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jueves, mayo 2, 2024

La comodidad del escritorio frente al ejército que tomó la plaza

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En algo tiene razón Eduardo Rivera Pérez: En esta elección están en juego dos proyectos y el primer minuto de la campaña electoral rumbo a la gubernatura permitió conocer de qué van esas dos Pueblas que están en guerra. 

Una es la que tienen cooptada los conservadores, la que prefirió la plácida comodidad del escritorio y el video grabado, el uso del telepromter y la parafernalia descuidada que dejó aparecer la bolsa debajo de los ojos del abanderado y que enviaría el mensaje cifrado del cansancio que ya lo apresa al inicio de la puja. 

La otra es la comandada por un Alejandro Armenta Mier que, en 40 minutos, demostró que los 30 años que lleva de caminar por los 217 municipios de la entidad lo prepararon para este momento. 

Fue por eso que su primera acción fue llevar su batalla al corazón de la ciudad de Puebla, en donde hasta hace unos meses despachaba su contrincante panista, con el único objetivo de confirmar que, desde el minuto 1, el ejército morenista había tomado por asalto la plaza. 

La Catedral y un poco de suerte confirmaron que la apuesta era correcta. El mitin de arranque tuvo que ser suspendido unos segundos, justo cuando estaba al micrófono José Chedraui Budib, candidato a la presidencia municipal, para escuchar el sonido de campanas que se escuchan una vez cada año, en un día que es único para el pueblo de fe: el Domingo de Resurrección. 

El repique fue contestado por el ejército armentista con un solo coro: “¡Vamos a ganar!”, “¡Vamos a ganar!”. 

¿Hasta Dios abandonó a los conservadores?

I 

Desde hace 30 años, Alejandro Armenta sabía que quería ser gobernador de Puebla. Dejó su natal Izúcar de Matamoros para irse a Acatzingo, el terruño materno. Allí conoció de primera mano la azarosa vida política como gestor comunitario. Su encomienda era ir a los núcleos ejidales, comités de agua, comunidades, juntas auxiliares a consensuar las obras públicas que debían realizarse. 

Aprender a entender a campesinos, colonos, líderes comunitarios, la idiosincrasia de los de abajo, tuvo una recompensa mayor: se convirtió en el presidente municipal más joven de Puebla, al ganar la elección en Acatzingo. 

De ahí en adelante, supo que para conseguir lo que quería había que remar a contracorriente, lo que explica por qué todos sus cargos de elección han sido por mayoría relativa o por qué desde muy joven se le consideraba un prospecto político invaluable.  

Su carrera política creció y creció hasta que la vida lo puso, en 2018, frente a la decisión más arriesgada de su vida política al sumarse al proyecto de Andrés Manuel López Obrador sin tener ningún padrino político. Es decir, se aventó fuera del avión con un solo paracaídas: Su propio capital, su oficio político y el estimulante reto de que terminó por abrirle las puertas para colarse al corazón de Morena. 

De ahí vino la parte más complicada: trazar la ruta para 2024. Lo hizo como siempre lo ha sabido: tierra, negociación, tocar y abrir puertas, tejer alianzas, mostrar el músculo, no achicarse ante el poder… 

En Puebla, la contienda interna de Morena tenía un favorito en el establishment que resultó no ser el ganador. Mientras aquí se le cerraban las puertas a Armenta, en la Ciudad de México, en los municipios, en los liderazgos, en la base morenista, en las redes sociales se construía a un candidato con todos los atributos que el partido demandaba y, principalmente, que serían tomados en cuenta para definir al ganador. 

Al final, lo logró: Ganó las tres encuestas aplicadas casi al 100 por ciento (sólo en una, el favorito de la aldea ganó una variable, pero no toda la medición) y dejó a todos boquiabiertos y dándose de topes en la cabeza. 

Armenta quiso siempre ser el candidato de Morena. 

Fiel a su historia tuvo que remar a contracorriente, aguantó la embestida y este 31 de marzo, emocionado, alzó la mano en señal de triunfo en el corazón de la capital poblana sabedor que su legitimidad es a prueba de balas y que es el comandante del ejército que dará vida al segundo piso de la Cuarta Transformación. 

II 

Eduardo Rivera prefirió su soledad y el frío de la cámara. Un discurso ensayado que dijo muchas palabras, pero no aportó nada a la discusión, se escuchó durante 17 minutos y 43 segundos. 

Nada nuevo para quien conoce la retórica de quien estaba llamado a ser el líder político de la derecha poblana y que perdió la oportunidad al replicar un modelo del que fue víctima y lo puso con un pie en la cárcel: el sectarismo. 

Por el contrario, en el corazón de Puebla, Alejandro Armenta apareció comandando a su ejército de aliados. En primer lugar, su familia; luego José Chedraui, los líderes de los cinco partidos políticos que conforman la coalición Sigamos Haciendo Historia; los candidatos al Senado, San Lázaro y Congreso del estado. 

Sonriente, el candidato morenista no podía ocultar su emoción. Él mismo se encargó de explicarlo: Hasta ayer, llevaba 30 años en el camino de preparación para el cargo que está en disputa, lo que demostró con una batería de proyectos, propuestas, planes que tiene para la entidad y que van desde llevar obra pública a más de 6 mil localidades con población menor a 2 mil 500 habitantes, el plan de electromovilidad; el plan hídrico estatal o el impulso tecnológico que abarque 100 municipios. 

