“La búsqueda de la verdad es más hermosa que la verdad misma” (Albert Einstein)
El no tener un criterio propio, en cualquier ámbito, es sinónimo de no tener voluntad y estar a la deriva de los acontecimientos cotidianos. Es dejarse llevar por las circunstancias sin oponer resistencia.
Aquí enfatizamos la importancia de tomar decisiones propias sin dejarse influenciar por la opinión o acciones de los demás.
Un ejemplo: durante un diplomado para el Consejo de la Judicatura del Poder Judicial (Diplomado en Comunicación Escrita y Expresión Oral) después de debatir sobre los temas a tratar para exponerlos ante un auditorio, un juez comento que él siempre traía, bajo la manga, un discurso comodín para cualquier ocasión en que le pidieran que hablara.
Con toda seguridad en sí mismo e incluso luciéndose ante el personal a su cargo manifestó que el tema era “El Amor”.
Nos habló sobre las diferentes formas en que se manifiesta el amor: amar a la familia, a la pareja, a los hijos, a la profesión, a los libros etc.
Citó a Óscar Wilde “El amor es lo más maravilloso que existe: hasta que se entera tu esposa”; “En el amor, la fidelidad es pura fisiología involuntaria, los jóvenes quieren ser fieles y no pueden, los viejos quieren ser infieles y no pueden”.
Nos citó ideas de Erich Fromm, de Ovidio, habló de Benedetti y su clásico: “Te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro”, también sobre lo que dijo Nietzsche, el cual concebía el amor como un sentimiento de propiedad, el deseo de hacer del otro un objeto deseado y poseído, mencionó a Lacan y su frese lapidaria sobre: “El hombre busca en la mujer lo que quisiera ser y la mujer busca en el hombre lo que no tiene”, etc.
Hasta que fue bruscamente interrumpido por una de sus colaboradoras, la cual manifestó su opinión sobre el tema: “Es que amar y querer no es igual”.
Mi pregunta inmediata fue brutal, rotunda y obsequiosa: ¿Por qué?
La respuesta segura, diáfana y fresca fue: “Porque el que ama su vida la da y el que quiere prefiere olvidar”.
Cuando percibí algunas risitas mustias y entrecortadas por parte de los participantes en el diplomado, aticé el fuego y le pedí que continuara.
Ella continuó diciendo: “El querer pronto puede acabar, el amor no conoce el final, porque todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar”.
A estas alturas de su convencida participación, justo cuando estaba alzando el vuelo, le corté la inspiración haciéndole la siguiente aclaración: Esa es una canción de José José, más bien, que canta José José pero es de Manuel Alejandro, un compositor español.
Con toda calma le dije: pero, tú, ¿qué piensas sobre el amor?
-Pues estoy de acuerdo- me contestó un poco seria.
Le dije: “No es suficiente con estar de acuerdo, eso es lo más cómodo”.
Lo que opines después de una labor de análisis es mucho más rico y abona más al pensamiento crítico. Una persona que siempre sigue la corriente, sin cuestionar ni tomar sus propias decisiones, es como un pez muerto que es arrastrado por las aguas, ni siquiera turbulentas.
Por el contrario, es más sano nadar contra la corriente, lo que implica tener convicciones propias y luchar por lo que se cree, incluso si va en contra de la opinión general.
Defender nuestra opinión nos fortalece y propicia la confrontación dialéctica para comprender y conocer la realidad a través de la lucha de ideas opuestas, que dan como resultado un cambio de perspectiva validado por las mentes abiertas.
Cuando seguimos la corriente, sin cuestionarla o verificarla, estamos actuando de manera pasiva y sin vida propia, porque esta zona de confort propicia el perder la identidad y la autenticidad, en tanto que si uno nada contra la corriente se mantiene fiel a uno mismo para fortalecerse.
El simple hecho de hacer o pensar lo que hace o piensa la mayoría sin cuestionarlo ni desacreditarlo, nos pone al borde del estanque del anonimato, las falacias, los intereses ocultos y, por qué no, de los sofistas.
Tenemos que desarrollar la capacidad de análisis, evaluar y cuestionar la información en forma lógica y racional, reflexiva y fundamentada, en lugar de aceptar ideas, creencias o afirmaciones sin cuestionarlas cuidadosamente.
Las ganas de ver más allá de lo superficial, alimenta nuestra curiosidad intelectual, fortalece nuestra capacidad de pensar por sí mismo, siguiendo una línea coherente de pensamiento, siempre y cuando estemos dispuestos a cambiar de opinión cuando la evidencia, los argumentos o la objetividad lo exijan.
Al estar inmersos en un mundo lleno de información y desinformación, el pensamiento crítico debe estar atento a las manipulaciones.
El peligro latente de la manipulación se encuentra entre aquellos que creen que dicen la verdad.