| Ignacio Juárez Galindo
Tecoltepec es un pueblo al que a nadie le importa en la geografía poblana. Un pueblito perdido en la Sierra Norte que está —como dicen “en castilla”— en el culo del mundo.
Allá es donde viven los más jodidos. Indígenas a los que la dispersión poblacional los hizo los sujetos de derechos más caros para los gobiernos. En donde llevar servicios, carreteras, resulta poco rentable políticamente y muy costoso para el presupuesto.
Tecoltepec es junta auxiliar de Cuetzalan, uno de los municipios con mayor población indígena en el país y presa de la pobreza sistémica.
Y aún con las condiciones paupérrimas hasta allá llega Coca-Cola, Marinela… y el huachicol. Lo que no llega es la modernidad, entendida esta como un desarrollo social que los ayude a mejorar sus condiciones de vida, pero no a costa de sus costumbres y tradiciones.
Esta comunidad no es cualquiera. En la vida social de Cuetzalan es la junta auxiliar que más certámenes de Reina del Huipil ha ganado. Una festividad que corona el sincretismo que mezcla la adoración a Xochitlquetzal, diosa náhuatl del amor, y al santo patrono San Francisco de Asís.
Pero eso que es importante para la preservación de las tradiciones y costumbres de las comunidades indígenas, poco o nada representa para las autoridades. En particular, a Tecoltepec le urgía la construcción de un camino que ayudara a los pobladores a mover sus productos y evitar la pérdida del tiempo rodeando otras comunidades para llegar a la cabecera municipal.
En 2018, Gerson Calixto Dattoli llegó al Ayuntamiento de Cuetzalan y prometió a los pobladores el tan ansiado camino por varias generaciones. Pronto también llegó la decepción. Nadie, en ninguna parte de la estructura de gobierno, quería apoyar el proyecto por una sencilla razón: Es solo un camino de medio kilómetro que poco serviría para sacarle provecho político.
Los que sí sacaron provecho fueron los integrantes de una banda de huachicoleros que utilizaba el viejo camino de terracería para vender su “mercancía” y, de paso, cometer más fechorías. Un caso que escandalizó fue cuando a un par de maestros rurales de plano los dejaron sin zapatos en un asalto. Ya nadie estaba tranquilo.
Los años pasaron y Sergio Salomón Céspedes Peregrina llegó a la gubernatura de Puebla. Gersón tocó su puerta y, por primera vez en cinco años, escuchó las palabras mágicas: “Pues hay que construir el camino”.
La obra se hizo en tiempo récord, pero junto a eso llegaron otros apoyos: a los productores de pimienta, café y/o vainilla; escuelas; armamento, patrullas e inversión en distintos rubros que rebasaron los 45 millones adicionales a lo que ya recibían, el doble para ser más exactos.
Por eso cuando Sergio Salomón acudió este domingo a la inauguración del camino en Tecoltepec todos estaban de fiesta. Hasta la Reina del Huipil de este año, Juana Vázquez Pérez, lo esperaba emocionada, junto con el alcalde auxiliar y autoridades con bastón de mando en la mano.
También por eso se entiende que el gobernador no deje de repetirles que ese tipo de obras son las que más orgullo le generan, porque son las que se hacen en donde no se conoce la pobreza y ahí son prioridad. Pero él decidió que no, que los indígenas de Tecoltepec tienen “los mismos derechos como cualquier otra persona, tienen toda la oportunidad y todo el derecho a tener una vida digna”.
Y más aún se entiende por qué en su discurso, Sergio Salomón hace énfasis en una frase que queda retumbando en la comunidad. “Que está obra sirva para que llegue el bien, que puedan distribuir sus productos, vivan mejor. No permitan que por esta carretera llegue el mal”.
Y ya sabemos. Si el mal llega hasta por un camino de terracería, será ahora una lucha de la comunidad para evitar que el mal se cuele una vez más.
(Nota: La banda de huachicoleros fue erradicada. Al cortarle la cabeza al jefe, todo acabó. Para eso se necesitó que el Ejército montara una unidad en la zona y el gobierno del estado los apoyara con patrullas, certificaciones de los policías y armamento. Por el camino, que ya estaba construido, pero ayer fue inaugurado oficialmente, circulan tres patrullas constantemente. Nadie quiere que el mal regrese porque ya lo conocen).
II
Hace cinco años, la suerte y la mala planeación de un guía de turistas sirvió para que los pobladores de la presa La Soledad, en Tlatlauquitepec, descubriera el mejor atractivo turístico del municipio, que hoy le deja la nada despreciable derrama de 32 millones de pesos: La temporada de Luciérnagas.
Resulta que, en 2019, los lancheros que trabajan en la presa, agrupados en la asociación Takiskiany, fueron interceptados por el guía de una empresa que ofrece servicios para visitar el lugar. Estaba más que preocupado porque sus clientes se habían amotinado en protesta por llegar extremadamente tarde al sitio. Casi a punto de oscurecer, la situación se tornó más complicada.
“Nos vino a pedir auxilio”, relata uno de los lancheros.
Nadie sabía qué hacer a ciencia cierta, hasta que a uno de los lancheros se le ocurrió dar un recorrido por la laguna para mostrar la vida de noche. “Pensábamos: Pues les enseñamos, aunque sea ranas”, recuerda divertido.
