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jueves, noviembre 21, 2024

El poeta es un héroe trágico: La compleja imparcialidad de la Literatura Indígena

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La lógica es considerada el arte de pensar (Metzeltin, M.), en cualquier conversación o expresión de algún texto que sea leído por un receptor, se debe tener en cuenta la importancia de la práctica del discurso.

En los inicios de mi profesión como diseñadora editorial trabajando un suplemento cultural en lenguas indígenas me enfrenté a diversos problemas que si bien, no tiene que ver completamente con la traducción desde una lengua indígena, sí tenía que ver con transcripción a alguna convención ortográfica de alguna lengua mexicana ya escrita.

Me explico; muchas veces los poetas nos proporcionaban los libros ya impresos y el director de este suplemento cultural, Gerardo Pérez, me recomendaba transcribir los poemas que no vinieran en formato digital para poder publicarlos.

Tal cual, del nguiva al español y del español al nguiva de Tepexi de Rodríguez, desde el tujtuj nacu de Cuetzalan, hasta el náhuatl de Veracruz, Puebla y Estado de México, desde el ñhahñu del valle del mezquital hasta el véneto de Chipilo. Por supuesto, no todos los poemas debían ser transcritos, ya que los escritores de esta gama de lenguas, puntualmente enviaban sus poemas en formato digital a la casa editorial donde se publicaría el Colibrí, por primera vez; el periódico: El Columnista.

Recuerdo también, que en una ocasión nos llegó un atento reclamo, en donde escuché por primera vez el nombre de Karlos Tatyisavi. De primera impresión el apellido me causó intriga. Sí, efectivamente, el escritor galardonado con el Premio Nacional Nezahualcóyotl de Lengua y Literatura Indígena en el año 2000 y en el año 2012; becario varias veces por el Fondo Nacional para la Culturas y las Artes y Escritores en Lenguas Indígenas A.C, entre otras instituciones, era quien, en esta ocasión, haciendo uso de sus palabras que como flechas acertaban en el blanco perfecto de nuestra construcción como medio impreso, advirtió que el eslogan que en ese entonces teníamos como suplemento cultural era tendencioso y ofensivo, Las otras lenguas, las otras letras, lo cual, como tema muy discutido en las ciencias sociales en donde la otredad se comenzó considerando el estudio de “los que no somos”, pero ¿…quiénes sí somos? Y ¿quiénes no somos?…Sabiendo que en México, según cifras oficiales, más del 12% de la población es indígena, pero que evidentemente, la mayoría tenemos rasgos americanos, rasgos autóctonos, la mayoría tenemos o tuvimos un familiar que hablara una lengua mexicana, entonces, quiénes son realmente esos “otros” esas “otras lenguas”, esas “otras letras”.

Unas semanas antes, el mismo escritor, el maestro Tatysavi, ya había discutido la frase de apoyo de la publicación Colibrí, en donde él mismo formó parte de nuestro consejo editorial, aludiendo a la frase de apoyo de la publicación que decía textualmente; Suplemento de Literatura en Lenguas Indígenas, el concepto “indígena” que yo pensaba que para esas décadas ya estábamos bastante acostumbrados, pero que en países sureños dicho concepto no es precisamente aceptado.

Recuerdo la declaración de la comunicadora Rosa Palomino, comunicadora aymara, a quien encontré por primera vez en la mesa de comunicación, en el marco de la IV Cumbre Continental de los Pueblos Indígenas y I Cumbre Continental de Mujeres, durante el año 2009, en donde tuve la oportunidad de participar, presentando el Colibrí. Fue a ahí donde escuché de otra mujer aymara, decir y reclamar con ímpetu, palabras más, palabras menos: ¡No somos indígenas!, ¡yo no soy indígena!, no me gusta que me llamen así, ¿Cuál es esa raza?, ¿por qué nos etiquetan? Yo soy aymara, así como mi compañera es quechua y mi otra compañera es guaraní.

