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martes, diciembre 3, 2024

PRI: El viejo roble (2)

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El Partido Revolucionario Institucional (PRI) se somete al que debería ser el más honesto y justo examen de su conciencia histórica.

Es la oportunidad moral y ética estratégicamente más importante en sus casi 100 años de existencia.

Es un partido que ahora incluye la experiencia más amplia y completa en lo que podría definirse como un modelo de vida partidista integral. Respondió a una etapa definitoria en la nación, construyó las instituciones que reencauzaron a la nación a un modelo democrático propio, dominó a plenitud en una hegemonía política sin límites y dio vida a todos los partidos políticos que han operado en estos casi 100 años en México. A unos, los sacó del clandestinaje y les dio oportunidad real y legal, a los demás, simplemente los engendró.

Pero el error básico es que no entendió que eso no era para siempre y olvidó el método que casualmente le dio los mejores resultados: la lucha permanente al lado de quienes, con sus aspiraciones y votos le gestaron poder, un poder absoluto, amplio que escondió corrupción e impunidad, como en todas las organizaciones sociales o políticas de larga duración.

Se acostumbró a administrar el poder público, pero dejó de generarlo, lo comprometió a la inercia de su imagen y poder. Lo delegó y compartió en una partidocracia corrupta, que trasladó la decisión a los “acuerdos cupulares” más allá de la negociación con los electores.

De esa comodidad surgió su autodestrucción.

El siglo 21 interrumpió su historia de triunfos y autoridad y lo sumió desde el primer año, en una crisis que no entendió, porque supuso pasajera.

En los últimos 24 años, el PRI se ha desmoronado. No aprendió que la oposición, también es una decisión política del electorado nacional que lo puso en ese difícil lugar, para contener excesos y necedades en el mando nacional.

Ahora no tiene con quien negociar. Sus antiguos aliados están igual y poco pueden ayudarle a no perder su lugar en la nueva partidocracia. Su enemigo surgió de sus propias entrañas, se nutrió en la falta de oportunidades internas dentro del propio partido, creció con una sed de venganza y ha generado un mar de odios y polarización que no es amigable con la debilidad priista.

Al PRI le crecieron los enanos. Los nietos no reconocen en el abuelo político algo positivo, solo lucran y viatican con todo lo negativo.

Inmerso en una realidad política diferente, que no ha sabido entender, el priismo, como corriente de dirección y liderazgo ha dejado de ser importante en la gestión política, que ya no usa ideologías y en su pragmatismo no reconoce identidades originarias.

El partido ya no tiene revolución que impulsar o defender, la Cuarta Transformación es la nueva causa y programa y en ésta, no hay, así parece, lugar para el PRI.

El PRI debe innovarse, a partir de reconocer su propia circunstancia actual, el portafolio de soluciones no debe agotarse en una asamblea, como las que siempre hace, plena de simulación y ahora, enojado con todos.

El priismo se achica y rápidamente. Cada día hay menos priistas, cuando la nación necesita fortalecer su pluralidad para evitar el control total. Sus líderes peleando la reelección en los mandos, amenazando a todos los críticos de su actual nomenclatura, con la expulsión, solo entienden el interés propio, no el partidista.

Alejandro Moreno Cárdenas podrá expulsar a todos sus enemigos. Pero eso no es la solución.

La inteligencia exige crítica y tolerancia. Estos “nuevos” dirigentes priistas, que ya son viejos, viejos, en la burocracia interna, deben recordar que el pluralismo interno es la única fuente de innovación y deben olvidar los viejos conceptos de unidad, que siempre sirvieron para imponer voluntades superiores.

Pero, sobre todo, los priistas, los pocos que se quedan, deben reconocer que el enorme poder hegemónico de su partido, fue efecto de la más sencilla acción política que sostiene a los gobiernos más poderosos: La alianza fortalecida en los hechos con los electores. Viejísima experiencia de partidos inteligentes, única salida para el PRI.

Que se destruyan todos los viejos y los nuevos líderes, eso no soluciona la agonía de este partido.

Hay que salir a las calles para saber, con todo lo doloroso que sea, si hay, aún, ciudadanos y ciudadanas que quieran reintegrarse al priismo.

Es la única solución para que el PRI, no termine de morir, es también la única solución para que las decisiones nacionales abreven siempre en el pluralismo, con todos sus costos y riesgos para que a México no lo gobierne el autoritarismo total.

Por eso, ese viejo roble que es el PRI, en cuyas ramas anidaron todos los partidos políticos de ahora, no debería dejarse a su suerte.

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