Si algo hizo Donald Trump en el primer día como el presidente número 47 de Estados Unidos fue delinear el ideario que recorrerá su gestión, una que estará marcada por los inexistentes contrapesos, sin necesidad de rendir cuentas a nadie y con el poder que nunca consiguió otro candidato presidencial en las urnas.
Revivió, entre otras muchas cosas, el orgullo de la América Profunda, la misma que siempre ha pensado que EU es la “civilización más grande de la historia” o que son “la nación más grande, más poderosa y más respetada en la Tierra, inspirando la admiración y el asombro del mundo entero”. (El entrecomillado son citas del magnate).
En todo este concierto de excentricidades, otro magnate brilla por el estratégico juego que pretende tener el país del norte en el mundo moderno: ser una raza galáctica. Suena ciencia ficción y broma, pero eso es lo que realmente piensa en la nación más poderosa del mundo.
Así lo dijo Donald Trump en su discurso de toma de protesta: “Estados Unidos volverá a considerarse una nación en crecimiento, una que aumenta nuestra riqueza, expande nuestro territorio, construye nuestras ciudades, eleva nuestras expectativas y lleva nuestra bandera hacia nuevos y hermosos horizontes. Y perseguiremos nuestro destino manifiesto hacia las estrellas, enviando astronautas estadounidenses a plantar la bandera de las barras y estrellas en el planeta Marte”.
La lógica es sencilla: Si ya fuimos a la luna, nuestra siguiente parada es Marte. El objetivo es colonizar cuantos planetas se puedan, pero lo más cercano a nuestra tecnología y recursos siguen siendo el planeta rojo y el satélite de la tierra.
En estos días en que el mundo parece haberse dividido entre los pesimistas y los optimistas sobre el quiebre civilizatorio que representa la inteligencia artificial —que ni es inteligente ni es artificial—, hay un puñado que mejor apuesta por el espacio.
Desde 1997 hasta 2021, la NASA ha enviado cinco vehículos, llamados Rovers, a Marte y todos han tenido éxito en su misión. El último fue el Perseverance y generó el hito de que la humanidad pudiera ver en tiempo real el momento en el robot tocara suelo marciano.
Pero, a diferencia de la carrera espacial de John F. Kennedy, la pelea hoy no es entre naciones ni bloques sino entre multimillonarios. Allí están Elon Musk, Jeff Bezos y Richard Branson, todos dispuestos a sacar su tajada de ganancias a costa del universo, para lo que han volcado sus fortunas a crear todo el espectro multidisciplinario que se requiere para una vida en Marte o la Luna o hasta donde podamos llegar: desde investigación salud, robótica, energías renovables e inteligencia artificial.
Musk, por ejemplo, siempre ha tenido su vista en el espacio y la mejor prueba es que la tercera compañía que creó (antes Tesla, Neuralink, OpenIA) fue Space X.
Jeff Bezos anda la misma ruta, ya que su segunda empresa (después de Amazon) fue la aeroespacial Blue Origin.
Sin embargo, el que se adelantó a los dos en sus planes de negocio fue Branson al crear Virgin Galactic, empresa que ofrece vuelos espaciales comerciales.
Obviamente, esta nueva carrera espacial es compartida con China, India y Rusia, en donde otros multimillonarios han puesto la mira en las estrellas, como es el caso de Space Pionner, Skyroot Aerospace o Duaria Aerospace, respectivamente.
Por eso no es extraño que Musk se haya convertido en el consentido de Donald Trump, mientras que Jeff Bezos, a pesar de sumarse tímidamente a la campaña del magnate, terminó echado a sus brazos.
Ambos, marcaron el nuevo derrotero a los tiburones que controlan los principales negocios del mundo actual, sobre todo a Mark Zuckenberg, a quien no le quedó de otra que subirse a regañadientes a la ola trumpista.
Los tres fueron ubicados a unos cuantos pasos de Donald Trump en la ceremonia de toma de protesta y con ello el mensaje: EU irá a Marte.
Insistimos, ya no será una carrera espacial como la que nos llevó a la Luna sino de un país que sabe cómo jugar con sus multimillonarios y éstos con sus gobernantes.
Y si a pesar de todo esto queda alguna duda de que Trump va por todo, incluido el espacio, lea este fragmento de su discurso: “La ambición es la sangre vital de una gran nación. Y en este momento, nuestra nación es más ambiciosa que cualquier otra. Ninguna otra nación es como la nuestra.
“Los estadounidenses somos exploradores, constructores, innovadores, empresarios y pioneros. El espíritu de la frontera está grabado en nuestros corazones. El llamado de la próxima gran aventura resuena desde lo más profundo de nuestras almas”.