Las elecciones extraordinarias de cuatro municipios reabrieron un debate al interior del PAN: las alianzas y el costo a pagar. Ahí está el caso del PRD, un auténtico cadáver putrefacto que busca desesperadamente salvar su registro estatal con las sobras que alcance de los comicios a celebrarse en marzo próximo. En la pasada elección, ese partido resultó una de las peores cargas, pues Eduardo Rivera Pérez les dio muchísimo más de lo que realmente valían electoralmente. En su despropósito, el exedil desplazó a la militancia y a cuadros valiosos para abrirle espacios en candidaturas a tres familias caracterizadas por su promiscuidad política: los Martínez Amador -que pasaron de ser priistas para convertirse en morenovallistas, luego mudaron a la piel riverista y ahora son morenistas-; los Rendón Tapia -que no valen nada electoralmente, pero ah cómo hacen bulto- y los Luna Porquillo, el único clan que más o menos aportó algo a la alianza del PRIAN, aunque todo el esfuerzo se concentró en San Pedro Cholula. En la entidad, hay ocho alcaldes de extracción perredista, a quienes Carlos Martínez Amador padroteó para conseguir una chamba en el gobierno del estado, muy a pesar de que los triunfos obtenidos se debieron a escisiones locales o al carisma de los candidatos y muy poco al respaldo de la dirigencia estatal. En el caso de Pacto Social de Integración, la nueva dirigencia estatal del PAN debe poner sobre la mesa el alto costo que representa dicho partido por sus vínculos con presuntos capos del crimen organizado. ¿Vale la pena aliarse con un partido local que solo ve por lo suyo y ofrece un desgaste entre los electores por su pésima reputación? PSI tiene actualmente 10 ayuntamientos, pero la mayoría fueron ganados por el arrastre de los candidatos más que por el partido. Incluso, en muchos municipios ese instituto jugó las contras a Acción Nacional. A nivel estatal, lo único que aportó al patético candidato a la gubernatura del PRIAN fueron ataques innecesarios y la sospecha de que el dinero black financió la campaña. En el caso del PRI, la situación cambia radicalmente. Para estas elecciones extraordinarias, el tricolor y el PAN se necesitan mutuamente para garantizar competitividad en Venustiano Carranza y Chignahuapan. En el primer caso, los azules saben que es necesario repetir la alianza si es que pretenden retener el municipio a favor de la familia Valencia Ávila, dispuesta a cubrir los costos de un proceso electoral si eso les permite gobernar por cuarta ocasión. Respecto a Chignahuapan, es muy probable que el presunto capo huachicolero y excandidato de Fuerza por México, Juan Lira Maldonado, sea hecho a un lado, lo que abre una posibilidad a la familia Rivera Sosa, que puede aprovechar las divisiones que hay en la coalición Sigamos Haciendo Historia tras la designación de Juan Rivera Trejo como candidato del Morena, quien hizo a un lado al aspirante natural del Verde, Enrique Rivera. Para eso, los priistas necesitan sumar al PAN, cuya militancia se sublevó contra Eduardo Rivera, al volcarse a favor de los Rivera e incumplir acuerdos. Todo esto derivó en que Acción Nacional estuviera solo en la contienda y se desplomara al quinto lugar. En Ayotoxco de Guerrero y Xiutetelco, el PAN no tiene posibilidad de nada debido a que la disputa se centra entre Morena contra el PT-Verde y Movimiento Ciudadano, respectivamente.