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jueves, noviembre 21, 2024

La felicidad, ja ja

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Así se titula un hermoso libro de cuentos de Alfredo Bryce Echenique, con toda la ironía de que se es capaz. Lo curioso es que seguimos preguntándonos por los siglos de los siglos qué es y cómo conseguir la felicidad. En la antigua Grecia, la búsqueda de la felicidad estaba estrechamente ligada al concepto de eudaimonía, que se traduce aproximadamente como “bienestar humano” o “realización de la excelencia humana”. Los filósofos griegos, como Aristóteles, veían la eudaimonía como el objetivo supremo de la vida, alcanzable a través de la virtud y la realización de uno mismo en armonía con la comunidad y la naturaleza.

Los romanos, influenciados por la filosofía griega, también valoraban la virtud como camino hacia la felicidad. Sin embargo, filósofos como Séneca ofrecían una perspectiva única al enfatizar la importancia de la mente sobre las circunstancias externas. Para Séneca, la verdadera felicidad residía en la virtud y la sabiduría, y no en la riqueza o el poder, lo que reflejaba una filosofía de vida más centrada en la autenticidad y la tranquilidad interior. Hoy el estoicismo se ha vuelto la filosofía de moda, pero pocos realmente practican las virtudes que Séneca y sus antecesores predicaron.

Sus ideas, sin embargo, siguen siendo relevantes en la actualidad, recordándonos que la verdadera felicidad no se encuentra en la acumulación de bienes materiales, sino en el cultivo de la virtud, la sabiduría y la conexión con los demás y con nosotros mismos. En la búsqueda de la felicidad, la ciencia ha trazado un camino fascinante, especialmente a través de estudios de larga duración como el realizado por la Universidad de Harvard.

Este estudio, que se inició en 1938 y ha seguido a lo largo de décadas a un grupo de participantes, ofrece una ventana única a la complejidad y la evolución de la felicidad humana.

Lo que hace que este estudio sea tan excepcional es su enfoque holístico. Más allá de simplemente medir el bienestar subjetivo, los investigadores han explorado una amplia gama de factores que influyen en la felicidad, desde las relaciones personales hasta la salud física y mental.

Uno de los hallazgos más intrigantes de este estudio es la importancia de las relaciones interpersonales en nuestra felicidad. A lo largo de los años, los datos han demostrado consistentemente que tener relaciones sólidas y significativas con amigos, familiares y la comunidad en general es un predictor clave de la felicidad a largo plazo.

Además, el estudio ha arrojado luz sobre la importancia de la adaptabilidad y la resiliencia en la búsqueda de la felicidad. A lo largo de la vida, todos enfrentamos desafíos y adversidades, pero aquellos que pueden adaptarse y recuperarse de manera efectiva tienden a tener niveles más altos de felicidad y bienestar.

En última instancia, lo que este estudio y otros similares nos enseñan es que la felicidad es un viaje único y personal. Si bien hay factores comunes que pueden influir en nuestra felicidad, cada uno de nosotros tiene la capacidad de crear nuestro propio camino hacia una vida más plena y significativa. ¿se puede ser feliz o se puede solo estar en la temporalidad de estar siendo felices, a ratos, contentos?

El Índice Mundial de Felicidad, que clasifica a los países según su nivel de felicidad basándose en factores como el PIB per cápita, el apoyo social, la esperanza de vida saludable, la libertad para tomar decisiones de vida, la generosidad y la corrupción, ofrece una perspectiva interesante sobre cómo México se compara con el resto del mundo en términos de bienestar subjetivo.

Según el Informe Mundial de Felicidad más reciente, México se ubica en el puesto 23 a nivel mundial, lo que indica que, en general, los mexicanos reportan niveles moderadamente altos de felicidad.

Sin embargo, al profundizar en los datos, se pueden encontrar diferencias significativas en comparación con otros países.

Uno de los aspectos que más me interesan en la comparación es la percepción de la corrupción. México ha luchado durante mucho tiempo con altos niveles de corrupción, lo que puede tener un impacto negativo en la percepción de la felicidad de sus ciudadanos. En contraste, países con bajos niveles de corrupción, como los países nórdicos, suelen tener puntajes más altos en el índice de felicidad.

Otro factor importante es la calidad de vida y el bienestar social. Algunos países con sistemas de bienestar sólidos, como Dinamarca o Finlandia, suelen reportar altos niveles de felicidad debido a la seguridad y estabilidad que ofrecen estos sistemas.

En términos de libertad para tomar decisiones de vida, México también presenta desafíos, ya que la percepción de seguridad y libertad puede verse afectada por problemas como la violencia y la inseguridad.

A pesar de estos retos, México tiene muchos aspectos positivos que contribuyen a la felicidad de sus habitantes, como una rica cultura, fuertes lazos familiares y una cálida hospitalidad.

Sin embargo, mejorar en áreas como la corrupción y la seguridad podría tener un impacto significativo en el bienestar general de la población mexicana. De hecho, esos son, a mi juicio, los temas que deberían centrar las políticas públicas del próximo sexenio, gane quien gane, frenar la impunidad y la corrupción, controlar a los cárteles y garantizar la seguridad de los ciudadanos, su libre tránsito y su crecimiento personal. Más que en un lugar de un índice mundial, los mexicanos nos merecemos ser felices.

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