En un giro inesperado que ha sacudido tanto a Estados Unidos como al resto del mundo, Donald Trump, el magnate inmobiliario y exestrella de la televisión, ha emergido victorioso por segunda vez en las elecciones presidenciales, superando todas las previsiones y derrotando a la demócrata Kamala Harris.
Al igual que hace ocho años, su triunfo ha dejado en shock tanto a analistas, votantes, como a líderes internacionales y encuestadoras que lo subestimaron, a pesar de la cerrada y polarizada contienda electoral del 5 de noviembre. El magnate republicano, que parecía estar perdiendo terreno frente a una rival demócrata fuerte, se ha impuesto nuevamente, consolidando su imagen como un político disruptivo.
Trump asumirá por segunda vez la presidencia como el 47º mandatario de la nación, con un respaldo renovado de una base sólida que incluye a trabajadores blancos de clase media, así como a la élite empresarial que lo ha apoyado desde su primer mandato. Este logro también lo convierte en el primer candidato en los últimos 20 años en ganar con el voto popular sin contrapesos, un hecho similar al alcanzado recientemente en México en 2024 con Claudia Sheinbaum y Morena.
Aludiendo a un discurso populista y xenófobo centrado en la inmigración, el proteccionismo económico y la oposición al sistema tradicional, el ahora presidente electo ha logrado conectar con aquellos sectores de la sociedad que, sintiéndose desplazados por las políticas globalistas y progresistas, encontraron en su mensaje un grito de protesta contra las élites políticas y económicas.
Con promesas de una “deportación masiva” de inmigrantes indocumentados y la imposición de aranceles punitivos a los productos mexicanos, Trump ha consolidado su posición como un líder que busca reestructurar el país y redefinir su lugar en el mundo.
¿CÓMO FUE LA VICTORIA DE TRUMP?
La victoria de Trump, que durante gran parte de la jornada parecía lejana, se fue consolidando a medida que avanzaban los resultados, comenzando por los primeros estados clave como Kentucky e Indiana. A medida que la noche avanzaba, el magnate fue logrando los estados decisivos que Harris esperaba ganar, tales como Pensilvania, Míchigan, Carolina del Norte, Georgia, Arizona y Nevada, que fueron determinantes en su victoria.
Alrededor de la medianoche, el equipo de campaña de Harris envió un mensaje negativo al cancelar un evento importante en la Universidad de Howard, en Washington, donde la actual vicepresidenta había planeado dar un discurso ante sus seguidores, un gesto que recordó a la derrota de Hillary Clinton en 2016.
En contraste, el equipo de Trump ya preparaba una celebración en su lujosa residencia de Mar-a-Lago, donde se reuniría con su familia, colaboradores cercanos y figuras clave, como el magnate Elon Musk, para festejar lo que sería una victoria histórica. La cena, marcada por un ambiente de euforia y triunfalismo, reflejaba la consolidación del poder de Trump y su círculo más cercano, quienes anticipaban con optimismo el comienzo de una nueva era política.
Con este triunfo, Trump ha dado un golpe directo al sistema político tradicional, no solo al derrotar a la candidata demócrata, sino al desafiar las estructuras tradicionales de poder que otra vez habían dominado la política estadounidense.
La victoria de los republicanos no se limita únicamente al triunfo presidencial, sino que se extiende a un dominio más amplio en las instituciones clave del país. Además de la Casa Blanca, los republicanos lograron asegurar el control de la Cámara de Representantes, el Senado y la mayoría de las gubernaturas en disputa, consolidando así su poder en los niveles federal y estatal. Este éxito en múltiples frentes refuerza su capacidad para implementar su agenda política y desafiar las políticas del gobierno saliente.
LO QUE SE ESPERA PARA MÉXICO TRAS SU VICTORIA
Además, su victoria representa una clara señal de que el sistema de consenso que ha caracterizado la política estadounidense, particularmente en cuanto a relaciones exteriores y políticas migratorias, está en declive. Trump ha mostrado, a través de su enfoque aislacionista y sus propuestas radicales, que su visión de Estados Unidos es una de renacimiento económico y soberanía nacional, aunque a costa de tensar las relaciones con sus socios comerciales y aliados internacionales.
Su gobierno se centrará en revertir muchos de los acuerdos multilaterales que han caracterizado las relaciones exteriores de Estados Unidos, como los tratados comerciales y las alianzas militares tradicionales, comenzando con la OTAN y, especialmente, con México. Trump ha reiterado su intención de cumplir con sus promesas de endurecer las políticas migratorias, incluido el regreso de la política “Remain in Mexico”, la construcción del muro fronterizo y la eliminación de la ciudadanía por nacimiento para los hijos de inmigrantes indocumentados.
En el ámbito económico, su propuesta de imponer aranceles altos a los productos mexicanos y de dar por terminados los acuerdos de libre comercio busca fomentar la producción local y reducir la dependencia de mercados extranjeros. Además, se espera que su administración implemente una estrategia más agresiva contra los cárteles de droga, catalogándolos como grupos terroristas y aplicando medidas severas para frenar el narcotráfico.
Previo a los resultados, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, aseguró que mantendrá una “buena relación” con el futuro presidente de Estados Unidos, al ser cuestionada en su conferencia de prensa de este martes sobre las recientes declaraciones de Donald Trump.
A pesar de las firmes propuestas de Trump, algunos analistas advierten que las políticas migratorias y económicas podrían no diferir tanto de las implementadas por el actual mandatario, Joe Biden, debido a las limitaciones del sistema político estadounidense y la presión de los mercados globales.
No obstante, el impacto de su reelección es indiscutible: desde el 20 de enero de 2025, Trump tomará nuevamente las riendas de la Casa Blanca, lo que marcará un cambio de rumbo significativo tanto en la política interior como exterior de Estados Unidos.
Su ascenso a la presidencia no solo alterará el panorama político estadounidense, sino que tendrá repercusiones globales, enviando una clara señal de que el futuro político estará marcado por una era de nacionalismo económico y un creciente enfoque populista, cuyas implicaciones aún están por verse en el escenario internacional.
Este resultado también deja a Estados Unidos, una vez más, sin la oportunidad histórica de elegir a una mujer como presidenta. En 2016, Hillary Clinton estuvo al borde de lograrlo, pero ahora, Donald Trump, el mismo que ya frenó esa posibilidad hace ocho años, lo ha vuelto a hacer.
El futuro del Partido Demócrata, y particularmente de Kamala Harris, se enfrenta a un panorama incierto. La historia electoral de Estados Unidos muestra que las segundas victorias presidenciales no son comunes, lo que deja al partido en una encrucijada, obligado a repensar su enfoque y su estrategia para los próximos años.