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martes, diciembre 3, 2024

Álbum del recuerdo 1999–2024

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Neil Calder 

Cuando comencé a escribir las crónicas del átomo en CERN, en 1999,  el jefe de la oficina de prensa era Neil Calder, un avispado escocés que me recibió con calidez y enorme profesionalismo. Fue él quien me llevó en su jeep de la Segunda Guerra a conocer la casona de Voltaire, experiencia inolvidable. Sus consejos de cómo acercarme a los investigadores, dado que no era yo ni físico ni ingeniero, sino un novelista interesado en la comprensión pública de la ciencia y la tecnología de punta que se cultiva en este sitio, me allanaron el camino tortuoso de la confusión y el desdén. “Hablando se entiende la gente”, me dijo Neil, “pero solo si tienes algo profundo que preguntar”. 

Renilde Vanden Broeck 

Fue asistente durante varios años de Neil. En varias ocasiones Renilde gestionó por mí citas difíciles de conseguir, sobre todo con los directores de CERN y algunos líderes que no entendían por qué un escritor deseaba saber qué se cocinaba en este sitio peculiar. 

Sophie Tesauri 

Desde la primera vez que Sophie me acompañó a realizar entrevistas y visitas a diversas instalaciones de CERN me di cuenta que se trataba de alguien amable, serena y llena de energía. Ella facilitó mi acceso a instalaciones donde pocos tienen acceso. Comprendió mi diletantismo, la clase de curiosidad que animaba mis viajes al interior del átomo. Detrás de Sophie aparece Julie Heffner, asistente de prensa. 

Tulio Basaglia 

Su labor como jefe del Servicio de Información Científica de CERN ha sido invaluable. Gracias a él pude presentar en sendas ocasiones ante la comunidad de CERN mis libros El universo en un puñado de átomos (Tusquets/Planeta), así como la novela El Mercurio volante (FCE), en el auditorio Georges Charpak. Afable, de una cultura impresionante, Tulio tiene el don de la amistad sincera. 

Jóvenes promesas 

Durante uno de mis viajes a CERN me encontré en el comedor principal a dos muchachos que habían venido a realizar una breve estancia con el propósito de empaparse de lo que aquí se hace, tanto en términos científicos como ingenieriles. Uno de ellos, europeo, venía de la Universidad de Sevilla y el otro, africano, de la Universidad de Ghana. Ambos me expresaron su profunda alegría por encontrarse en un sitio donde se llevan las ideas a extremos insospechados. 

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