A pesar de que había leído las diferentes definiciones que se le atribuían a dicho término o etiqueta, “indígena”, por ejemplo: la que el maestro Carlos Montemayor, quien ha sido considerado en varios artículos como primer impulsor del renacimiento de la literatura en lenguas indígenas, antropólogo mexica­no, estudioso de la lengua náhuatl; quien pun­tualiza el uso inoportuno del término indígena, para referir a las poblaciones autóctonas de Amé­rica, la cual, representa una construcción añeja del latín: indu (en), geno (engendrar o producir); entonces se extrae el significa­do literal: engendrado en.

Pero entre los si­glos XVI y XVIII, reitera Débora Manchón que, para los españoles, los indígenas de esas épocas eran “los otros”, los subyugados y desde ese tiempo el término indígena se considera peyorativo, incluso una forma racista de referirse a los habitantes de los pueblos originarios. Por lo menos a eso, es a lo que se refería el maestro Tatysavi, si bien, el poeta y escritor cuenta con una licenciatura en Sociología, cursada en la UNAM, y que también fue invitado especial en la Universidad de Leiden, Holanda, en donde trabajó con Jansen, especialista en el Códice 8 Venado Garra de Jaguar, Códice Mixteco, el cual, narra la historia de conquista y ascenso de uno de los grandes señores mixtecos.

El maestro Tatysavi hace fuertes críticas de los términos empleados para referirse a la cultura a la cual pertenece, la misma que vio nacer a la poeta Celerina Sánchez, cultura vulgarmente llamada “mixteca”. Dicho término, según el poeta, ha sido impuesto por los mexicas, quienes definieron la primera sensación que la neblina, las montañas y el clima les ofreció, después, el término fue considerado por los antropólogos y lingüistas, para nombrar la lengua. Eso explica que estas críticas que recibía la publicación Colibrí, fueran por la utilización del término: “mixteco” cuando se hacía referencia a los poetas en los títulos y en los renglones donde se especificaba la población a la cual perteneciera el poeta. Nosotros, como consejo editorial, decidimos eliminar esos términos que, sugeridos por los escritores, debían ser reconsiderados, interpretados, reanalizados, porque además de representar críticas importantes para el medio, daban cuenta del desapego de esta visión paternalista con la que se mira a las comunidades y a las culturas de nuestro país.

Porque como decía Eduardo Nicol en su primera filosofía de la praxis; Lo que hagan los hombres con la verdad, no la altera a ella, sino a ellos, así es como el Colibrí se fue forjando, en búsqueda de una verdad, pero una verdad interna, que trata de escapar desde el centro de la tierra, desde el interior de uno mismo, desde la interior de un ser que nace y se recrea, desde un interior poco indagado, desde el seno de una cultura, y de otra y de otra. Ñu savi, ñha ñhú, tuj tuj nacuj, nahua, rarámuri, wixárrika, maya, tzeltal, tzotzil, chinanteca, tirqui, didxazá…  Y es que desde el interior es desde donde los poetas en lenguas originaras han escrito lo no escribible, lo que muchos antropólogos tildan de inexistente; “la oralidad, no se escribe”, “las lenguas indígenas no tienen escritura, sólo se habla, porque cuando se escribe pierde sentido”. Pero recuerdo haber leído un artículo en que la poeta zoque, Mikeas Sánchez sostiene que: “es muy importante que se escriban las lenguas minoritarias en México, para que tengan un reconocimiento que se les ha negado históricamente, y lo he asumido como la responsabilidad de alguien que tuvo la fortuna de ir a la Universidad, y porque me gusta la literatura escrita también. Lo siento como una responsabilidad hacia mi pueblo, que no se pierda toda esa memoria histórica que hay en la tradición oral para darle una continuidad, y que la gente que pueda leer se dé cuenta de que no es inferior a ninguna otra literatura”.

Esta memoria es la que reiteradamente insiste el maestro Tatysavi y muchos poetas, esa parte de la historia que ha sido contada por otros, ajenos a nuestros entornos, lejanos a nuestras tierras, a nuestras lenguas, lo cual, forma parte de la paradoja filosófica, pensar lo impensado, es decir, el condicionamiento al que está sujeto un pensamiento, que desde ciertos cánones y desde los principios de lo que sí puede ser “pensable”, surge o se genera.

