La gestión del PAN en la capital poblana ha dado muestra fehaciente de que lo suyo es hacer las cosas mal y si se puede peor, pues mejor. El colmo de todo es que ni para ocultar sus transas son buenos y, en los hechos, contradicen la vieja frase sobre los políticos: “Se les acusa de corruptos, no de tontos”. En este caso el señalamiento es por partida doble. Ahí donde usted quiera husmear para ver cómo trabajó la gestión de Eduardo Rivera Pérez se encontrará con torpezas, ausencia de planeación, despilfarro de recursos y una pestilencia a transas. Ahí están, por poner un ejemplo, las vialidades que construyeron. Solo se necesitaron dos años y una fuerte lluvia para que quedaran destrozadas. Lo grave es que desde que se iniciaron las obras, los vecinos advirtieron que las empresas contratadas usaban materiales de pésima calidad que no soportaban la mínima auditoría. Y así fue. Otro caso: la seguridad pública. En campaña, el hoy gobernador electo Alejandro Armenta Mier no perdió la oportunidad de exhibir la indolencia de los panistas al denunciar que el dinero para combatir el crimen no era visto como una inversión estratégica en favor de los ciudanos, sino como la oportunidad para hacer negocios en la compra de chalecos y demás equipamiento de los uniformados. El resultado está a la vista de todos. Este trienio ha sido un fracaso y todo indica que la verdadera mística que atraviesa el ejercicio de gobierno de Eduardo Rivera y su séquito de buenos para nada es hacer todo mal. Esta bola de nieve no es ajena al yunquista. Sabe lo que hizo, sabe de sus fechorías y las consecuencias. Por eso es que está metido de lleno en conseguir, a como dé lugar, dos salvoconductos a costillas de su partido. El primero es más fácil y consiste en imponer en la dirigencia estatal del PAN a su más fiel velador: Adán Domínguez Sánchez. El otro es más complicado, pero es el que generaría más bonos: Insertarse en la estructura del nuevo Comité Ejecutivo Nacional. A través del primero, podría tener el margen para enfrentar las críticas y denuncias. Su empleado serviría como escudero ante cualquier indicio de que la Auditoría Superior del Estado pretenda ir contra ellos. Ser oposición, lo saben, es lo más redituable políticamente. Solo basta hacerse la víctima y denunciar persecución. Adán Domínguez deberá cumplir la función de escudero y golpeador a sueldo para proteger los intereses de su jefecito, ya que su cabeza va también de por medio al ser el responsable de cerrar la administración municipal. El edil suplente sabe de primera mano dónde están las transas, las anomalías y los cochupos. En el caso de un cargo en el CEN del PAN, Eduardo Rivera pretende ganarse una patente de corso ante cualquier investigación en su contra. Cree que al ser parte de una dirigencia nacional tendrá impunidad y en el Congreso del estado les dará miedo de meterse con él pues eso traería el riesgo de un golpeteo a nivel nacional. El miedo a ser encarcelado por la larga cola que arrastra, lo llevó a construir su ruta a la impunidad que solo tiene un camino: Acción Nacional, es decir, el partido como paraguas y receptáculo de los impresentables que buscan impunidad. A ver hasta dónde le alcanza al oriundo de Toluca, por lo mientras sabe que pellejo corre peligro. Así como en 2017 y 2018, ya volvió a oler ese aroma que significa que su libertad esté en riesgo.