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sábado, mayo 11, 2024

Más presiones en el Frente Amplio

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La incursión de Nancy de la Sierra Arámburo en la puja por la candidatura del Frente Amplio por Puebla a la gubernatura debe interpretarse en dos vías.  

Por un lado, el PRI está muy pendiente de aprovechar el mínimo resquicio en la indecisión del alcalde panista Eduardo Rivera Pérez, quien pese a haber sido prácticamente obligado por su dirigente nacional, Marko Cortés Mendoza, a que anunciara públicamente su decisión de ir por la candidatura, sencillamente no tiene el menor interés de pronunciarse hasta que en Morena definan al abanderado a Casa Aguayo, quien aparecerá bajo el eufemismo de coordinador estatal de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación.  

Para el edil capitalino resulta crucial la unción morenista porque, a partir del escenario que se presente, definirá si va o no por la gubernatura. En caso de que sus números le indiquen que puede sufrir una derrota en las urnas, simplemente negociará un escaño para el Senado de la República y forzará a que uno de sus colaboradores se quede con la candidatura a la presidencia municipal.  

Esto viene acompañado por la estrategia de la Organización Nacional del Yunque de agandallarse todas las posiciones posibles. Por lo mientras, la única definición que existe es la candidatura plurinominal por la Cuarta Circunscripción para la presidenta del Sistema Municipal DIF, Liliana Ortiz Pérez 

Así pues, en el PRI -los que de verdad mandan, no el empleado Néstor Camarillo Medina– están moviendo sus fichas para vender muy caro su respaldo en caso de que el munícipe capitalino se decida a competir por el Frente Amplio por Puebla. Para que la cuña apriete -dice el dicho-, debe ser del mismo palo y hasta el momento el mejor antídoto en la política es la condición de género. 

¿Por qué Nancy de la Sierra? Porque más allá de las filas y fobias que se tengan hacia ella, cuenta con un perfil muy ad hoc con el perfil aspiracional y su imagen entra muy bien tanto en la clase media como en el voto panista.  

La actual senadora no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. En caso de no lograr su nominación a Casa Aguayo, podría negociar una candidatura en otro espacio. Pero si Eduardo Rivera decide no participar, tanto ella como el tricolor serán los grandes ganadores, pues la lógica que recorra la asignación de candidaturas partirá de una negociación en la que la candidata y su partido necesitan meter mano para garantizar el triunfo. Los espacios que tengan que ceder son más fácil negociarlos con el edil y la cofradía.  

Actualmente, el PRI ya ganó la percepción de que el PAN lo necesita si es que pretende ser competitivo en 2024. Por eso, el mensaje es que si la candidatura a la gubernatura es para el albiazul, al tricolor le corresponde la presidencia municipal de Puebla. La dirigente estatal panista, Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández, ya puso el grito en el cielo por esa postura, pero realmente no tiene mucho de dónde agarrarse mientras su jefe político no defina sus aspiraciones.  ¿Y si Nancy de la Sierra en la cuña que el PRI ha colocado para negociar la capital poblana? 

Tampoco hay que perder de vista la negociación de municipios al interior del estado y diputaciones locales. La redistritación aprobada por el Instituto Electoral del Estado rompió el voto del Frente Amplio por Puebla, principalmente al PAN. Hay casos en que dicho partido podría perder sus bastiones si es que el tricolor decide lanzar a su propio candidato, es decir, no ir en coalición.  

Hasta donde se sabe, el Consejo Estatal del PAN instruyó al Comité Directivo Estatal a que realizara asambleas en los 217 municipios para que definan qué tipo de alianza se necesita. A partir de esos resultados, entonces, se deberán integrar el acuerdo de coalición o alianza del Frente Amplio.  

El PRI puede ceder la candidatura al gobierno del estado e incluso la capital, pero garantizará su fortaleza en distritos locales y federales, además de presidencias municipales. Nada mal para un partido que solo tiene un 10 por ciento de intención del voto.  

Al final, todos estos movimientos confirman una cosa: El PAN vive tal crisis que un aliado tan malo es capaz de someterlo… a pesar de que la elección ni siquiera ha comenzado.  

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