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miércoles, julio 3, 2024

Operación “Matizar la Derrota en el PAN”

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Tal y como se esperaba, la sesión de la Comisión Permanente Estatal del PAN transcurrió sin sobresaltos y ausencia total de crítica sobre las verdaderas causas que provocaron la debacle panista en la entidad y que tiene como principal responsable a Eduardo Rivera Pérez y su secta del Yunque.

La Permanente, como se le conoce a este órgano partidista, no es la mejor opción para procesar el debate que requiere dicho partido tras la peor derrota electoral de los últimos 25 años y que, de un plumazo, regresó a Acción Nacional al viejo instituto controlado por el Yunque que tenía una premisa: lo importante no es perder la elección sino evitar perder el partido.

En pleno 2024, Eduardo Rivera Pérez llevó al PAN a un retroceso del que no quiere rendir ninguna cuenta, a pesar del desastre que trajo y la pérdida de espacios para que la oposición sea un contrapeso al partido en el gobierno.

Para evitar ser puesto en la picota, el exalcalde operó a través de la dirigencia estatal del partido —la misma a la que impuso luego de actuar como mapache en la contienda interna, apoyado con todos los recursos del Ayuntamiento de Puebla— para que la discusión que la mayoría de grupos y liderazgos del PAN demanda tras el 2 de junio, no se realizara en el Consejo Estatal sino en la Comisión Permanente.

Aquí se lo explicábamos en otras entregas. La Permanente está integrada por 35 militantes afines en su totalidad a Eduardo Rivera, mientras que en el Consejo Estatal el exedil solo puede ejercer una influencia directa en 53 de los 112 integrantes y tendría que operar para someter a otros 37 que forman parte de antiguos aliados que, a partir del resultado electoral, han marcado su distancia con el candidato perdedor a la gubernatura y exigen un proceso democrático.

En esta franja de consejeros se encuentran los seguidores del excandidato a la alcaldía Mario Riestra Piña; el presidente municipal de San Andrés Cholula, Edmundo Tlatehui Percino, y Jesús Zaldívar Benavides, dirigente del PAN en la capital poblana.

Existe otro grupo de 22 consejeros que son identificados como la oposición a Eduardo Rivera y que es ahí en donde existía el mayor peligro de una discusión abierta en el Consejo Estatal.

A diferencia de los empleados, amigos, parientes y lacayos del exedil, la oposición al interior del PAN no dejaría pasar la oportunidad de señalar las consecuencias de la política sectaria emprendida por el yunquista que derivó en el acaparamiento de las más jugosas candidaturas plurinominales o el despilfarro de las prerrogativas a manos de la actual dirigente Augusta Valentina Díaz de Rivera que llevó al partido a pagar una millonaria multa por las irregularidades financieras halladas por el INE.

Si eso no fuera poco, Eduardo Rivera y los suyos —ahí está el caso del cretino Pablo Montiel Solana— no tuvieron el mínimo interés por trabajar de la mano con la militancia en el interior del estado. De hecho, solo los visitaron cuando fue la renovación de los comités municipales, pero de ahí en fuera no hubo apoyos, inclusión o apapacho. El resultado fue evidente: La única parte donde el candidato a la gubernatura más o menos pudo rescatar votos fue en la capital, pero en el resto del territorio no hubo interés por respaldarlo al grado de que hubo distritos que el morenista Alejandro Armenta Mier ganó casi cuatro a uno.

La disidencia en el PAN tampoco dejaría pasar la oportunidad de exhibir las intrigas palaciegas entre Augusta Valentina y el timorato Marcos Castro Martínez, secretario general del PAN, que llevaron al partido a la ingobernabilidad. Así como tampoco evadirían sacar a la luz la suicida política de alianzas con el PRI, PRD y PSI que evidenció lo que siempre se les dijo: el tricolor solo iba por lo suyo —ahí está el inefable Néstor Camarillo Medina y su senaduría—; que el sol azteca era una pesada mochila que Acción Nacional debía cargar, bajo la premisa de que no aportaba nada y pedía mucho; mientras que el partido propiedad de los Navarro Acevedo fue el que más ganó: Evitó perder el registro, retuvo siete municipios y será cogobierno en otros 12 en alianza con los distintos actores de la coalición Mejor Rumbo para Puebla.

Por lo que trascendió de la reunión de la Comisión Permanente, los borreguitos alineados a Eduardo Rivera no pedirán la cabeza de nadie y comenzaron a perfilar lo que será su justificación ante la derrota: que si la Marea Rosa fue solo un espejismo, que erraron al pensar que existía un voto oculto a favor del PRIAN; que el PAN obtuvo una mayor votación que en otras elecciones, aunque no se haya ganado nada; que se terminó el mito de que la clase media apoya a Acción Nacional o que a mayor participación ciudadanos, aumentaría el voto antigobierno o antisistema.

Como puede leer, la secta de Eduardo Rivera, ahora expresada en la Permanente, intentará matizar la debacle con manidos argumentos que circularon los primeros días después de la elección, es decir, con aseveraciones que ya se sabían, pero que no resuelven nada de fondo.

Rivera Pérez y su séquito olvida lo más importante: o el PAN se refunda o puede poner sus barbas a remojar tras conocer lo que ocurrió con su aliado el PRD.

No hay partido que aguante el sectarismo ni oposición que esté dispuesta a quedarse en una sola institución.

Eduardo Rivera corre el riesgo de romper a la oposición y provocar la aparición de otras expresiones que con el tiempo lo harán a un lado por una sencilla razón: serán interlocutores con la solvencia moral suficiente para el cambio que está en marcha con el arribo de Alejandro Armenta Mier.

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