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miércoles, junio 18, 2025

Psicoacústica Mensaje del maestro Roncador El lago de los cisnes

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Maestro Roncador

Acabo de asistir al Teatro de la Ópera, donde han interpretado esta obra, basada en el op. 20 de Piotr Illich Chaikovski, con un cuerpo de baile prestigioso, proveniente de Roma, y una maravillosa dirección artística.

Estoy con Tsemon, a quien pude convencer de asistir conmigo. La verdad es que no le costó demasiado aceptar, no sé si porque está interesada en mí, o en mi compañero Quelmi.

Finalizado el espectáculo, lo estamos debatiendo en la cola, por cierto, muy larga, de los servicios unificados. Creo que me toca impresionarla con mi acústica, aunque las veces que he ido a ver al profesor de acústica, siempre se ha mostrado muy amable conmigo.

—Es curioso que incluso con la orquesta tocando, aunque escondida en el foso del teatro, se oyen perfectamente los golpes de las puntas de las zapatillas del ballet. Es como algo sublime, puesto que ocultos en el silencio de los pasos planos, se presentan esos instantes en los que el suelo del teatro interactúa sonoramente con ellas.

—Tú sí que eres muy curioso. Nunca había pensado que esto pudiera interesarte.

—Verás, mi interés por la acústica no solamente se centra en las cuestiones de la beca del profesor. Me interesa saber aislar y acondicionar sonoramente los espacios, pero también son muy importantes todos los signos y personalidades sonoras que constituyen la gran riqueza del paisaje sonoro de cada momento.

Dejo pasar un instante en el que, por suerte, avanzamos en la cola.

—Volviendo al tema, sobre todo aprecio cuando hacen como un zapateado con las zapatillas de puntas*. Parece un redoble de tambores. Estoy seguro que entre los fabricantes de zapatillas de punta, conocen su sonido particular. Seguramente el sonido de una Capezio se diferencia del de otras marcas.

Ella calla, supongo que desconoce el tema.

Creo que con esta disertación ya la he dejado impresionada. Me atrae esta chica, y tiene una voz encantadora, tanto de timbre como de inflexiones. Y cuando ríe, es como si abrieras un baúl lleno de ilusiones. De todos modos, la pelirroja me tiene el corazón robado.

—¿Es cierto que normalmente las bailarinas golpean las zapatillas nuevas con los peldaños de una escalera, para que se ablanden?

Ahora me ha dejado sin respuesta

—No lo sé, esto deberías preguntárselo a ellas. ¿Quieres que luego vayamos a visitarlas a sus camerinos?

—Me da mucha vergüenza. Siempre he pensado en el instante de las cuatro bailarinas entrelazadas por delante de sus cinturas, cuando bailan juntas formando un plano vertical, interpretando ese momento en que Chaikovski escribe su música más alegre, que es aprovechado por Walt Disney para mofarse en la película Fantasía con cuatro hipopótamas vestidas con el tutú. Creo que me pondré a reír al imaginármelas así.

* Tiene un nombre: tapdance.

Me quedo sorprendido de su respuesta.

—Te entiendo —miento. Será mejor que nos vayamos.

Ambos nos quedamos unos instantes en silencio.

La cola ya nos da el paso, por lo que nos separamos en este instante.

Dentro del servicio, pienso en lo que Tsemon me ha dicho. La danza de los pichones es a veces ridícula, y cuando es parodiada por las hipopótamas de Disney, es incluso una burla.

La espero en el pasillo.

No hablamos más del ballet, pero sí del teatro.

—Me ha encantado este pequeño palco de platea. Como que está más elevado, se ve mejor.

—Sí, me pareció que era muy importante poder ver los pies del cuerpo de baile.

Estoy seguro que admira mi conocimiento del lenguaje operístico.

—El único problema al estar situado más hacia la derecha es que el techo sobre nosotros recoge también el sonido procedente de la parte de la orquesta más próxima a nosotros.

—¿Y esto es un defecto?

—No exactamente, porque en un teatro diseñado a la italiana esto es muy normal que suceda. Los palcos situados bajo los techos reciben más sonido de sus extremos próximos a los músicos, o sea qué, si estás en un palco próximo a la derecha, oirás amplificados unos músicos distintos a si te encuentras en el simétrico de la izquierda.

—¿Y por qué no escogiste platea?

—Normalmente en la platea el sonido de la orquesta es más equilibrado, así como el de los cantantes de ópera, puesto que el proscenio tiene los laterales y el techo inclinados para reforzar la necesaria reflexión hacia el público, aunque en el primero suelen situarse también unos palcos especiales. Pero, como te he dicho, para ballet prefiero una posición donde se vea el suelo del escenario.

Tsemon hace cara de escuchar, aunque creo que en realidad no le apasiona el tema técnico acústico-arquitectónico. Debo cambiar mi conversación hacia algo distinto, pero no es necesario porque ella aprovecha para disparar sobre lo que realmente pretendía al aceptar esta salida.

—Por cierto, ese compañero tuyo de tu clase, lo he visto por los pasillos y creo que me es familiar. ¿Puedes traerlo al despacho del profesor la próxima vez que vengas para poder comprobarlo?

Me quedo intranquilo. ¿A qué viene esto? ¿Será que no le importo para nada?

Con el paso del tiempo he descubierto que, al final, todo fue una maniobra para que le presentara a mi amigo Cram.

Maestro roncador

Experto en psicoacústica y aprendiz de lo que sea menester.

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