Los grandes retos se presentan siempre cuando los alicientes disminuyen.
No solo en política, en la vida misma, los caminos cuesta abajo son transitados cuando más presente se hace la sed y cuando el sudor no permite ver o respirar la posibilidad de mejora en el porvenir.
¿Qué mérito correspondería realizar esfuerzos solamente en los buenos momentos?
El mérito se encuentra en sonreír cuando las adversidades se mofan de uno mismo. No sonreír por nervios o por falsa seguridad. Sonreír porque se es consciente de que es inevitable el hecho de hacerle frente a los malos días. Sonreír porque no hay posibilidad de huir de las circunstancias. Sonreír porque es el primer paso para aceptar la realidad.
Sonreír y volver a reír como acto revolucionario.
Las batallas se pierden cuando se pierde la risa.
Quien sonríe gana, aun cuando pierde. Gana algo: la osadía de aceptarse, de aceptar sus propias derrotas.
Los grandes conflictos de la vida son conflictos personales; conflictos con uno mismo por el anhelo de ver realizada una proyección mental en un terreno material. En el gran número de los casos, la imposibilidad de realizar una proyección mental crea frustración y sentimiento de derrota dentro de quien se veía triunfante en el acto.
Pero, ¿qué es la derrota? ¿quién pierde? Pierde solamente quien lo intenta, pierde solamente quien apuesta, pierde solamente quien actúa.
El gran filósofo político Pepe Mújica dice que la gran victoria es volver a levantarse siempre que uno cae. Reitero, no solamente en lo político.
En el amor, en lo laboral, en la aspiración del estoicismo interno. Derrotado no es quien cae, sino quien no se levanta.
Ahora bien, ¿cómo levantarse de la fría y pegajosa almohada de concreto?
Como levantarse de las derrotas cuando la música no suena, cuando el incienso no aromatiza y cuando la poesía escasea en rimas.
No es posible alucinando que se escucha música o que se identifican olores y rimas que no existen; no es funcional caer en el autoengaño o la sugestión absurda de creer que todo mejorará al pasar la noche, simplemente conciliando el sueño y permitiendo el flujo de las manecillas.
El tiempo por sí mismo no cura. El tiempo ayuda cuando es acompañado de paciencia y de determinación. De esperanza en el porvenir. Pero no una esperanza estática; la esperanza se encuentra en el trayecto de la voluntad. La esperanza se encuentra mientras se busque, reitero, con determinación.
No existen victorias eternas ni derrotas permanentes.
Incluso los tiempos de adversidad son tiempos también de oportunidad.
Inicialmente de la oportunidad de escucharse, de sentirse y de masticar el dolor.
Aquellos sonidos, texturas y dolores que resultaban imperceptibles cuando la poesía se presentaba, cuando en un falso espejismo parecía apuntar que nunca se iría.
Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino.
Álvaro García Linera