Durante más de una década, la cancha de futbol rápido en la Unidad Habitacional Fuentes de San Bartolo ha sido el escenario de risas, sueños y encuentros, pero también de olvido y frustración.
En una zona donde los espacios recreativos son escasos, este rincón de tierra y esfuerzo se convirtió en el refugio donde se tejían amistades, se compartían risas y, sobre todo, se vivían los momentos más puros de la juventud.
El paso de los años, sumado a la desatención de los gobiernos municipales, como los de Eduardo Rivera Pérez y Adán Domínguez Sánchez, ha convertido este lugar en una sombra de lo que alguna vez fue. Hoy, el pasto ya no es verde, los baños se desmoronan y las porterías, antes blancas y relucientes, se encuentran desgastadas, casi irreconocibles. Y lo peor de todo, la comunidad ha dejado de venir.
Lo cierto es que este espacio nunca nació de la mano de un proyecto institucional, sino del esfuerzo de los propios vecinos que, al ver la necesidad de un lugar donde los jóvenes pudieran practicar deporte y las familias reunirse, decidieron tomar las riendas del asunto.
Hace más de 20 años, un grupo de habitantes de la Unidad Habitacional Fuentes de San Bartolo unió sus fuerzas para transformar un terreno de tierra en lo que sería la cancha de futbol rápido. Fue un proyecto humilde, realizado con pocos recursos pero con una enorme voluntad.
No hubo patrocinadores ni grandes inversiones, solo el deseo de construir algo digno para los niños y jóvenes de la comunidad. En 2010, bajo la administración de Blanca Alcalá, lo que comenzó como un sueño se materializó, y la cancha pasó de ser un simple terreno de tierra a un espacio funcional. Sin embargo, como ocurre con muchos proyectos comunitarios, lo que inició como una iniciativa local terminó siendo gestionado por las autoridades municipales, quienes no supieron cuidar ni darle el mantenimiento necesario.
Juan Daniel Cuevas Pérez, un jubilado del Issstep, se convirtió en el guardián de ese sueño, a pesar de que el espacio no es suyo. Durante todos estos años, ha sido él quien ha mantenido viva la cancha, luchando contra la indiferencia de las autoridades y la falta de recursos. “Lo mantengo porque sé que es un bien para todos”, dice con la voz cargada de esfuerzo, mientras señala el terreno que aún sigue dando vida a tantos jóvenes, a pesar de todo.
Con sus manos, Don Daniel, como le dicen de cariño los vecinos, ha hecho todo lo posible para mantener la cancha operativa: ha plantado árboles, limpiado el terreno y reparado lo que se puede, todo con lo que se recauda de los partidos y el arbitraje.
“No he puesto dinero de mi bolsillo. Todo lo que sale de los arbitrajes lo invierto aquí. No es mucho, pero al menos el lugar sigue abierto”, exclamó.
La última vez que el Ayuntamiento brindó apoyo a la cancha fue en 2012, cuando se colocaron adoquines en algunas áreas y se construyó una barda perimetral. Después de ese momento, las promesas de mejora se convirtieron en ecos vacíos, pues las gestiones de Don Daniel y los vecinos han sido sistemáticamente ignoradas. “Los recursos de los arbitrajes apenas alcanzan para parches, pero es lo único que tenemos”, lamentó Don Daniel.
Los costos para repararla no son exorbitantes, apenas 150 mil pesos, pero la respuesta de las autoridades sigue siendo la misma: “no es nuestra responsabilidad”. Durante el gobierno de Eduardo Rivera Pérez y Adán Domínguez Sánchez, la administración alegó que el espacio no estaba bajo su resguardo, y por ello, no podían asumir su mantenimiento.
“Nos dejaron abandonados. Hemos metido oficios y oficios, y no nos hicieron caso”, dice Don Daniel, sin ocultar la frustración en su voz. Incluso, cuando solicitó la donación de pasto sintético para la cancha, su petición fue rechazada, a pesar de que el Ayuntamiento contaba con el material necesario para mejorar el espacio.
La indignación de la comunidad creció aún más cuando, hace un año, se inauguró un nuevo parque a solo dos calles de distancia, con canchas de basquetbol y una inversión de 6 millones de pesos. “¿Cómo pueden inaugurar un espacio nuevo y no ser capaces de mejorar lo que ya tenemos aquí?”, se pregunta Don Daniel. La diferencia entre la atención que recibió el nuevo parque y la desidia hacia la cancha de futbol rápido es un golpe directo al corazón de los vecinos, que ven cómo su esfuerzo y dedicación son invisibles para las autoridades.
A pesar de la situación, el espacio abre todos los días, a partir de las 8:00 horas, para recibir a las familias que ven aún este lugar como un espacio de convivencia y esparcimiento.
“El espacio está abierto todos los días. A pesar de que no hay partidos, siempre hay gente y niños que siguen viniendo a jugar. A mí me da pena, porque se ve muy mal, pero la unidad deportiva debe estar abierta porque la comunidad necesita un lugar así”, expresó.
Don Daniel no pierde la esperanza. Sabe que la situación es difícil, pero sigue luchando porque cree que este espacio le pertenece a todos los que lo han amado y utilizado durante tantos años. “Espero que ahora sí nos escuchen.
Este es un espacio de todos, y no podemos seguir esperando más”, dice con la esperanza de que el actual alcalde, José Chedraui Budib, tome cartas en el asunto y finalmente escuche las súplicas de la comunidad.
La unidad habitacional Fuentes de San Bartolo sigue siendo un lugar de lucha, esperanza y comunidad, pero también un recordatorio de que, en muchos casos, la promesa de un futuro mejor sigue pendiente.
El sueño de Don Daniel y de todos los que siguen creyendo en este espacio es claro: devolverle a la cancha lo que un día fue: un refugio de sueños, goles y esperanza para todos.