encuentro. Pero el amor o el enamoramiento nada tiene que ver con la paz –bien lo sabe Ella–. En estos menesteres del amor todo es un anacoluto, un escándalo lógico, un desorden neurológico. Ella abre una vez más su ahora libro de cabecera Hacia un Nuevo Desorden Amoroso, de Alain Finkielkraut, quien insiste precisamente en la ambigüedad en ese “rostro amado movedizo que provoca a quien lo obsesiona temor y desasosiego”. Acertadamente dice Finkielkraut: “sólo hay amor en la imposibilidad de detener la fuga sin fin, el infinito escurrimiento del otro”. Ella respira. Inhala. Exhala. Y palpita, palpita, palpita de tan viva de vida.

En la tarde llega a visitarla a la villa ese amigo eternamente enamorado. Sí, enamorado de otra. Él, en sus usuales soliloquios le dice a Ella:

–Me sigo extasiando nada más de evocar su recuerdo. Eres feliz denigrándome. La belleza descansa en la palabra.

Ella lo observa con detenimiento y piensa: “definitivamente los enamorados son una oda al anacoluto”.

 

Jueves del desengaño:

Quizá se deba al movimiento retrógrado aparente del planeta Mercurio, cuyos efectos deben dejar de sentirse por ahí del 11 de febrero, pero los ríos no terminan de encausarse y Ella, impaciente que suele ser, creía que ya todo estaba acomodado. Pero las sorpresas aún la aguardan, la acechan paso a paso, semana a semana. Sin ir más ese lejos, este día Ella fue recipiente de sendos avisos que informaban que no recibiría apoyo económico alguno por parte del padre para sus críos. El castigo. El látigo. Todo porque fue Ella la que decidió salirse. Todo esto, sin lugar a dudas, multiplicaba sus problemas.

En la tarde recibe una prueba más de este desfile de sorpresas. Tras recoger a sus críos en el colegio su carro empieza a fallar y a volverse lento y pesado. Sólo alcanza a dejar a los suyos en un lugar seguro y someter su medio de transporte al minucioso análisis de Nicasio, su mecánico de cabecera, al menos hasta ahora. Tras una reparación relativamente rápida, por lo tanto de dudosa eficacia, Nicasio revira y argumenta también estarse divorciando y que por eso el precio de la reparación era inamovible. Sin embargo, le rebaja 21 pesos. Bueno, algo es algo.

De regreso en taxi a la villa la espera el más valiente de sus amigos el “estrógeno dependiente”, con camioneta del año disponible en calidad de préstamo. Asientos de piel, quemacocos y todo el kit. Ella suspira: “de aquí soy”, aunque bien sabe que es temporal, como todo en la vida. Esa es la ilusión.

Cuando cae la noche San Tafil reemplaza a Santa Valeriana hasta que se asoma Monseñor Lexotán. Ella no lo resiste y se entrega a sus brazos. A la par que escucha “Little Conversations” de Concrete Blonde:

Well this little conversation
Well was over very soon
Believe in all cases there is never time enough
It’s like a book with missing pages
A Story incomplete
It’s like a painting left unfinished
It feels like not enough to eat.

 

Viernes:

Pasear su gracia y su belleza por la Condesa no es un atractivo menor. Ella se va entonces al DF de viernes a sábado.

Tras una hora y media de caminar en el Parque México se encuentra con el Conde de Alba. Refinadísimo, cultísimo y además guapísimo, vaya, en su punto. Ella recuerda la noche que pasó en su departamento entre sábanas de dos mil hilos egipcios. Tras haber ido a correr a tomarse unos jugos energéticos combinados de guayaba, jengibre, chaya y nopal, el caballero llegó y Ella permanecía aún dormida. A eso de las 11 de la mañana, cuando despertó, el desayuno ya estaba ahí, a su lado, y también el Conde. Jamás habrá de olvidar ese café latte oportuno, preciso a su gusto: tres cuartos de carga de molido fino, de tostado medio de los altos de Chiapas, orgánico. Sin azúcar, claro, con crema light, deslactosada; y espolvoreada, canela fina sin nuez moscada. Y de pronto en ese momento magnánimo, casi perfecto se asomó descaradamente el defecto: “sin tan sólo aceptaras la propuesta que te he hecho”. En efecto, el Conde defendía a toda costa la idea de casarse y, sobre ese particular, Ella sabía que no había concesiones.

 

Sábado:

La sorprende en la noche la visita de un connotado periodista miembro de la Real Academia de la Península de Yucatán, “el Kilimanjaro”. El encuentro daría a pie a que el álbum de The Beatles que antes él le obsequiara fuera retirado de la villa, por distracción y a que el también conocedor de rock precisara que Bob Dylan es el único compositor de rock que compone en narrativa: “Escribe narrativa y luego la musicaliza. No en vano ha ganado el Nobel. Escucha Sad Eyed Lady of the Lowlands, presta atención a la letra”

El resto de la noche escuchan incansablemente a Dylan y entre que el “profeta de ojos tristes vaticina que no llegará hombre alguno” beben el exquisito vodka francés de nombre aparentemente ruso. Él le obsequia el disco de Creedence Clear Water Revival con John Fogerty, titulado “Chronicle”. Y comienza nuevamente una historia musical entre ellos.

Osada que es y eufórica, ella le propone que consigan un par de tachas y se las tomen juntos. El NO del Kili es rotundo. Contundente. “Yo sólo le hago al vodka”, puntualiza severo.

Ella enlista las iniciales de posibles candidatos con quién podría echarse esas tachas: VR, JT, AP, JP, LB, FA, JB, SH, MA, GI. “Ya será” – musita Ella.

 

Domingo:

Tras el retorno del periodista a la gran urbe el boiler pide a gritos su jubilación y se manifiesta con el estallido de sus tuberías internas provocando la inundación consecuente del área. Ella permanece. Entre las aguas.

Entonces Ella recibe un correo electrónico en el que lee: “Llenar la hora – ésa es felicidad; llenar la hora, y no dejar ninguna hendidura para arrepentimiento o aprobación”. Ralph Waldo Emerson. Ella espera la llegada del prometido libro pronto a salir de más de un millón de caracteres “Los tamaños del Desamor”, la portada es el pie izquierdo de Ella.

…Es más fácil quedarse porque ahí dentro conoces a tu
verdugo, respiras en su hocico. Es más fácil quedarse con
los labios ahítos de olvido. Es más fácil quedarse. Seres
imaginarios, somos.
Hoja pálida que cercena el viento

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