Ante los simpatizantes que abarrotaron el zócalo de la ciudad, Armenta se entregó, les correspondió su apoyo y los llevó al sitio que quería: Tener la plena confianza que el ejército morenista ha tomado la plaza que la derecha poblana ha usurpado. 

III 

En 1990, Eduardo Rivera Pérez dejó su natal Toluca para enrolarse en el semillero de la ultraderecha poblana: la UPAEP. Allí aprendió que la obediencia a los designios del Yunque es el único camino a seguir. 

Como todo panista que comienza desde abajo, su labor fue pegar pendones, volantear y/o repartir afiches en la calle, una costumbre que todavía practica a pesar de que ya es inútil. Su talento para la obediencia y plegarse sin chistar a las directrices lo llevó a formar parte de una generación de panistas que estaban llamados a ser el proyecto más vanguardista de la oposición.  

Fue diputado local y federal por la vía plurinominal. En 2010 enfrentó su peor adversidad política: el morenovallismo. Llegó a la alcaldía de Puebla porque se benefició del fenómeno electoral que representó Rafael Moreno Valle, el mismo que estuvo a punto de meterlo a la cárcel y, después, perdonó a cambio de obligarlo a que buscara de nueva cuenta la presidencia municipal, aunque perdió. 

El sectarismo que padeció murió en diciembre de 2018 con el helicóptero en el que viajaban los Moreno Valle. Eso lo puso como el panista con los mejores laureles para reagrupar al PAN, erigirse como su líder político y comandar a la derecha poblana. 

Al final solo consiguió, por una concesión de sus ahora adversarios al interior del PAN, ser candidato a la alcaldía en 2021 y ganó debido al desastroso gobierno de Claudia Rivera Vivanco. 

¿Eduardo Rivera quería ser candidato a la gubernatura? Sus simpatizantes dirán que sí, pero la realidad es que el líder nacional del PAN, Marko Cortés Mendoza, lo obligó a aceptar la nominación. Fue el 21 de septiembre de 2023 y el compromiso vino aparejado con la firma de una carta para evitar que reculara.  

IV 

Frente a unas 7 mil personas que se congregaron en la Plaza de la Victoria, en el acto organizado por la coalición Mejor Rumbo para Puebla (PAN-PRI-PRD-PSI) para el arranque de campañas de sus candidatos, Xóchitl Gálvez Ruiz pretendió utilizar el tema del huachicol para lanzar una andanada de ataques contra el gobierno del estado y Morena. 

Nadie le dijo que a unos metros suyos se encontraba Carlos Navarro Corro, dirigente estatal de Pacto Social de Integración, el partido más desprestigiado de Puebla por las continuas denuncias públicas de sus supuestos vínculos con el crimen organizado en esa vertiente y el principal aliado de Eduardo Rivera Pérez en la elección de este año. 

Tampoco le habían informado a la hidalguense que muy de mañana, Guadalupe Martínez, candidata del PSI por Quecholac, había denunciado a periodistas por afirmar que era hija de un presunto huichicolero, conocido como Antonio Martínez Fuentes. 

Todo indica que el equipo de Eduardo Rivera tampoco dijo ni pío al dirigente nacional del PRD, Jesús Zambrano Grijalva, quien cargó duramente contra los candidatos del PSI. 

Irónico, el sitio donde el huachicol empapó una vez más la imagen del candidato a la gubernatura fue el mismo que construyó su otrora verdugo morenovallista.  

 

V 

Más de 20 mil almas se arremolinaban en el zócalo de Izúcar de Matamoros y sus alrededores. El músculo de la maquinaria política-electoral daba cuenta, una vez más, que está aceitada mejor que nunca. 


Frente al templete, los asistentes fueron testigos de la extraordinaria química que tienen Claudia Sheinbaum Pardo y Alejandro Armenta Mier. Una construcción política sin simulaciones. 

“Nuestra próxima presidenta”, declaraba Alejandro Armenta. 

“Nuestro próximo gobernador”, reviraba Claudia Sheinbaum. 

En medio, los gritos de “presidenta, presidenta” y “gobernador, gobernador”. 

Ambos dieron fe las más de 20 mil almas reunidas, están preparados para ir juntos después del 2 de junio. 

Una lista de obras, proyectos y planes son la mejor evidencia. 

 

VI 

En la forma de dirimir un conflicto, se conoce el oficio de un político. 

La oposición, por ejemplo, está fracturada porque hay dos certezas que todos saben, pero no quieren decir públicamente: Que el Yunque se agandalló todas las posiciones que había y que la base ha sido pisoteada una vez más. 

A la oposición le encanta llamar “el oficialismo” a la 4T, pero el candidato de Morena logró lo que un oficialista opositor como Eduardo Rivera no pudo: construir una unidad que parecía imposible. 

En esta elección, como dice el dicho, Morena es la chica con la que todos quieren bailar, de ahí que la demanda sea excesiva y los cargos muy pocos. Sortear un escenario pondría los pelos de punta a cualquiera. Alejandro Armenta lo vio de manera diferente y lanzó a la búsqueda de todos los que no salieron beneficiados, abrió espacios donde se pudo y, una vez más, remó a contracorriente para evitar la ruptura. 

En la casa de enfrente, por el contrario, el huachicol ha sembrado la discordia. Pacto Social de Integración se convirtió en el juguete favorito del candidato, a pesar del daño, a pesar de los años.  

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