Ésta, parece ser, la primera problemática de la literatura que es escrita en una lengua llamada minoritaria, en las lenguas mexicanas, americanas. Pero no importando la geografía ni el calendario desde donde se sitúe este pensamiento, desde donde surja un poema. Por qué etiquetar dicha literatura, por qué enunciar la lengua desde donde sale, ¿acaso es válida sólo si se escribe en lenguas vehiculares, populares, en las lenguas que tienen gramáticas escritas?

Para Aristóteles la praxis tiene que ver con las actividades que tienen un fin en ellas mismas, a diferencia de la poiiesis, la cual encuentra su fin en actividades productivas que ellas mismas crean.

La teoría es una expresión de la praxis, pero partiendo de la idea de que la poiiesis, que en griego significa “creación” de una obra= “ergón”, un producto, un objeto, por muy abstracto que sea, como la creación de una teoría, ésta sigue siendo una obra, una creación. A diferencia de la Tejné (griego)=Techné, que en latín se traduce=Tecné y en español=Técnica.

Los géneros poéticos los describió Aristóteles, divididos en el lírico, épico y el dramático, en donde, según el filósofo, dichos géneros son un principio de orden, algo parecido a una institución. La capacidad del lenguaje humano tiene completa coherencia con el entorno de ese ser, que con su habla, con la buena aplicación discursiva puede conmover a todo receptor de una sociedad. Este acto es también un acto poético, como las figuras retóricas al momento de persuadir, ya se está  refiriendo a la praxis, al estar fabricado, producido algo, que sale de sí mismo y que exterioriza algo. Si es que se determina el concepto de producir como sacar, llevar adelante algo. También se reconoce que, en cierta forma, el trabajo en la actualidad pierde su carácter poético, por ser enajenado, a diferencia de un artista, en el que cada objeto que produce es diferente y casi único.

Eduardo Nicol distingue el carácter productivo de la poiiesis, y si ésta, será una especie de praxis, ya que, como en la poesía de la existencia, todo lo que hacemos es para crearnos. Así, es como se reconstruye la historia Ñuu Savi, no partiendo desde lo que ya se ha dicho, escrito o publicado, sino generándose a través de poesía, desde la misma lengua tu’un savi, partiendo desde metáforas, paralelismos, ritmo, armonía. Como bien dijo el maestro Tatysavi en una participación en el auditorio Piña Chán de la Escuela Nacional de Antropología e Historia: “La historia, habrá que destruirla, para poder crearla”.

Creándonos a nosotros mismos como seres humanos, nos estamos acercando, nos queremos acercar a nosotros mismos, y ocupamos como recursos los actos poéticos, reconociéndonos en este abismo de maquinarias enajenantes, en el que el hombre es un producto en masa, perdiendo el sentido para ser homogéneos. Pero en qué medida nos construimos a nosotros mismos. Maturana y Valle nos hablan de la noción de autopoético, con el cual designa un sistema que es capaz de reproducirse y ser autosuficiente, es la continua recreación o producción de nosotros mismos. Somos seres sociales o individuales.

Así se presenta la poesía Ñuu Savi, en este despertar de la memoria, en la invitación a recrearnos, es la consigna de los poetas. Porque en la antigüedad el poeta cultivaba a través de la oralidad, de la memoria oral, no escrita. Pero ¿qué pasa si, además ésta, se escribe?

Lógicamente, en las academias ha habido una tendencia creacionista, basado en un modelo creacionista desde el punto de vista de Dios, “el que creó lo que existe”, pero que en diversas culturas se elude, y en la medida en que “todo hacer es poético”, para las culturas originarias, esa creación parte desde entes naturales, que no son vistos como recursos, ni únicamente asimilados como padres creadores, pueden ser vistos como hermanos. Por lo menos así mencionaba la abuela mapuche Juana Vila Rosas, durante su ponencia en el Séptimo Encuentro Tawaintisuyu mapu-pacha, llevado a cabo en Quilmes, Buenos Aires en el año 2010, durante la ponencia Conocimiento de la comunidad mapuche, en donde menciona la noción de creación del pueblo, una creación mítica que involucra animales, entidades naturales, una visión cósmica, cosmogónica, que si partimos desde la etimología de este término se entiende que cosmos proveniente del griego y se podría traducir como: belleza, lo bello, lo bueno, lo ordenado.  Pero, ¿en qué medida se crea algo?, mencionaba Platón qué sucede cuando se “hace realidad”, esta realización es la concepción de la poiiesis, cuando “surge algo”, eso es creación.

