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martes, marzo 18, 2025

Paro en la BUAP cumple 20 días entre divisiones y falta de rumbo

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Ciudad Universitaria despierta con el mismo escenario de los últimos 20 días: accesos bloqueados, pancartas en los edificios y un ambiente de tensión que parece volverse parte del paisaje. Lo que comenzó como una protesta puntual de estudiantes de Medicina ha evolucionado en un paro prolongado, un laberinto de demandas dispersas, acusaciones cruzadas y negociaciones estancadas.

Afuera, algunos grupos intentan recuperar la normalidad; adentro, la protesta sigue firme. La pregunta en los pasillos, en las cafeterías vacías y en los chats de WhatsApp es la misma: ¿cuándo terminará esto?

Todo comenzó el 26 de febrero, cuando un grupo de alumnos de la Facultad de Medicina decidió parar actividades. Sus exigencias eran claras: mejores condiciones académicas, infraestructura digna y seguridad en las prácticas profesionales. La respuesta no tardó en llegar. Dos días después, tras un breve diálogo con la rectora Lilia Cedillo, el paro se levantó.

Parecía una victoria rápida, un conflicto resuelto antes de que creciera. Pero el 3 de marzo, la chispa prendió en otras facultades y el fuego se extendió por Ciudad Universitaria. En cuestión de días, el número de unidades académicas en paro se elevó a 17.

Las razones eran diversas, los pliegos petitorios distintos, pero la consigna era la misma: no volver a clases hasta obtener respuestas.

Lo que no tenían los paristas, sin embargo, era un liderazgo claro. Y ahí comenzó el desgaste.

Con el crecimiento del movimiento, la toma de CU dejó de ser un acto espontáneo. Quienes intentaban ingresar al campus se encontraban con accesos bloqueados por grupos organizados, con estructura y estrategia. La imagen de una protesta estudiantil tradicional se desdibujó y dio paso a nuevas interrogantes: ¿quién controla el paro?, ¿quién toma las decisiones?, ¿qué tan autónomo es realmente el movimiento?

El 10 de marzo, las dudas se hicieron públicas. El gobernador Alejandro Armenta acusó a la organización Antorcha Campesina de estar detrás del paro, sugiriendo que su intervención tenía tintes políticos.

Los paristas lo negaron de inmediato. Antorcha Campesina también se deslindó. Pero el gobernador insistió: la organización habría reconocido su participación en reuniones con la Secretaría de Gobernación estatal.

Las declaraciones encendieron aún más el debate. Mientras tanto, en las aulas vacías y en los laboratorios apagados, la vida universitaria seguía en pausa.

FRACTURAS INTERNAS Y RADICALIZACIÓN 

El 16 de marzo, una grieta se abrió dentro del movimiento. La Facultad de Ciencias de la Comunicación decidió regresar a clases tras llegar a acuerdos. Para algunos, fue una señal de avance; para otros, una traición.

El quiebre se hizo evidente. Mientras un sector apostaba por la negociación, otro endurecía su postura. En la Facultad de Derecho, un grupo de paristas bloqueó las conversaciones con las autoridades y exigió la destitución de directivos.

La tensión escaló dentro y fuera del campus. Hubo intentos de ingresar a CU por parte de universitarios que pedían la reanudación de actividades, lo que derivó en enfrentamientos con los manifestantes. Cada día que pasaba, el diálogo se hacía más difícil.

El 17 de marzo, la incertidumbre se profundizó. Los paristas incumplieron la entrega del pliego petitorio acordado, dejando en el aire las demandas oficiales del movimiento y sembrando más dudas sobre su dirección.

Mientras el conflicto se mantiene, el impacto comienza a sentirse con más fuerza.

La rectora Lilia Cedillo advirtió que el paro está afectando el proceso de admisión 2025, lo que preocupa a miles de aspirantes que ven peligrar su ingreso a la BUAP. En redes sociales, el malestar de la comunidad universitaria es cada vez más visible.

La presidenta Claudia Sheinbaum llamó al diálogo y al respeto de la autonomía universitaria. “El gobierno no intervendrá a menos que ambas partes lo soliciten”, declaró. En la BUAP, sin embargo, la negociación parece un camino cada vez más lejano.

UN FINAL INCIERTO

El campus sigue dividido. Algunas facultades han regresado a la normalidad, pero Ciudad Universitaria continúa en manos de los manifestantes.

Sin un liderazgo definido, con fracturas internas y con una comunidad cada vez más desesperada por respuestas, el movimiento se encuentra en una encrucijada.

La pregunta que resuena entre los pasillos vacíos, en las juntas improvisadas y en las llamadas a puerta cerrada es la misma: ¿cómo y cuándo terminará este paro?

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