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jueves, mayo 2, 2024

Tabla en construcción

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Roald Hoffmann*  

 

Sólo hay un gran poeta, a quien conozco, que generalmente no necesita un segundo borrador. La mayoría de nosotros revisamos como hizo William Blake con su famoso poema “El tigre” de su libro Canciones de la inocencia (abajo, izquierda): Es un gran alivio para aquellos de nosotros que debemos cambiar para mejorar, o arruinar, y cambiar otra vez, nuestros trabajos, ver a Blake esforzarse en la búsqueda de la palabra precisa; descubrirlo tachando “los brazos”, y escribiendo en vez de ello “abrazo”, “apretón” o “temido abrazo”.  

Setenta y cinco años después de Blake, Dmitri Ivanovich Mendeléyev pone los pesos atómicos de los elementos en tarjetas. Las pone sobre la mesa, las baraja y vuelve a ordenar de maneras diferentes. Es un juego solitario, esta paciencia atómica. El patrón emergente debe anotarlo para un trabajo que Mendeléyev va a presentar; los dibujos de las tarjetas no le sirven, así que dibuja una tabla (arriba, derecha).”  

Era un borrador, como el de Blake. El titanio al lado del silicio está tachado, el hidrógeno está desplazado hacia otro sitio. Abajo hay una lista de elementos esperando ser colocados en la tabla. Sobre éstos, en ruso abreviado dice, “No encajan: In, Er, Th, Y”. Los hizo encajar. Este borrador muestra un acto de creación, y que ese acto es humano. Todos podemos aspirar a él. 

Manuscrito de William Blake  http://www.bl.uk/manuscripts/Viewer.aspx?ref=add_ms_49460_fs001r,
Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=28119716

Mendeléyev dejó a los números hablar (en este caso los pesos atómicos de los elementos) como hizo Blake describiendo en otro lenguaje, en otro tiempo, las maravillas del tigre. Mendeléyev no dejó que los números lo dominaran. En esa época se creía que el peso atómico del telurio era mayor que el del yodo. Pero él tenía sus razones para postular que las determinaciones experimentales del peso atómico de estos elementos eran levemente incorrectas: el patrón del Solitario que le hizo colocar al telurio antes que el yodo. Tuvo el valor de dejar espacios en blanco en su tabla para elementos que manos hábiles e ingeniosas aún tendrían que descubrir.  

La “tremenda simetría” de los elementos fue así enmarcada por un científico ruso. Mendeléyev concibió este increíblemente útil icono de la química sin comprender en principio por qué la tabla era de esa manera. En sus propias palabras: “Ésta [la tabla] ha evolucionado independiente de toda concepción de la naturaleza de los elementos. No se origina en lo más mínimo de la idea de una única materia y no tiene conexión histórica con esa reliquia de los tormentos del pensamiento clásico.” Mendeléyev hacía alusión al platonismo; despreciaba la filosofía clásica (tiempo después diría que lo que Rusia necesitaba más que un Platón era dos Newton), Para su comprensión hubo que esperar cuarenta y cuatro años, seis después de la muerte de Mendeléyev, cuando Henry Moseley y Niels Bohr en 1913 explicaron las generalidades de la estructura del átomo. ¡Cuánta buena química se habría perdido si uno hubiera esperado, inmóvil, por ese entendimiento! Tanto como se hubiese perdido en un imaginario universo reduccionista, donde estuviera prohibida la composición de poemas previo a un total entendimiento científico. 

Imagen: De Е.Л. Мрозовская – [1] [2], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=58274957
FUENTE: http://www.heurema.com/Origenes45N.htm

 

Poesía a la tabla 

ALUMINIO  

Poco más del 8% de la superficie de nuestro planeta está constituida de aluminio, metal no ferroso, ligero, de color blanco plateado, muy blando y frágil. Su abundancia sobrepasa la de cualquier otro elemento metálico y, como algunos de ellos, nunca se encuentra en estado libre naturalmente. Entre los elementos de la tabla, sólo las cantidades de oxígeno y silicio son mayores. Podemos hallarlo en rocas ígneas como aluminosilicatos, por ejemplo, en feldespatos y feldespatoides (similares a los primeros pero con estructura distinta) y micas. También existe en el barro y en minerales como laterita, rica en fierro y, principalmente, en bauxita, una mezcla de óxidos de aluminio hidratado. Es un magnífico conductor de electricidad y calor.  

Parafraseando a José Gorostiza, alejandrita impúbera de follaje subterráneo, aquamarina clara como lengua fidedigna, geórgica esmeralda que se anega en el abril de su robusta clorofila, granate ahogado en el agua escarlata de su canto, rubí de angélicos melindres, zafiro de ojos azul titanio, azul fierro, espinela salpicada de impurezas que la engalanan, acompañada de sus lindas amigas, topacio, turmalina y turquesa, son gemas con un cómplice común: átomos de aluminio (Cch). 

 

Prosa a la tabla

TECNECIO  

No tiene isótopos estables, de manera que es difícil encontrarlo en la naturaleza. Hay quienes han sido testigos de cómo gira “el aspa maravillosa que nos multiplica y nos interroga” (Octavio Paz). Uno de ellos es el doctor Amézquita Valencia (Instituto de Química, UNAM).  

“Pocos químicos lo hemos visto”, comenta, “se sabe que es de color gris plateado, reacciona lentamente con el aire y pierde brillo por la necesidad de utilizar radicación para su obtención. Sus aplicaciones son limitadas pero exitosas”.  

Existe en cantidades ínfimas en la Tierra, si bien se han detectado algunas más abundantes en estrellas y asteroides. Inhibe la corrosión del acero gracias a su resistencia a los ácidos. También se utiliza en medicina nuclear. Es el radioisótopo más socorrido para diagnosticar el funcionamiento correcto de órganos y huesos en el cuerpo humano.  

Más del 70% de los procedimientos médicos en los que se utiliza una molécula radiactiva, se realizan con dicho elemento. Su vida media, de seis horas, permite que el óxido de tecnecio llegue a la parte del cuerpo que se desea.  

Para generar imágenes de huesos afectados por alguna enfermedad o ruptura en el cuerpo se utiliza fosfonato de tecnecio, sal que es adsorbida por los huesos, es decir, moléculas radiactivas quedan como señales en su paso por la zona ósea. “El efecto de estos compuestos en el cuerpo humano deslumbra por sus resultados”, sostiene el doctor Amézquita Valencia.  

Si se tiene una enfermedad que, por alguna razón, ha hecho que una parte de nuestro hueso esté muerto, el tecnecio no lo iluminará. Si el hueso tiene vida, siempre estará irrigado por sangre, la cual llevará al tecnecio al hueso. Entonces veremos su brillo característico bajo el escáner.  

Es útil para detectar tumores bien escondidos. Pocas horas después de la inyección de un anticuerpo enriquecido con 99mTc dirigido al tumor, comienzan a aparecer los rayos gamma emitidos por el isótopo radiactivo de tecnecio. Así queda al descubierto el enemigo (Cch).

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