En este sentido, cualquier poeta es “un poseído por las musas” sea cualquier creación que se encuentre produciendo, él está poseído, no es consciente en su totalidad de ese momento sublime de la creación, si baila; su cuerpo se maneja solo, quizás platicando con movimientos, si pinta; su pincel y su mano parecen tener el control total, y si escribe; su pluma puede bailar y escribir al mismo tiempo, mientras que él mismo se reconoce, se dibuja, se explora y replantea.  Qué decir de un poeta, “en el que todo lo natural está vivo, sueña, piensa; pero más bien aluden a la creación del universo, al todo en movimiento”, como menciona Celerina Sánchez, proponiendo la poesía del maestro Tatysavi e identificándose con los simbolismos propios de su cultura, porque como menciona el lingüista Luis de la Peña: “La variación lingüística es sinónimo de riqueza cultural, no hay identidad alguna sin diferencia”.

Al poeta, se le ha considerado como aquel que ejecuta el canto, porque cuando lo hace, no sabe lo que hace, porque se encuentra poseído, como decía Platón: “Todo es una especie de gran imán, porque las musas imantan al que canta y éste a su vez, imanta al público”. Provocando una cadena de endiosados, que también se pueden relacionar con el término entusiasmo de enthépos, y ¿por qué no?, con el cuestionamiento del término náhuatl para referirse a Dios= teo, más bien interpretado o posiblemente impuesto, porque Tatyisavi mencionó en la conferencia y presentación de la publicación Colibrí, en el mes de noviembre de 2015; “¿Dios?, ese es un término que no se concibe en nuestras culturas”.

Aunque, según los filósofos griegos “el poeta es un resonador de la voz divina”, quizás una mimesis; “representación de algo o alguien”. El creador está poseído y no sabe lo que hace, a pesar de que la belleza se asocia siempre a las bellas artes, tomemos en cuenta que Juan Acha (1994), en su investigación llamada: Las culturas es­téticas de América Latina (Reflexiones); editado por la UNAM, detalla y analiza la realidad estética de Latinoamérica, desta­cando un problema evidente en el estudio de arte, tanto de las culturas americanas como de todas las épocas, estos estudios requieren de una profundización esencial, por lo que occidente carece de analistas “con mirada universal, idónea y equitativa”, forjan­do innumerables observadores con mirada eurocentrista y arrogante, los cuales; “toman su país por el mundo entero” (1994, p.9).

Acha recalca que el latinoamericano tie­ne un vicio vetusto por estudiar la estética occidental como si fuera la única con valoración estética y común a todos los hombres de la tierra, pero la cuestión es: ¿dónde dejamos al arte americano? Acha maneja dos conceptos: la cultura ma­terial y la cultura espiritual, la cultura material se encarga de los bienes que son destinados a satisfacer necesidades de sub­sistencia material y la cultura espiritual procura los bienes de formación y desarrollo de la conciencia; esta misma consta de la científica, es decir, del “pensamiento lógico y crítico” y de la estética (sensibilidad o gusto). “Los latinoamericanos debemos ser consecuentes y privilegiar todo lo que beneficie a nuestro autoconocimiento y no dejarnos acomplejar por el hecho de ser pragmáticos y simplificadores”. (Acha,1994: p.12).

