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jueves, junio 27, 2024

Inteligencia artificial y Psicotecnología

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Mario de la Piedra Walter 

 

En 1966 un profesor del MIT, Joseph Weizenbaum, publicó un extracto de una conversación entre una persona y una psicoterapeuta digital llamada Eliza. El usuario podía interactuar con Eliza a través de una máquina eléctrica conectada a un computador central y recibir una respuesta inmediata: 

E: ¿te molesta algo? 

U: Los hombres son todos iguales. 

E: ¿cuál es la conexión, según tú? 

U: Siempre nos están molestando por algo. 

E: ¿se te ocurre algún ejemplo concreto? 

U: Bueno, mi novio me hizo venir aquí. 

E: ¿es importante para tí que tu novio te haya
hecho venir aquí? 

U: Dice que soy infeliz la mayor parte del tiempo. 

E: siento oír que seas infeliz 

U: Es verdad, soy infeliz. 

E: ¿me puedes explicar que te hace infeliz? 

“Ha sido difícil convencer a algunos sujetos que ELIZA (con su guion actual) no es humano”, escribió Weizenbaum en el mismo artículo. ELIZA, el primer Chatbot, era un software que tomaba datos de entrada – administrados por el usuario – y generaba una respuesta plausible mediante reglas lógicas. El nombre del programa se inspira en Eliza Doolitle, un personaje de una obra de teatro de George Bernard Shaw que hace del lenguaje una ilusión. Con su voz, se hace pasar por una mujer sofisticada y de clase alta, pese a ser una florista de un barrio pobre. Las palabras, o el juego que se hace con ellas, pueden engañarnos. 

El programa ELIZA simulaba a una psicoterapeuta de la escuela rogeriana, un tipo de psicoterapia desarrollada por Carl Rogers. Considerada una terapia humanista, se centra en la relación horizontal entre el terapeuta y su cliente (nunca llamado paciente).  

Durante la sesión, el psicoterapeuta repite de vuelta las palabras de su cliente para que se escuche a sí mismo y genere una perspectiva propia. En el caso del software, incita al usuario a continuar la conversación y simula un diálogo coherente. Sin proponérselo, resalta un componente psicológico del ser humano: el fenómeno de la transferencia. Los usuarios le atribuyen al programa entendimiento, empatía y otras características humanas; lo que les permite abrirse y sentir afecto hacia él. 

ELIZA fue de los primeros programas de lenguaje que cimentaron el camino para el desarrollo de la inteligencia artificial. En comparación con los grandes modelos de lenguaje (LLM) actuales, que utilizan redes neuronales artificiales, ELIZA es extremadamente rudimentario. Programas como ChatGPT simulan con tanta eficiencia el lenguaje natural que es imposible distinguirlos de un ser humano.  

Apenas en el 2021 el ingeniero de Google, Blake Lemoine, insinuó que Chatbot en el que trabajaba era consciente. Esto nos remonta a las descripciones de Weizenbaum y al fenómeno de la transferencia. Parece inevitable atribuirle características humanas a los objetos que nos rodean, sobre todo a aquellos con los que interactuamos más a menudo y nos sentimos identificados.  

Cuando el equipo de Boston Dynamics publicó un video donde sus técnicos pateaban a una máquina bípeda para demostrar su habilidad para mantener el equilibrio, recibieron decenas de cartas de personas preocupadas, e incluso indignadas, por la integridad del robot. En la película Her (2013), el protagonista Theodore se enamora de Samantha, un sistema operativo similar a Siri o Alexa. Este fenómeno, utilizado de forma responsable, podría ser una herramienta en el mejoramiento de la salud mental de las personas. 

El término “salud mental digital” se refiere a las aplicaciones tecnológicas que pueden mejorar –mas no reemplazar– la evaluación y el soporte en la salud mental. En los últimos años, la I.A. se ha convertido en la herramienta digital más prometedora y de mayor inversión, por lo que sus aplicaciones se hacen cada vez más palpables en el área de la salud.  

Instrumentos digitales como los chatbots, apps e incluso realidad virtual pueden ofrecer asistencia personalizada desde espacios remotos. Además, su capacidad para analizar y procesar grandes cantidades de datos ha significado un paso gigantesco tanto en la investigación como en la práctica clínica.  

Por ejemplo, el fenotipo digital es la huella que deja cada individuo en su smartphone u otros dispositivos. A través de estos datos se puede entender mejor el comportamiento de cada persona, tener una visión más profunda de sus gustos, de dónde se mueve, dónde pasa mayor tiempo y cuáles son sus intereses. 

 

Este método combina las observaciones tradicionales de las emociones y el comportamiento para detectar patrones que no son tan evidentes durante la conversación con el terapeuta. Combinado con otros datos como el uso de las redes sociales o mensajería, se puede generar una imagen bastante completa sobre cómo una persona interactúa con el mundo. En un futuro, podría utilizarse como herramienta diagnóstica y para crear planes de tratamiento individualizados en problemas de la adicción, trastornos del estado de ánimo, trastornos del sueño y prevención del suicidio.  

Por otro lado, la detección de enfermedades mentales utilizando procesadores de lenguaje natural (PNL), la tecnología de aprendizaje automático utilizado en la I.A., ha incrementado de manera significativa. Cada vez más psicólogos emplean herramientas básicas de PNL para analizar sus sesiones en la terapia. Esto no sólo beneficia al paciente, sino que ayuda al terapeuta evaluarse a sí mismo y a mejorar sus técnicas.  

Además, en un sistema de salud rebasado y carente de personal, podría disminuir la carga de trabajo y agilizar la clasificación de los pacientes para dar prioridad a los que más lo necesitan. Sin mencionar las ventajas para aquellos que no tienen la posibilidad material de atender a una clínica especializada. Sin embargo, debemos tener mucho cuidado. La inteligencia artificial avanza mucho más rápido que nuestra capacidad para entender sus consecuencias y muchas consideraciones éticas salen a flote.  

La privacidad de los individuos se ve amenazada con el uso irresponsable de esta tecnología. El uso de grandes bases de datos debe ir acompañado de leyes claras en materia de transparencia, confidencialidad y privacidad. Debe asegurarse la transmisión de datos a través de canales seguros y encriptados, siempre bajo el consentimiento de los usuarios. 

La psicología impulsada por tecnología I.A. se encuentra en una fase exploratoria. Conforme la I.A. se incorpore más a nuestras vidas, especialmente en las generaciones más jóvenes que ya la hacen parte de su cotidianidad, su uso en áreas como la salud mental será inevitable.  

Más allá de la salud mental, expertos afirman que existen tres tipos de tareas en las que la I.A. puede intervenir: mecánica, de pensamiento y emocional. Algunos investigadores proponen que la I.A. tomará control de la mecánica (robótica) y de pensamiento (procesamiento, análisis, interpretación de datos), pero la emocional (comunicación) debería reservarse para los seres humanos. Aunque el panorama es prometedor, es importante recordar que la I.A. es una herramienta y está ahí para complementar a los profesionales, no para reemplazar las interacciones humanas. 

 

 

*MARIO DE LA PIEDRA WALTER  

Médico por la Universidad La Salle y neurocientífico por la Universidad de Bremen. En la actualidad cursa su residencia de neurología en Berlín, Alemania. 

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