Nicolás Maquiavelo inmortalizó en El Príncipe una ecuación compuesta por dos elementos, que en suma son imprescindibles para la materialización de cualquier triunfo político. Fortuna y virtud.
La virtud parte no sólo del talento o cualidades que el individuo tiene en el desempeño de tareas particulares. Sino también la intención y el trasfondo que, en este caso, sus actos políticos tienen por finalidad. El misticismo que fundamenta la aspiración política también es complemento de la virtud.
La fortuna, de igual forma, no es una en términos absolutos. La suerte se va generando en pequeños momentos, en la consecución de hechos fortuitos que simultáneamente dan cabida a otros más. Los accidentes o las causalidades que dan vida y forma a la fortuna no pueden interpretarse sin lo conocido como “El Efecto Mariposa”.
“El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. Proverbio Chino.
Iniciando la lectura del último libro publicado por el presidente López Obrador Gracias, desde las primeras hojas repite enfáticamente que la suerte siempre le ha favorecido. Cita, por ejemplo, que en su natal Tepetitán, en el municipio de Macuspana, Tabasco; el límite escolar formativo era la primaria. Y, en consecuencia, debido a la lógica comercial familiar, estaba por terminar en esa fase sus estudios para comenzar a trabajar.
Narra que, para su fortuna, un hombre bueno, un ganadero del pueblo de nombre Dorilian Domínguez convenció a sus padres de que fuera inscrito en la escuela secundaria en Macuspana, a la cual tenían que llegar transportados en caballo, dadas las imposibilidades que presentaba el camino para su tránsito.
Afirma, el ahora presidente de México, que esa fue una de las suertes que pudo haber cambiado el rumbo de su vida. Y así, en el trayecto, fueron presentadas muchas más.
Reitero. La suerte no es una, sino, una acumulación infinita de ellas.
Hay destellos de fortuna que no únicamente se presentan de forma conectiva, para que siga el rumbo de la vida sin desvio como el anterior pasaje citado del presidente Andrés Manuel. Hay otro tipo de fortuna que es igual de valiosa, que es la suerte del símbolo. Aquella que se presenta como buen presagio de que el porvenir será deslumbrantemente positivo.
Tuve la fortuna, hace unos días, de presenciar el milagro del encuentro de dos amigos. Naturalmente un “encuentro” no programado, pero sumamente esperado.
Acompañado de un ron revolucionario, conversaba con un extraordinario poeta cuyos costosos hábitos culinarios y recreativos son subsidiados por un inmejorable periodista. El único poeta que vive poéticamente.
En la receptividad de aforismos apareció, como aparecen los milagros, el mejor abogado que ha dado nuestra entidad. Se sentó con nosotros y fue consumada (sin planificar) una convivencia que llevaba mucho tiempo en el tintero.
La fortuna se encuentra, pero la virtud hay que crearla y desarrollarla en función a los aprendizajes que destilan los buenos amigos.
Encontrar a un amigo es mayor aliciente que cualquier triunfo político. En la amistad se unen la fortuna y la virtud.
Que la vida no sea tan corta para que nos sea permitido disfrutar las largas amistades.
Ars longa, vita brevis.
Los Dioses están de nuestro lado.