Lo que encontraron dejó a todos sorprendidos, incluidos a los propios lancheros. A pesar de no ser alta temporada, encontraron luciérnagas y fue entonces que el viaje se volvió inolvidable.
Cinco años después, es la principal actividad turística de Tlatlauquitepec. Los lancheros suman más de 50 y en temporada de Semana Santa, por ejemplo, organizan hasta siete viajes cada uno, a lo largo de los cuatro kilómetros de la presa cada día.
Todo funcionaba de maravilla. El edil Porfirio Loaeza invitó al gobernador Sergio Salomón el año pasado a que diera el banderazo de inicio de la temporada de luciérnagas. Lo que el mandatario vio lo dejó profundamente conmovido.
Allí fue cuando se enteró que hacía falta un camino para conectar la carretera con la zona de embalse. Sin pensarlo dos veces, hizo público su compromiso para hacer la obra, a pesar de que su tamaño y costo no fueran lo más rentables políticamente.
Peor aún: se trató de unas de las obras más complicadas debido a que la caída de agua de lluvia provoca serias afectaciones a los caminos. Eso no lo amilanó y metió concreto asfáltico.
El camino, explican los lancheros, ya comenzó a dar sus primeros frutos como es el aumento de turistas cada fin de semana. Pero a eso se suma que personas de la tercera edad y discapacitados pueden acceder sin ningún problema.
Hoy los lancheros saben que vienen mejores tiempos.
También recuerdan divertidos cómo es que aquellos turistas amotinados se desvivían en halagos para el guía. “Guardaste la mejor parte al final”.
Lo que no sabían es que la mejor parte final era la que se quedaría para siempre.
III
En Teteles de Ávila Castillo, enclavado en la Sierra Norte, los pobladores conocían la gallera, un sitio que, como su nombre lo indica, servía para la cría de aves, principalmente de pelea.
Los cronistas del lugar, sin embargo, sabían que en la gallera había algo más valioso que un gran terreno y hartos gallos.
En los cinco montículos que todos apreciaban diariamente se creía que había escondido un complejo prehispánico. Así, entre leyendas, chismes y tesón, comenzaron a rascar poco a poco y encontraron los primeros indicios.
Pese a la importancia que podía tener, ninguna autoridad estaba interesada en explorar el lugar. Hasta que llegó Sergio Salomón Céspedes Peregrina y decidió apoyar el proyecto integral de rescate que el INAH pretendía desarrollar en la zona, a petición del edil Mario Alberto Castro Jiménez.
Fue hasta este año cuando los pobladores de Teteles comprobaron que las leyendas e historias relatadas por las crónicas eran reales. Dos basamentos prehispánicos fueron descubiertos y, de un momento a otro, se convirtió en un gran atractivo.
El descubrimiento no fue suficiente. Era necesario un proyecto integral y fue así que se inició la construcción de un Museo de Sitio —actualmente tiene un avance de 70 por ciento— que está llamado a convertirse en uno de los puntos arqueológicos más importantes de la Sierra Nororiental.
Acompañado por director del Centro INAH Puebla, Manuel Villarroel Vázquez, el edil Mario Alberto Castro, funcionarios y pobladores, Sergio Salomón también fue enterado que el sitio sigue dando sorpresas. En el área donde se construye el museo fue encontrado un petroglifo que debe ser investigado a profundidad debido a que podría tratarse de un mapa o una guía elaborado por los antiguos del periodo preclásico.
IV
En las últimas semanas, Sergio Salomón está metido de lleno en la inauguración y supervisión de obras. Cuatro o cinco actividades diarias lo han llevado a una gira permanente por el estado.
El recorrido no es para menos. En casi dos años como gobernador detonó más de mil 440 obras, de las cuales 150 pueden considerarse macro, mientras que el resto son aquellas que las comunidades al interior del estado siempre demandaron y casi nadie quiso apoyar.
Los techados de escuelas, construcción de caminos rurales, alcantarillado, drenaje y la relaminación de carreteras se mezclan con distribuidores viales, una nueva sede del Congreso del estado, Ciudad Universitaria 2 o el campus del Instituto Politécnico Nacional en San José Chiapa.
Aún faltan 280 obras por entregar, entre ellas las más emblemáticas de su gestión.
Pese a la magnitud de la infraestructura, desarrollada con recursos propios de su gobierno, Sergio Salomón acude a cada comunidad como si fuera la primera vez: con humildad, recibiendo el cariño de la gente, escuchando lo que demandan y, sobre todo, hablando claro con ellos.
Por ejemplo, les reitera que las obras no fueron construidas con el dinero del gobernador o el presidente municipal, sino con el dinero del pueblo o que el poder debe servir para una sola cosa: cambiar vidas.
En sus palabras no falta el agradecimiento a Dios —que hizo posible todo— o a los alcaldes que decidieron trabajar codo con codo.
En cada entrega, sin embargo, no olvida una cosa sumamente importante: la necesidad de dejar divisiones, crear comunidad, entender que el trabajo no es de partidos políticos o ideologías.
Por eso les recuerda que vienen tiempos mejores cuando Alejandro Armenta Mier tome protesta como gobernador. Y para cuando llegue, les advierte, necesita una Puebla unida para que siga el progreso.