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jueves, abril 25, 2024

La vida versión 3.0: ¿Mito o Realidad?

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El físico de MIT, Max Tegmark, y fundador del Instituto de la Vida Futura, ha escrito un libro inquietante, en el que se plantea la posibilidad de que la vida, no importa cuál sea su sustrato (celular, metálico o de otra índole) tiene la posibilidad de evolucionar en una dirección increíblemente inédita. De acuerdo con su planteamiento, la vida en la Tierra ha experimentado dos estados evolutivos: el primero de ellos, puramente biológico, fue incapaz de rediseñar tanto su hardware como su software, esto es, su constitución física y sus capacidades inteligentes durante su periodo vital. No hubo aprendizaje, excepto las instrucciones heredadas a sus descendientes a través del ADN, de manera que los cambios ante el entorno únicamente podían darse mediante un proceso evolutivo darwiniano clásico. En cambio, en la versión 2.0 ya es posible rediseñar gran parte del software. Se trata de una evolución cultural. El caso más elocuente es el de los humanos que podemos aprender nuevas habilidades, digamos, idiomas, deportes y profesiones. Esto nos permite dentro de nuestra corta vida actualizar la visión del mundo, adaptarnos al entorno y redefinir nuestros propósitos. Según Tegmark, podríamos estar en el umbral de una nueva, espectacular versión de la vida, la versión 3.0, la cual aún no existe, pero que permitiría construir un nuevo diseño del software y, sobre todo, del hardware que nos contiene sin tener que esperar a que la evolución biológica haga su trabajo a lo largo de los siglos. La clave está en la IA.

Como sabemos, a pesar del inusitado avance tecnológico todas las especies vivas del planeta se encuentran limitadas por su hardware biológico. Si logramos dar el paso a la versión 3.0 de la vida, sostiene Tegmark, conseguiremos tomar el control de nuestro destino y liberarnos de las ataduras que nos anclan a la evolución darwiniana. Si las bacterias representan la versión 1.0 de la vida y los humanos la 2.0, podríamos concluir que los ratones se encuentran en la versión 1.1, pues son capaces de aprender muchas cosas, pero no lo suficiente como para desarrollar un lenguaje articulado o inventar su propio internet. Lo que aprenden se va con ellos a la tumba cuando mueren, impidiéndoles transmitir lo que han aprendido a la siguiente generación. De igual manera, los humanos nos encontramos hoy en día en la versión 2.1. Podemos llevar a cabo pequeñas mejoras en nuestro hardware mediante el implante de dientes, rodillas y marcapasos, por ejemplo, pero nada realmente significativo como aumentar nuestra estatura o nuestro cerebro.

La vida 1.0 apareció en la Tierra hace unos 4 mil millones de años, la versión 2.0 surgió hace aproximadamente cien mil años. ¿Cuándo nacerá la versión 3.0? Algunos investigadores de IA opinan que será durante el siglo XXII, los más optimistas creen que será mucho antes. Otros afirman que nunca llegará. Esto, dice Tegmark, ha generado una fabulosa controversia, pues atañe a todo tipo de actividad humana, desde lo económico, lo ético, lo legal hasta lo militar, y podría afectar cualquier signo vital en nuestro planeta y más allá. La respuesta parece estar en potenciar al máximo la IAG., desarrollando el aprendizaje por parajes desconocidos, en lugar de conformarnos con desarrollos inteligentes pírricos, como es la programación de máquinas que juegan ajedrez y nos dan palizas en este estrecho campo.

Según Tegmark, existen cuatro clases de personas: los utopistas digitales, los tecnoescépticos, los promotores del movimiento por una IA benigna y los luditas. Los primeros abogan por una vida digital súper inteligente IA ahora, no mañana, y están convencidos de que será algo bueno para todos, incluidos animales y microorganismos; por el contrario, los segundos son cautos y, en el mejor de los casos, piensan que si algo llega a suceder en esa dirección, será dentro de unos 300 años, así que no debemos de preocuparnos porque ninguno de nosotros será testigo de su arribo. Tegmark cita al especialista Andrew Ng: “Temer la proliferación de robots asesinos es como preocuparse por la sobrepoblación de Marte”.

Los abanderados de una IA benigna están de acuerdo con los tecnoescépticos en poner sobre la mesa las preocupaciones legales, éticas, económicas, pues eso nos mantendrán alertas y nos llevará a buen término cuando surja la vida 3.0. Por su parte, los luditas se oponen a cualquier progreso o cambio de las cosas como están y creen que la IA es mala por sí misma. Desde el punto de vista de Tegmark, el asunto no es emocionante solo por cuestiones intelectuales, sino por sus implicaciones morales y sus consecuencias para el fenómeno de la vida.

Max Tegmark, Foto de Bengt Oberger.

Un asunto importante para evitar malos entendidos, afirma Tegmark, es ponernos de acuerdo en nuestras definiciones de vida, inteligencia, conocimiento, aprendizaje. Para él, la vida es el proceso capaz de conservar su complejidad y replicarla. Como se ha dicho, la versión 1.0 permite una evolución estrictamente biológica, mediante el ADN, del hardware y del software. La vida 2.0 sigue el proceso evolutivo tradicional, si bien es posible diseñar gran parte del software a través de medios culturales y transmitirlos a generaciones futuras. La vida 3.0 dejaría vía libre para el diseño del hardware y del software de las especies biológicas, llevándola de lleno a un estadio tecnológico sin precedentes. La inteligencia, sostiene Tegmark, es la capacidad de conseguir metas complejas, mientras que la IA es una inteligencia más allá de las fronteras biológicas.

Distingue tres clases de inteligencia: una estrecha, por ejemplo, la habilidad de lograr propósitos cortos, es decir, jugar ajedrez y conducir un vehículo. Una inteligencia general, esto es, la capacidad de desarrollar casi cualquier meta, incluyendo el aprendizaje. La tercera inteligencia Tegmark la llama “universal”, la capacidad de adquirir inteligencia general mediante el acceso a datos y recursos diversos. Según él, la IAG permite alcanzar toda clase de propósito cognitivo, al menos como lo pueden lograr los seres humanos. La súper inteligencia irá más allá del nivel humano. Define civilización como la interacción de diversos grupos con formas de vida inteligente. Conciencia es la experiencia subjetiva, qualia está formada por diversas experiencias subjetivas. La ética está constituida por los principios que gobiernan la manera como debemos actuar. Teleología es la explicación última de todas las cosas. Bajo estos parámetros podemos iniciar la discusión. Quizá, no lo sabemos, la IAG permitirá catapultarnos este siglo a la vida en su versión 3.0.

Uno de los argumentos más elocuentes de Tegmark es el hecho de que materia inocua e inerte, surgida hace unos 13.8 mil millones de años, ha producido seres inteligentes y sensibles. Se pregunta: ¿cómo sucedió y, sobre todo, cuánto más refinada será en el futuro? Sin importar si se trata de organismos o robots, ¿qué significa que un ente pueda recordar, computar, aprender? Después de todo, la IA es factible, pues se ha demostrado que la inteligencia no requiere de huesos, carne, sangre, ni de una combinación intrincada de átomos de Carbono, Hidrógeno, Oxígeno y Nitrógeno.

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