Algo similar me mencionó un día, durante el receso de un recital de poesía en lenguas originarias llevado a cabo en la Ciudad de Puebla en el marco del 1er Encuentro Estatal de las Artes y las Culturas en el año 2009, sentados tomando café poblano, le preguntamos al maestro Jaime Chávez Marcos, muralista, poeta y escritor ñah ñhu, que por qué suponía él, que el arte y la literatura indígena contemporánea no estaban considerados dentro de las múltiples corrientes artísticas, a lo que contestó con seguridad; “porque no hay críticos del arte y de la literatura indígena contemporánea, creo que eso es lo que se necesita”, a lo que Jackobson enfatiza aludiendo a la etiqueta de crítico literario a lo cual cuestiona el hecho de hacer siempre distinción entre lingüística pura y aplicada, entre fonética y ortoepía, pero no una distinción neta entre estudio de la literatura y la crítica, ahí mismo entran los estudios sincrónicos de la literatura, el autor asegura que: “uno de los problemas fundamentales de los estudios sincrónicos de la literatura, lo constituye precisamente la selección de los clásicos y su reinterpretación por parte de una nueva tendencia. La poética sincrónica, al igual que la lingüística sincrónica, no debe confundirse con la estática: cada fase establece una discriminación entre formas más conservadoras y formas más innovadoras”. (Jakobson. 1973: p. 351), comprendiendo un dinamismo temporal, el cual debe ser analizado, desmembrado, interpretado para la comprensión total o parcial de la problemática expuesta, una ventana que exterioriza un reflejo de la realidad y sitúa al creador en un tiempo y un espacio únicos.

La poética trata de cómo escribir una obra, cómo está construido el argumento de una obra. El maestro Luis de la Peña, quien ha dirigido el curso Poética de la Cultura, Antropología de la Creatividad, propone este vínculo entre el lenguaje mismo y la creación literaria, partiendo desde la “poética de la cultura”, en donde la literatura conserva un papel fundamental en la consolidación de una lengua, dentro de un proceso de “formación y transformación cultural”. Lo anterior parece emparentarse con el discurso del maestro Tatyisavi. El maestro Luis de la Peña Martínez, remata asegurando que: “todo proceso cultural es un proceso poético, en el que la creación de la cultura propia, continuamente se encuentra en marcha, se transforma, es imparable, no se puede detener, día con día debe renovarse, recrearse, de acuerdo a su entorno, no puede retroceder, es cuando en esta teoría se enfatiza que el lenguaje tiene un papel fundamental; es concebido como la herramienta en el ámbito en el que la cultura se expresa de modo ejemplar” (De la Peña. 2008, En revista Nuni, año VI. No. 16. p. 50).

Así parecen surgir los poemas de Kalu Tatyisavi, como menciona Celerina Sánchez, autora del prólogo del libro Tzin, Tzun, Tzan, del autor mencionado: “parten desde su lengua, los poemas están permeados de simbolismo cultural e histórico del Ñuu Savi, país de la lluvia” (Sánchez, C. En Tatysavi, Kalu.2010:p.8), pero no sólo estos poemas, sino la mayoría de la poesía de los escritores contemporáneos en lenguas originarias, en lenguas maternas, en lenguas americanas, mexicanas.

En este sentido, la responsabilidad de la promoción y difusión de las lenguas mexicanas, a través de la literatura, no nada más corresponde a los escritores, también, a los medios de comunicación. Porque los medios, ya sean impresos, digitales o de cualquier tipo, deberían encaminarse a la identificación, como se discutió en el Primer Taller-Seminario de la Región del NOA; Comunicación con Identidad, el cual se llevó a cabo en el mes de julio de 2010 en el territorio guaraní de San Pedro, Jujuy, Argentina, en donde decenas de jóvenes, adultos y mayores dialogamos el papel de la comunicación, asegurando que “la comunicación también tiene identidad”. En la mesa de redacción y prensa se discutió incluso que el periodismo debe construirse desde el lugar de origen, para lograr su objetivo principal; comunicar.

Para la mayoría, la metáfora es un recurso de la imaginación poética, una cuestión extraordinaria que ocupa el hablante por medio de su lengua, ésta se caracteriza únicamente, según el grueso de la sociedad, como  un rasgo del lenguaje. Pero en todo andar existen metáforas, incluso muchas personas consideran que pueden vivir sin metáforas, así es como plantean los autores Jhonson y Lakoff, la metáfora impregna el pensamiento y la acción, la vida cotidiana.

