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jueves, abril 18, 2024

La falacia de Héctor Sánchez

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Como nunca en la historia de Puebla se ha combatido la corrupción. Lo que siempre había ocurrido es que en campaña o en alguna entrevista de un gobernador con Montero Ponce el mandatario dijera: “Enrique, estamos combatiendo la corrupción”. Y como lo decía el gobernador, pues los niños cantores del gobierno en turno lo aplaudían, pero en realidad no se había combatido nada, es más esta se incrementaba.

Ya es un hecho histórico la salida por la puerta de servicio de un presidente del Poder Judicial estatal. Los representantes judiciales eran más intocables que el arzobispo de Puebla.

Quizá a algunos no les ha caído el 20, pero era impensable que el presidente del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) saliera por la puerta de servicio por la presunción de que incurrió en delitos que próximamente serán denunciados y que tienen que ver con la compra de facturas, es decir, se sospecha que ya había puesto su lavandería allá en Ciudad Judicial.

Vamos a quitarnos filias y fobias. Veamos las cosas como son: Rafael Moreno Valle Rosas, quien se presumía como un mandatario duro y sin sentimientos, —en  realidad era más bien un narcisista a quien nunca le abrazaron de chiquito—, fuera de encarcelar al secretario de Salud y al de Ecología con Marín, no combatió la corrupción, al contrario, sus acciones eran más venganzas políticas y para amenazar a sus opositores.

En un momento de su sexenio, por ejemplo, amenazó con demandar a 19 periodistas. Nunca lo hizo. Su meta era infundir miedo y que al final le aplaudieran. En muchos casos lo logró. No es para menos, un periodista no cuenta con nada más que con su pluma y su credibilidad. Y si ya de por sí la segunda está por los suelos, en fin.

El caso más emblemático del combate a la corrupción es el del Poder Judicial, ya que no solo cayó Héctor Sánchez Sánchez, sino varios de sus más cercanos operadores y la diputada petista Mónica Silva no le queda más que hacer muecas en las fotos y tragarse el odio porque sabe que ella provocó en buena parte la salida de su marido.

Nunca en la historia de Puebla se habían puesto las lámparas sobre el TSJ. Digamos que ese puesto era inmune, pero sobre todo impune. El caso más fuerte fue cuando la periodista Lydia Cacho señaló a Guillermo Pacheco Pulido de haber participado en el escándalo del “Góber precioso”, pero al final al abogado Pacheco no lo rosaron las investigaciones y por ello se dio el lujo de ser hasta gobernador interino.

De ahí en fuera, ni Geudiel Jiménez Covarrubias famoso por animar las tertulias y las fiestas hardcore de Mariano Piña Olaya lo acusaron de algo. La caída de Héctor Sánchez es un hecho político que ya es parte de la historia.

Lo mismo con otros personajes que han caído en la cárcel como Arturo Rueda Sánchez de la Vega, e el encarcelamiento del secretario de Movilidad, Guillermo Aréchiga Santamaría. Las denuncias que pesan sobre Fernando Crisanto Campos quien huyó del país  y que solo procesaron a su más cercana asistente por presuntamente malversar dinero del erario.

Tampoco se había visto que a un auditor estatal como es el caso de Francisco Romero Serrano lo encarcelaran.

Y las salidas de varios personajes de la administración estatal que han sido documentadas por acciones que afectaban la imagen del gobierno: Vanessa Barahona, Melitón Lozano y, por supuesto, el líder de las conjuras Fernando Manzanilla Prieto quien resultó ser un mito.

Es la primera vez que se ven varios golpes en la mesa no contra los enemigos de Miguel Barbosa, sino contra quienes no entendieron que este gobierno no sería igual que sus antecesores.

No estamos diciendo ilusamente que no sea falible esta administración, esto está hecho por humanos y se cometen errores, lógicamente, pero una cosa es cometer yerros involuntarios a incurrir en actos de corrupción.

Por eso el caso más emblemático es el de Héctor Sánchez quien en su narrativa de hacerse la víctima acusa que le crearon a él una narrativa en su contra por cuatro largos meses. Vamos, él sabía sus pecados por omisión y por comisión. Él sabe muy bien que se le trató bien tres años y traicionó la confianza de quien se la otorgó.

No podemos dejar pasar un hecho como el caso Sánchez Sánchez, porque es una medida dura pero necesaria. Muchos sabemos cómo se las gastan los jueces a quienes se les olvidó su objetivo.

Nadie ha salido a defenderlo más que alguno que otro columnista que no le queda de otra más que usar su derecho de pataleo, como al Nigromante Ruiz, pero eso lo hacen sobre todo porque sus lealtades están con la dupla Mier-Manzanilla, no porque verdaderamente sea un acto de denuncia.

No se puede defender la corrupción.

Es un absurdo.

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