Se necesita ser un auténtico caradura para negar las fechorías cometidas y el mejor ejemplo es Adán Domínguez Sánchez, un sujeto que llegó a la presidencia municipal por ser el empleado más leal de Eduardo Rivera Pérez, lo que se traduce como un cómplice en la porqueriza financiera que dejaron en el Ayuntamiento de Puebla. Antes de arribar a la Comuna, el velador más caro del municipio no tenía mayores antecedentes políticos que ser carga maletas del oriundo de Toluca y compartir la sociedad en una empresa. Con ese bagaje, Rivera Pérez lo designó gerente municipal, un cargo que le creó exprofeso para que fuera el responsable de vigilar a todos en el gobierno municipal y supervisar los negocios…, perdón, las políticas implementadas. Así pasó de ser un gris empleado a un “gerente” soberbio y poco eficiente, siempre rebasado por los asuntos del día a día. Como a Eduardo Rivera nunca le ha importado que sus subordinados sean eficaces, sino que sean sumisos y le digan lo que quiere oír, Adán Domínguez se coló muy rápido entre sus favoritos. Tan es así que, a pesar del desbarajuste administrativo y caos operativo del Ayuntamiento, el velador nunca fue defenestrado. Incluso, cuando los hermanos yunquistas Guadalupe y Bernardo Arrubarrena García complotaron para imponer como edil suplente al empresario Alejandro Cañeda Priesca, Eduardo Rivera salió al quite de su inútil gerente y lo encumbró en la presidencia municipal. El resultado de esa decisión es de todos conocida: El Ayuntamiento se fue al despeñadero, no sin antes convertirse en la agencia patrocinadora de la campaña del candidato del PRIA a la gubernatura. Tal fue el nivel de complicidad de Adán Domínguez que intentó sobrellevar el desbarajuste financiero a mayores proporciones con el fin de exprimir todo lo posible las arcas municipales. Hoy que sabe que Adán Domínguez y su patrón Eduardo Rivera dejaron un hoyo financiero de 547 millones de pesos no solo se confirman todas las sospechas de que la Comuna se había convertido en la cueva de “Lalo y sus 40 ladrones” sino que la ciudad terminaría pagando el costo de una panda de buenos para nada que solo llegaron a saquear todo lo que se pudiera. Pese a las evidencias, el velador más caro del gobierno municipal niega cualquier irregularidad financiera y hasta se aventó la puntada de afirmar que el “normal” que se hereden deudas y pagos pendientes. En esta mezcla cinismo y caradura, Adán Domínguez deja en evidencia, aún más, su pequeñez como funcionario y político, además de que está echándole todas las ganas en convertirse en el candidato ideal para que pague por todas las barbaridades cometidas en la gestión riverista. De seguir con esa actitud, Eduardo Rivera tendrá al chivo expiatorio perfecto. ¿O acaso duda que el panista es capaz de entregar a su más fiel empleado con tal de salvar su pellejo?