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sábado, abril 20, 2024

Elecciones

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Los domingos de elecciones en México incluyen tradicionalmente ley seca, sospechas y señalamientos además de futbol. Esta vez, quiso la coincidencia que las elecciones ordinarias en los estados de Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas se celebren el mismo día que el partido México vs Ecuador. De este modo sabremos si la selección nacional está lista para enfrentar a Surinam el próximo 11 de junio en la Liga de naciones de la CONCACAF y veremos cómo se comporta el electorado. Falta mucho para el 2024 y el laboratorio será, como otras veces, el proceso electoral en el Estado de México (2023). Pero algo se podrá observar ya, digo yo.  

“Durante las últimas cuatro décadas, el sistema político mexicano ha pasado de un sistema político autoritario que gobierna un partido hegemónico a uno de partidos de pluralismo moderado, donde la competencia es real y los partidos pierden elecciones”, sostiene Reynaldo Yunuen Ortega en la introducción a su libro Las Elecciones presidenciales en México: de la hegemonía al pluralismo publicado en inglés en 2017 y en una primera edición en español corregida y aumentada por El Colegio de México, A. C. este año. 

En este estudio se clasifican las elecciones presidenciales entre 1970 y 2018, se identifican los factores que explican el cambio político, se señalan esos cambios y se apuntan los factores que explican el comportamiento electoral de los mexicanos. De este modo, el libro pretende “que todo aquel al que interese la política mejore su habilidad de conocer los procesos electorales involucrados durante una elección presidencial, por lo que provee información sobre el desarrollo de las estrategias de campaña como medio para entender algunos de los principales factores que informan acerca de la elección presidencial en México”.  

Decir elecciones es traer a la mente la idea de democracia, en tanto “consulta” y forma de “minimizar el poder”, o como sugiere Duverger, citado por Ortega, el “gobierno del pueblo por una élite elegida de entre el pueblo”, habida cuenta de que toda élite tiende al autoritarismo oligárquico o a la formación de poliarquías que disputan o negocian el poder. De ahí los avances y retrocesos en términos de democratización. Un régimen democrático, se precisa en el libro, debe incluir una consulta amplia, igualitaria, protegida y vinculante. Y esto ocurre cuando hay instituciones fuertes y confiables. Llegar a este punto en este país ha sido “un proceso de contestación y movilización” donde la sociedad, por un lado, y los partidos de oposición, por otro, han sido clave. 

Sostiene Ortega que la democratización en México está ligada a un sistema de partidos, y para contrastar estos sistemas recurre a la tipología de Sartori, según la cual hay siete clases, a saber: “1) Sistemas unipartidistas, 2) Partido hegemónico, 3) Partido predominante, 4) Bipartidismo, 5) Pluralismo Moderado, 6) Pluralismo extremo y 7) sistemas atomizados”. En los extremos se percibe la democracia como una mera formalidad ya que no pocas veces la función de los partidos en esos sistemas es limitar la participación de la población.  

El tránsito de un sistema a otro implica una redistribución del poder y requiere mecanismos cognitivos, es decir, cambios en la percepción individual y colectiva del electorado, formación de identidades democráticas y no pocas veces desastres naturales o crisis económicas y sociales, es decir, condiciones favorables, que dan paso a reformas legales. Se requiere, asimismo, una alternativa al sistema. Lejos de una historia lineal de la democratización (liberación, transición y consolidación), en América Latina han sido frecuentes los “reveses, saltos y contrarreformas”. 

El profesor del Centro de Estudios Internacionales del COLMEX, considera que en México, 1970, 1976 y 1982 fueron elecciones presidenciales de permanencia. A pesar de la crisis de 1968, los movimientos guerrilleros (1964-1975), la crisis económica de 1976 y un par de reformas electorales, el Partido Revolucionario Institucional se mantuvo en el poder: en 1970 con el 85 % de los votos, en 1976 con 87.8 % y en 1982 con 68.4% 

Las elecciones de 1988, 1994 y 2006 fueron de conversión ya que, aunque el partido en el poder se mantuvo, implicaron una transformación del sistema político. Se hizo evidente un cambio en las preferencias del electorado. Hubo una exigencia cada vez mayor de elecciones limpias. Se presentaron divisiones y fracturas en los partidos mayoritarios. Surgieron nuevos actores. Se incrementó la competencia electoral y se redistribuyó el financiamiento de manera más equitativa. Municipios y Estados fueron ganados por la oposición. 

Finalmente las elecciones de 2000, 2012 y 2018 fueron elecciones de realineamiento. El candidato ganador de las elecciones fue postulado por un partido de oposición y se dio la alternancia. Se incrementaron los triunfos locales de la oposición y se redistribuyeron la representación en la Cámara de Diputados y Senadores. Las identidades partidistas comenzaron a diluirse, es decir, la gente comenzó a dejar de identificarse con algún partido. A los temas económicos se sumó el tema de la inseguridad y la crisis humanitaria. 

Así, en poco menos de medio siglo hemos pasado del Partidazo a un sistema de partidos de pluralismo moderado donde hay una competencia real por el poder y unos partidos ganan y otros pierden. Que haya gente que gana una elección en un partido, lo abandona, y gana otra elección en otro partido no es tema del libro pues este análisis se enfoca en los partidos y no en las élites que pudieran usar los partidos para conservar el poder. El hecho innegable en nuestra frágil democracia es que unos partidos ganan y otros partidos pierden.  

¿Hacia dónde vamos? Es prematuro. No podemos saberlo. Ni que fuéramos videntes. ¿Se mantendrá el pluralismo moderado con muchas voces y propuestas que representen la diversidad social, donde se compite a sabiendas de que unos ganan y otros pierden? ¿Volverán los días en que el partido en el poder gana todas las elecciones abrumadoramente? ¿Transitaremos a un pluralismo polarizado? Ya se verá. Mientras tanto vale la pena tener en cuenta que, como dice Ortega, “la participación y movilización de los partidos, los sindicatos, los movimientos sociales, las universidades y los medios de comunicación son esenciales para construir un verdadero régimen de consulta protegida. Ésa es la tarea para las nuevas generaciones”. 

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