¿Cómo es que se ha abordado la metáfora a lo largo de la historia? -Generalmente se asocia con la poesía, incluso hay personas que dicen que ciertas lenguas son más metafóricas que otras. El tema de la metáfora indiscutiblemente es un gran tema, el cual requiere muchas cuartillas.

La naturaleza conceptual que poseemos podría considerarse una estructura importante en la construcción de nuestro pensamiento y desempeña un papel fundamental en nuestra identificación y percepción de la realidad.

Asimismo, recalcan los autores que el lenguaje es una gama de evidencias que nos dan cuenta del funcionamiento del sistema conceptual, ya que éste es bajo el cual se basa la comunicación.

Por lo tanto “nuestro sistema conceptual ordinario es de naturaleza metafórica” (Lakoff. 1995. p:40).

Muchas personas son adiestradas o educadas con preceptos que condicionan el sistema conceptual, cada cultura tiene sus propios códigos, incluso cada sistema educativo ya sea familiar o académico. Por ejemplo, el sistema de educación convencional suele fomentar competencia y demerita la colectividad. Pero en varias culturas originarias e incluso en sistemas de educación alternativos como el sistema Montessori o la educación comunitaria e intercultural, no se conciben este tipo de preceptos y de conceptos. Como menciona Lakoff en Metáforas de la vida cotidiana: “La esencia de la metáfora es entender y experimentar un tipo de cosa en términos de otra”. Aquí es donde entra la interacción entre la lengua y la cultura, por ejemplo, desde las nociones del color, los adjetivos, que muchas veces en algunas lenguas, pareciera que esta noción no existe y la noción de adjetivos puede manifestarse por medio de verbos, inclusive. Entonces comprendemos el doble o triple trabajo que realiza un escritor en alguna lengua materna, ya que como mencionaron las poetas Irma Pineda (didxazá), Ruperta Bautista (tzotzil), Ana Karen (ch’ol), durante el recital de poesía que se llevó a cabo en el auditorio Elena Garro, en el marco de la conmemoración de las lenguas maternas, en donde resaltaron que en realidad ellas consideraban que cuando escribían, escribían en dos lenguas, poemas diferentes, a pesar de que se interpreta este trabajo como traducción, pero ellas aseguran referirse a dos poemas: “…porque uno es en español y el otro en mi lengua materna”.

Celerina Sánchez describe en el prólogo del libro de Kalu Tatysavi: “Tzin, Tzun, Tzan, tres flechas, tres colibríes, tres compases, tres voces, tres épocas, tres veces trece. Ante estas triadas, lo primero que nos preguntamos es, ¿por qué se elige una lengua para nombrar otra? La respuesta primordial es, porque así lo decide el poeta; otra posible razón es que habiendo tantas lenguas en el mundo, o más concreto, en México, es lógico que se explore otra, así podríamos seguir con una enorme lista de por qué el poeta Kalu Tatysavi, hablante de la lengua Tu’un savi “palabra de la lluvia”, elige titular su libro de poemas, en lengua P’urépecha, el título alude al lugar del colibrí, pero desde cualquier otra cultura del Anáhuac es la onomatopeya del disparo de tres flechas. Entonces, el poeta, invariablemente maneja ambas en estos poemas porque finalmente, ¿cuál es la diferencia entre un colibrí y una flecha?… Así aunque lo intraducible sea el ritmo, el poeta logra realizarlo en ambas lenguas”.

Celerina Sánchez, comentó firmemente durante el Primer Encuentro de Comunicadoras Indígenas y Afrodescendientes de México y Centroamérica, realizado en San Agustín, Etla, Oaxaca, en el año 2015, la importancia del uso adecuado de la lengua, en la aplicación discursiva, porque todo significa y existen conceptos occidentales que ya están inmersos en el inconsciente, ya que seguimos repitiendo frases compuestas sin comprender a profundidad la connotación que generan.

Pues, El valor del poeta, como menciona Höldelin radica en que: “el poeta… es un héroe trágico que se enfrenta a la vida y que no debe tener miedo por enfrentarla…”

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