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jueves, noviembre 21, 2024

Verdades y mentiras en el PAN

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Hace unos días, leíamos sin poder evitar la carcajada en la mesa de redacción las justificaciones de la aún dirigente estatal del PAN, Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández, del por qué su jefazo Eduardo Rivera Pérez debía ser impuesto como presidente por la vía del Consejo Estatal. Según la política conservadora -que no del Yunque, aclaramos-, ir a una elección abierta a la militancia conlleva el riesgo de que el gobierno del estado, ergo, Morena o “gente extraña” se involucre para orientar el resultado. La cita fue la siguiente: “No caigamos en la situación de aceptar dinero del gobierno del estado o de quien sea para conducir nuestro proceso electoral de la dirigencia, es peligroso que se involucre gente extraña para afectar a nuestro partido” (e-consulta, 21 de junio 2024). Esa primera justificación es una vil mentira, a menos que los 22 mil 144 militantes registrados en el padrón sean hechizos o los números fueron inflados. Con un universo de esa magnitud es irrisorio que haya una infiltración sin que sea evidente, además de que también se debe contar con un aspirante que se preste a esa maniobra, que también haría evidente sus intenciones y mecenazgo. Más bien, lo que Díaz de Rivera no quiere reconocer es que una consulta a la base sería un golpe mortal al grupo que encabeza su jefazo por la sencilla razón de que solo controlan al partido en la cúpula, pero no en la base. La elección de hace tres años en la que se apropió del partido, el exedil capitalino utilizó todos los recursos posibles del Ayuntamiento de Puebla para comprar voluntades y acarreados. Una candidata como Genoveva Huerta Villegas, sin recursos ni el manto protector de un aparato de gobierno con un presupuesto superior a los 6 mil millones de pesos, estuvo a punto de ganarles la contienda. Ese es el nivel de “competitividad” de los yunquistas aglutinados alrededor de Lalito Mapache Azul. Esto nos lleva a la pregunta: ¿No se vale dinero de otras partes, pero sí de la Comuna? A la par, una consulta abierta necesita recursos constantes y sonantes, los cuales no hay porque todo se quemó en la elección del 2 de junio -aunque hay sospechas fundadas de que a Lalito Huachicolerito, lo apoyaron por otras vías no tan legales-. En esa lógica, por qué Eduardo Rivera tendría que invertir nuevamente en la compra de una elección si puede utilizar el Estatuto para imponerse o designar a uno de los suyos -que ya se sabe que es Adán Domínguez Sánchez-. Otra mentira que Augusta Valentina dijo la semana pasada fue que tanto Edmundo Tlatehui Percino, edil de San Andrés Cholula y aspirante a la dirigencia estatal panista, como el coordinador de la bancada del PAN en el Congreso local, Rafael Micalco Méndez, aprobaron la elección de un presidente estatal a través del Consejo. La realidad es que tanto el alcalde como el legislador, lo mismo que la Comisión Permanente Estatal -es decir, otras 28 personas más-, aprobaron una reforma al Estatuto del partido a nivel nacional. Nunca avalaron que esta elección de noviembre próximo se realizara por esa vía. Hacer creer que el voto a la reforma de los Estatutos implicaba el aval de algo que ni siquiera se sabía que pasara, es un auténtico disparate. Lo cierto es que Augusta Valentina quiso darle el beso del diablo a ambos panistas y hacer creer que están del mismo lado o que existen un acuerdo previo, incluso antes de las elecciones, para que se impusiera a un dirigente a través del Consejo Estatal. Las justificaciones realizadas, por otro lado, evidencian que pese a la orden dictada por Lalito Espíritu Hitleriano no todo ha sido un paseo por el campo. A Augusta Valentina, el timoratazo de Marcos Castro Martínez y demás séquito de Rivera Pérez se les está haciendo bolas el engrudo ante la disidencia que tiene más argumento de por qué la unción que quieren no es la mejor alternativa. Lo peor de todo es que Lalo Sepulturero del PAN y su grupito todavía no habían enterrado al cadáver ni realizado los nueve rosarios y ya habían anunciado cómo se iban a distribuir los terrenos que dejó la abuela azul.

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